Brenda estuvo casada con un actor de películas famoso, conocido como Liebert Drumond, durante cinco años. Sin embargo, el matrimonio llegó a su fin debido a la infidelidad por parte del hombre. La llama que se apagó hace dos años, después del divorcio, podría reavivarse cuando Brenda se encuentra nuevamente con Liebert. El encuentro tiene lugar en la apacible finca de la familia de ella, un lugar lleno de recuerdos y afecto. Entre los árboles antiguos y los jardines bien cuidados, la atmósfera está impregnada de nostalgia y posibilidad. Ambos se miran, y en esa mirada, vuelven a encender una chispa de sentimientos que parecían perdidos para siempre.
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24
Desperté con Liebert a mi lado y una ola de calor y gratitud recorrió todo mi ser. Era un sentimiento de seguridad y confort que me envolvía por completo.
Me acomodé a su lado, observándolo. Su respiración estaba tan tranquila y serena que me hacía bien admirarlo.
Noté cuánto Liebert estaba dispuesto a estar presente, no solo en los momentos difíciles, sino también en los momentos más simples e íntimos de la vida cotidiana. Me sentí valorada y amada, sabiendo que podía contar con él en cualquier circunstancia.
Su presencia a mi lado esa mañana fue un recordatorio poderoso de que estábamos juntos no solo para enfrentar desafíos, sino para compartir todos los aspectos de la vida. Fue un momento que fortaleció aún más nuestro vínculo y me dejó con un sentimiento de alegría y gratitud por tenerlo a mi lado. Desde ese momento, supe que teníamos un futuro sólido por delante, construyendo gradualmente la confianza, el apoyo mutuo y el amor incondicional.
— ¿Te gusta admirarme? — una sonrisa apareció en sus labios perfectos.
— No seas engreído, señor Drummond.
Liebert abrió los ojos cuando escuchó que su celular sonaba. Era una llamada para un proyecto cinematográfico que tendría que realizar. Experimenté una mezcla de emociones al verlo tan entusiasmado con esa oportunidad. Era evidente su pasión por su arte.
— No te preocupes, Marone, no iré solo. — dijo apretándome más contra su cuerpo. — Sí, tengo una secretaria personal que cuidará muy bien de mi carrera. — besó la parte superior de mi cabeza.
Me sorprendió la revelación. Liebert me estaba incluyendo en un papel tan importante en su vida profesional. Era una clara demostración de confianza y compromiso.
Miré a Liebert, sintiendo una mezcla de emociones. Era un paso significativo en nuestra jornada juntos. Acepté con una sonrisa, agradecida por esa muestra de apoyo e integración en su vida profesional.
Mientras nos preparábamos para ese nuevo capítulo, sabía que enfrentaríamos desafíos, pero también estaba segura de que juntos podríamos superarlos. La perspectiva de trabajar junto a Liebert, no solo como la madre de su hijo, sino como su colaboradora, era una emocionante aventura que estaba ansiosa por comenzar.
— Vamos a Hollywood, cariño. — dijo levantándome en sus brazos y girándome por la habitación con alegría.
— Liebert, ¿estás seguro de que me quieres a tu lado en esta importante etapa de tu vida? — pregunté cuando me puso en el suelo.
— Estoy seguro, absolutamente. — sus dedos cálidos acariciaron mi rostro. — Brenda, no solo te quiero en esta etapa de mi vida, te quiero para toda mi vida. ¿Entendiste? Quiero tenerte siempre y para siempre, entiende eso.
Lo abracé, sintiendo esa necesidad.
— ¿Y Leila?
— Está despedida, lo haré hoy mismo.
Después de esa conversación, disfrutamos de un animado café lleno de risas y conversaciones. Mi madre y Vinícius compartían historias divertidas, mientras Liebert y yo nos mirábamos agradecidos por la armonía que parecía envolvernos a todos.
Después del café, nos preparamos para el ajetreado día que nos esperaba. Liebert y yo estábamos listos para enfrentar los desafíos laborales, ahora no solo como compañeros, sino como un equipo unido.
Mientras nos despedíamos de mi madre y Vinícius, sentí una mezcla de emociones. Dejábamos atrás un momento especial en familia, pero al mismo tiempo, mirábamos hacia el futuro con entusiasmo y determinación.
Caminamos juntos hacia nuestro próximo desafío profesional, con el corazón lleno de gratitud por la jornada que estábamos recorriendo. Sabíamos que, independientemente de lo que viniera, teníamos el uno al otro para apoyarnos y enfrentar cualquier obstáculo que surgiera en nuestro camino.
Me sentí orgullosa al escuchar los elogios a la habilidad de Liebert en la industria cinematográfica. Era evidente el respeto y la admiración que tenían por él.
A medida que avanzaba el día, pude ver a Liebert en acción, trabajando con dedicación y pasión. Su habilidad para dirigir y orientar al equipo era impresionante. La forma en que se dedicaba a cumplir su papel era satisfactoria.
Al final del día, nos dirigimos a un hotel, exhaustos pero satisfechos con el progreso realizado. Era evidente que Liebert tenía un don para lo que hacía, y estar a su lado en ese proceso era un honor y una inspiración.
En las horas de descanso, yo era la encargada de llevarle agua para mantener a Liebert hidratado. Era responsable de eso y de sus pertenencias personales, anotaciones importantes, programación y demás. Y cada vez que iba hacia él con su agua, balbuceaba la palabra "Gracias" seguida de "Te amo".
Esa experiencia fortaleció nuestro vínculo de una manera única. Estábamos enfrentando desafíos juntos, creciendo como individuos. Sabía que teníamos muchos capítulos emocionantes por delante, y no podía esperar para vivirlos junto a Liebert.
Nos alojamos en un hotel ubicado en el centro de Los Ángeles. La vista de la ciudad era espectacular. Desde lugares elevados como las colinas de Hollywood o el Observatorio Griffith, se podía observar un vasto horizonte urbano. Rascacielos se extendían hasta donde alcanzaba la vista, intercalados con barrios y áreas residenciales. Durante el día, la ciudad brillaba bajo el sol californiano, y por la noche, los edificios iluminados creaban un espectáculo deslumbrante. A lo lejos, la línea del horizonte se extendía hasta el Océano Pacífico, creando un escenario memorable.
Liebert se quitó la chaqueta y toda su ropa bajo mi mirada. En ese mismo instante, me volví y escuché sus risas agradables.
— ¿No tienes vergüenza, Liebert? — pregunté, aún de espaldas a él.
— ¿Vergüenza de qué? No hay nada aquí que no hayas visto antes.
Escuché sus pasos dirigirse hacia el baño y cómo encendía la ducha. Fue entonces cuando me giré. Tomé su ropa y la coloqué en la lavadora.