Ariadna Callis, una joven de 16 años con una personalidad vibrante y un cuerpo que desafía los estereotipos, vive entre las constantes travesuras de sus hermanos mayores, Nikos y Theo, y el caos del último año de preparatoria. Aunque es fuerte y segura, Ariadna no está preparada para la entrada de Eryx Soterios, un joven de 18 años recién llegado al pueblo.
Eryx, reservado y enigmático, carga con un pasado oscuro que lo ha dejado lleno de resentimientos. Su aparente frialdad se convierte en un desafío para Ariadna, quien no teme a sus respuestas cortantes ni a su actitud distante. Sin embargo, cada encuentro entre ellos desata emociones contradictorias que ninguno puede ignorar.
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Capítulo 20: Más Allá del Miedo
El sonido de las olas rompiendo contra las rocas llenaba el aire mientras Ariadna y Eryx caminaban por la playa. Habían decidido tomar un respiro de la presión que sentían en la casa y escapar, aunque solo fuera por unas horas. El sol comenzaba a ocultarse, tiñendo el cielo de tonos cálidos que parecían calmar cualquier tormenta interna.
—No sabía que tenías un lugar favorito como este —comentó Ariadna, observando cómo Eryx se detenía para recoger una pequeña concha del suelo.
—Es uno de los pocos lugares donde puedo pensar con claridad —respondió él, girando la concha entre sus dedos antes de guardarla en el bolsillo.
Ariadna lo observó por un momento, notando la tensión en sus hombros. Había algo en su postura que indicaba que estaba luchando consigo mismo.
—¿Quieres hablar de lo que te preocupa?
Eryx la miró de reojo, sus labios curvándose en una pequeña sonrisa.
—¿Cómo sabes que estoy preocupado?
—Porque te conozco. Y porque últimamente, siempre estás preocupado.
Eryx suspiró, pateando una piedra hacia el agua.
—Es mi padre. No puedo sacarlo de mi mente. Siento que siempre está un paso por delante, como si estuviera jugando un ajedrez en el que yo soy solo una pieza más.
Ariadna frunció el ceño, deteniéndose frente a él y colocando una mano en su brazo.
—Eryx, no eres una pieza en su juego. Eres mucho más que eso.
—¿Y si no lo soy? —preguntó él, su voz apenas un susurro.
Ariadna negó con la cabeza, sujetándolo con más fuerza.
—Eres Eryx. El chico que lucha por lo que cree, que no se rinde a pesar de todo. No dejes que él te haga dudar de eso.
Sus palabras parecieron llegar a lo más profundo de él. Eryx bajó la mirada, como si estuviera procesando lo que ella había dicho, antes de asentir lentamente.
—Gracias, Ariadna.
—Siempre.
De regreso en casa, Nikos y Theo estaban inmersos en una conversación tensa con alguien por teléfono. La expresión de ambos reflejaba preocupación, y cuando Ariadna y Eryx entraron, el silencio se apoderó de la sala.
—¿Qué pasa? —preguntó Ariadna, sintiendo un nudo formarse en su estómago.
Theo colgó el teléfono, cruzándose de brazos mientras miraba a su hermana y a Eryx.
—Es sobre tu padre, Eryx. Parece que está planeando algo grande, y no podemos ignorarlo.
Eryx apretó los puños, su mandíbula tensándose.
—¿Qué tipo de plan?
Nikos tomó la palabra, intentando calmar la situación.
—No tenemos todos los detalles, pero parece que está movilizando a sus hombres. Podría ser una amenaza para cualquiera que esté asociado contigo.
Ariadna sintió cómo su corazón se aceleraba. La idea de que alguien pudiera estar en peligro por estar cerca de Eryx era aterradora, pero más que eso, le preocupaba lo que esto significaba para él.
—¿Qué vamos a hacer? —preguntó ella, mirando a sus hermanos.
—Por ahora, reforzaremos la seguridad en la casa y limitaremos las salidas innecesarias —respondió Theo, con firmeza—. No podemos arriesgarnos.
—No podemos vivir en una burbuja para siempre —intervino Eryx, con el ceño fruncido—. Eso es exactamente lo que él quiere: que vivamos con miedo.
Nikos asintió lentamente.
—Tienes razón, pero hasta que sepamos más, necesitamos ser cautelosos.
Más tarde esa noche, mientras todos estaban ocupados haciendo preparativos, Eryx se escapó al balcón, necesitando un momento para él mismo. Ariadna lo encontró allí, mirando las estrellas con una expresión perdida.
—No puedo dejar de pensar en cómo llegué hasta aquí —dijo él, sin mirarla—. Cómo permití que mi vida se convirtiera en esto.
Ariadna se acercó, colocando una mano en su hombro.
—No es tu culpa, Eryx.
—¿No lo es? —preguntó él, volviéndose hacia ella—. Cada decisión que tomé me llevó hasta aquí. Si no fuera tan terco, tal vez las cosas serían diferentes.
Ariadna negó con la cabeza, sus ojos llenos de determinación.
—Las decisiones que tomaste te hicieron la persona que eres hoy. Y esa persona merece más crédito del que se da a sí misma.
Eryx la miró por un largo momento antes de suspirar y asentir.
—No sé qué haría sin ti, Ariadna.
—Por suerte, no tienes que averiguarlo.
Ambos sonrieron, y por un instante, el peso del mundo pareció desvanecerse.
Al día siguiente, la tensión en la casa era palpable. Nikos y Theo estaban revisando los informes que habían recibido sobre los movimientos del padre de Eryx, mientras que Ariadna intentaba mantenerse ocupada ayudando en lo que podía. Pero no importaba cuánto intentara distraerse, no podía dejar de preocuparse por Eryx.
Finalmente, decidió buscarlo. Lo encontró en el garaje, revisando su motocicleta con una concentración que parecía casi obsesiva.
—¿Planeas huir? —preguntó ella, cruzándose de brazos.
Eryx levantó la vista, sorprendido por su tono.
—Por supuesto que no.
—Entonces, ¿qué estás haciendo aquí?
—Pensando —respondió él, encogiéndose de hombros—. A veces, trabajar en algo me ayuda a aclarar mi mente.
Ariadna se acercó, inclinándose contra la pared mientras lo observaba.
—¿Y has llegado a alguna conclusión?
Eryx se detuvo, limpiándose las manos antes de mirarla.
—Sí. Que no importa lo que pase, voy a protegerte. A ti y a los tuyos.
Ariadna sintió cómo su corazón se aceleraba ante la intensidad de sus palabras.
—Eryx, no tienes que hacerlo solo. Estamos en esto juntos, ¿recuerdas?
Él asintió lentamente, una pequeña sonrisa apareciendo en sus labios.
—Lo recuerdo.
Y en ese momento, Ariadna supo que, sin importar lo que les esperara, enfrentarían todo juntos.