Mi Único Cielo Eres Tú

Azael quien gracias a su buen oído angelical podía escuchar lo que allí dentro ocurría se puso alerta, ya que al parecer el desconocido tenía intenciones algo ¿extrañas? para con Adalyn.

Adalyn se sintió incómoda y desconcertada por las palabras del hombre frente a ella y trató de alejarse, pero Ethan se lo impidió posando sus brazos a los lados del cuerpo de la muchacha, La acorraló suavemente entre su cuerpo y la estantería de libros haciendo que Adalyn contuviera el aliento.

-Que...¿qué estás haciendo?- preguntó con voz temblorosa observando que la mirada de Ethan se dirigía a sus labios.

-Voy a hacer lo que deseo hacer desde el primer momento en que te ví- respondió él acercando su rostro al de la muchacha...

Azael, desde afuera distinguió el miedo en la voz de Adalyn, y decidió intervenir tocando la puerta para interrumpir cualquier cosa que allí dentro estuviera pasando. Lo hizo en el preciso instante en que Ethan se disponía a avanzar más. Adalyn agradeció internamente los toques en la puerta y tras notar que el hombre que la tenía acorralada se apartó unos segundos ella corrió a abrir la puerta. La acción oportuna de Azael sirvió para rescatar a la muchacha de una situación que estaba haciéndola sentir vulnerable y atrapada.

Cuando Ethan se giró ella aprovechó para escapar de entre sus brazos, corrió hacia la puerta, su corazon latia acelerado mientras giraba el pomo de la puerta, en tan solo unos minutos había experimentado un torbellino de emociones que iban desde el desconcierto a la incomodidad y ahora anhelaba un respiro. La presencia de Ethan le resultaba extraña, pero lo que más la había perturbado había sido la cercanía inapropiada que sintió cuando él inclinó su rostro sobre el suyo en un intento de besarla. Y no era que el tipo estuviera feo, sino todo lo contrario, pero algo en su interior le decía que debía mantenerse lejos de él.

Cuando la puerta se abrió un suspiro de alivio escapó de sus labios al ver a Azael, por primera vez desde que lo conocía se sentía feliz de que el jóven guardaespaldas estuviera cuidando de ella.

- ¡Azael!- exclamó Adalyn con alivio.

-¿Todo bien, señorita?- indagó él con una expresión tranquila en su rostro, un tono sereno pero con un deje de preocupación en su voz.

Adalyn asintió rápidamente agradecida por la oportunidad que se le presentaba para escapar de aquella situación.

-Si, todo bien- dijo intentando sonar convincente- necesitaba hablar contigo sobre el día de mañana- dijo improvisando buscando una buena excusa para salir de allí.

Los ojos de Azael la escudriñaron con detenimiento, como si tratara de ver más allá de sus palabras, sin embargo asintió comprensivamente.

-Por supuesto señorita, ¿Dónde quiere hablar al respecto?- le preguntó.

El alivio inundó a Adalyn cuando Azael aceptó su excusa sin cuestionarla.

-¿Podemos ir al jardín?- sugirió rápidamente- necesito aire fresco.

Azael inclinó la cabeza en señal de acuerdo y se hizo a un lado para dejarla pasar. Mientras caminaban por el pasillo la muchacha se sintió infinitamente agradecida por la intervención tan oportuna de su guardaespaldas, rescatándola de un momento aún más incómodo con el socio de su padre. La sensación de seguridad que le proporcionaba la presencia de Azael la sentía muy reconfortante, y se aferró a ella mientras se dirigían al jardín, dejando atrás el desasosiego que había experimentado momentos antes.

Una vez que llegaron al jardín, la muchacha se sentó en una de las bancas que allí había, soltó todo el aire que no sabía tenía reteniendo y Azael la miró de lado con expresión interrogante.

-¿De verdad está todo bien?- le preguntó claramente preocupado por ella, pues él podía sentir una fluctuación de sensaciones que provenían desde el interior de Adalyn.

-Sí- respondió ella, pero ese si no fue lo suficientemente convincente para el joven frente a ella, que sin pensarlo dos veces se sentó a su lado.

La muchacha notó la acción de Azael quien se sentó y se mantuvo en silencio unos minutos, lo observó de reojo con mucho detalle logrando apreciar el contorno de su rostro y el color de sus ojos y su cabello.

-¿Quién es ese tipo?- le preguntó él rompiendo aquel silencio extraño entre ellos.

-Un socio nuevo de papá- respondió ella sin ánimos de entrar en una discusión con él.

-¿Qué hacías con él en el despacho?- continuó indagando Azael.

-Mi padre me pidió que lo acompañara mientras él atendía una llamada.- dijo ella.

-¿Y por qué razón cuando abriste parecías muy nerviosa?- preguntó el muchacho, ella hizo silencio mientras negaba con su cabeza- ¡Ah, no!- exclamó Azael poniéndose de pie- ¡No me vayas a decir que por nada! Porque no voy a creerte y estoy dispuesto a averiguarlo.

Ella suspiró con resignación y decidió contarle, pensando que después de todo si no hubiera sido por él...

-Él me dijo algo que me incomodó- dijo ella apenada- y luego creo que estaba intentando besarme.

-¿Cómo que crees que intentaba besarte?- replicó Azael.

-Eso, él se acercó mucho a mí, demasiado para mi gusto y... cuando su rostro estaba muy cerca del mío apareciste tú- explicó la muchacha y a Azael un sentimiento extraño y desconocido se le instaló en el pecho.

-Debes decirle a tu padre- le aconsejó

-No creo que eso sea buena idea- dijo ella.

-¿Por qué no?- preguntó él.

-Porque es su socio y si tienen negocios juntos, no va a arriesgarlos porque el tipo me haya querido besar- afirmó la muchacha algo apenada.

-¿De verdad crees que él haría eso?- le preguntó dudando.

-No lo creo, estoy segura- le respondió ella con un dejo de tristeza en su voz.

-Entonces se lo voy a decir yo- afirmó él.

-Como quieras, pero no creo que sirva de algo- replicó ella- Ahora, ¿podrías acompañarme a mi habitación?

-Claro que si- le dijo él y ambos caminaron en silencio hacia él interior de la mansión, cuando llegaron a la habitación de la muchacha ella entró, cerró la puerta y luego de asegurarse de que Ethan no anduviera por allí, Azael se giró para irse a su propio cuarto.

-Azael- el joven detuvo sus pasos al escuchar la voz de Adalyn a sus espaldas, se dio media vuelta y pudo observar que ella asomaba la cabeza en el espacio que dejaban la puerta y el marco - Gracias- le dijo ella y luego volvió a cerrar la puerta.

-No tienes por qué darlas- susurró él y se marchó.