Siempre nos hemos preguntado qué sucede después de la muerte. No sé qué le ocurre a los demás, pero para mí fue una oportunidad única: regresar y hacer justicia. Mi muerte no fue un accidente; alguien acabó con mi vida, y ahora he vuelto para descubrir la verdad detrás de ese secreto. He regresado para reclamar lo que es mío y para enfrentar a aquellos que me hicieron daño.
¿Lograré cumplir con mi misión? Acompáñame en esta emocionante historia y descubramos juntos lo que el más allá tiene reservado
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Capitulo V La muerte de Elena.
El día de la boda finalmente había llegado. Elena se encontraba frente al espejo, hipnotizada por su reflejo, maravillándose de lo hermosa que lucía en su vestido de novia. La felicidad que iluminaba su rostro era un destello que nunca había experimentado antes.
Su vestido, confeccionado en una seda delicada, caía en suaves pliegues que acariciaban el suelo, mientras que la parte superior, adornada con un intrincado encaje, se ajustaba perfectamente a su figura. Las mangas de encaje transparente dejaban al descubierto sus hombros y clavícula, añadiendo un toque etéreo y romántico a su atuendo. La falda se extendía en una larga cola que se arrastraba con gracia detrás de ella, y un elegante velo se ceñía sobre su cabello peinado en suaves ondas. En ese día tan especial, Elena no solo se sentía como una novia; era la encarnación de una verdadera princesa.
Sumida en sus pensamientos y con los nervios a flor de piel, esperaba ansiosamente a que su madre viniera a buscarla para ir a la iglesia. De repente, la puerta de su habitación se abrió y una figura conocida hizo su entrada.
“¿Qué haces tú aquí?” La incredulidad y el descontento eran palpables en el tono de voz de Elena.
“Querida niña, ¿así me recibes? Al menos merezco un abrazo”, respondió la misteriosa persona con un sarcasmo evidente.
“De mí no recibirás más que desprecio. ¿Acaso crees que voy a olvidar lo que intentaste anoche?” Con un tono irritado, Elena dejó claro su descontento ante la presencia de esa persona.
“Eso lo pagarás muy caro. Tu perfecto mundo de fantasía quedará hecho trizas cuando te muestre lo que tengo para ti”. La ira brillaba intensamente en los ojos de esta persona envidiosa.
“No tengo tiempo para esto. Te pido que salgas de mi habitación inmediatamente”. Elena respiró hondo, sintiendo cómo la angustia le quebraba la voz.
“Déjame decepcionarte, querida, pero no me iré sin antes mostrarte lo que tengo”. Sacando su teléfono, le entregó el dispositivo a Elena para que viera las fotos que contenía. En ellas, su madre aparecía en una situación comprometedora con un hombre que no era Augusto, su padre. Lo más desgarrador era que ese hombre no era un desconocido; era alguien a quien conocía muy bien.
“¿Qué significa esto?” Preguntó Elena, temblando visiblemente.
“Es obvio lo que está pasando. Es increíble que seas tan ingenua; parece que nunca hubieras...”. Hizo una pausa, dejando escapar una sonrisa burlona. “No me digas que tú y el desabrido de Diego no lo han hecho”. Al ver la expresión de Elena, comprendió que había tocado un punto sensible y no pudo ocultar su sorpresa ante el supuesto descubrimiento.
“¡Vete al diablo! Lo que haya hecho o no con Diego es asunto mío. Ahora permíteme, voy a hablar con mi papá y le contaré todo esto; te desenmascararé delante de él. No puedo permitir que siga creyendo que eres una buena persona”. La voz de Elena resonó firme y decidida mientras caminaba hacia la puerta.
Sin embargo, la agilidad de su oponente fue abrumadora; logró agarrarla del brazo y empujarla nuevamente dentro de la habitación.
“¡Suéltame imbécil! ¿Quién te dio el derecho de poner tus asquerosas manos sobre mí?” Con el ceño fruncido y furiosa, Elena mostró claramente su descontento ante aquel toque indeseado.
“Siempre creyéndote superior a los demás. No eres más que una niña tonta. Pero eso se acaba hoy; no permitiré que te cases con Diego ni seguiré tolerando tu arrogancia. Sé que si te casas con ese inútil te sentirás intocable y eso es algo que no soportaré”.
La tensión aumentaba mientras comenzaba un forcejeo dentro de la habitación. Elena gritaba pidiendo ayuda a su madre, quien se suponía debía estar en casa, pero nadie acudía en su rescate.
En un último y desesperado intento por defenderse, Elena empujó con todas sus fuerzas a su atacante y se lanzó hacia la puerta, anhelando escapar de aquella pesadilla. Pero la astucia de su oponente fue implacable; con un movimiento rápido, la tomó nuevamente del brazo y la arrojó hacia atrás como si fuera un muñeco de trapo. Los altos tacones de Elena traicionaron su equilibrio, y cayó al suelo, su cabeza impactando brutalmente contra la fría mesa de mármol que dominaba la habitación.
“Te advertí que no te casaras con Diego. Y mucho menos me delatarás. Tengo planes, y nadie se interpondrá en mi camino”. La voz de la misteriosa figura resonaba en sus oídos como un eco sombrío mientras ella, tendida en el suelo, luchaba por aferrarse a la consciencia.
Con una sonrisa triunfal, su atacante abandonó la habitación, dejando a Elena vulnerada y sola. Sus labios estaban secos y agrietados; las lágrimas brotaban de sus ojos mientras su cuerpo se negaba a moverse. Ante ella danzaban los recuerdos más felices de su vida, desvaneciéndose uno a uno con cada respiración que se tornaba más difícil. Su vestido blanco de novia estaba manchado con sangre oscura y espesa, un contraste aterrador con su piel pálida que comenzaba a perder el calor vital.
El dolor se desvanecía, como si el mundo a su alrededor se desdibujara. Una sonrisa melancólica se dibujó en sus labios al evocar los dulces momentos compartidos con Diego. En un último suspiro, la vida se le escapó entre los dedos, dejando solo un eco de lo que pudo haber sido.
Ester entro en la habitación de su hija con una enorme sonrisa. “Siento la demora hija, pero tú papá no encontraba sus gemelos y ha sabes cómo se pone con...”. Ester quedó en shock ante la escena que estaba frente a ella. Corrió hasta donde estaba su hija en un charco de sangre, un grito desgarrador salió de lo más profundo de su alma y sus gritos ahogados llamaron la atención de Augusto quien las esperaba al final de las escaleras. Corrió como loco hasta llegar a la habitación de su hija, encontrándose la escena más desgarradora. Sintió su mundo venirse abajo al ver a su esposa abrazando a su hija. Presintiendo lo peor, se acercó tomando la muñeca de Elena tratando de encontrar signos que le dieran una pista de que su hija aún seguía viva.
Camila entro a la habitación después de escuchar los gritos, al encontrarse con la escena llamo a una ambulancia, después de unos minutos los paramédicos llegaron y quisieron darle los primeros auxilios a Elena, pero ya era demasiado tarde. El temor de Augusto se hizo realidad y su hija ya se había marchado de este mundo.
Te felicito y deseo que coseches éxito tras éxito 👍💐
Algo no me cuadra en este misterio sin resolver🤔🤔🤔