Él necesitaba con urgencia una solución inmediata a su problema, ella estaba en el lugar y momento justos.
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Medidas desesperadas
Mía subió al coche que Matt le había dicho estaba listo y dispuesto para llevarla al hospital a ver a su madre, la muchacha viajó durante todo el camino bastante escéptica por todo lo acontecido desde que lo conoció, ya que encontrar a ese hombre era demasiado bueno como para ser real.
La joven llegó al hospital con mucha ansiedad, caminó hacia la sala de médicos y pidió hablar con el doctor Martinez o la doctora García, pero ninguno de ellos se hallaban de guardia. Así que caminó hacia la habitación donde se hallaba Ana, asomó la cabeza y la vio profundamente dormida, entró sin hacer ruido con mucho cuidado de no despertarla, se sentó en la silla que se hallaba a su lado y mientras pensaba en la fea situación que había vivido horas atrás, su piel se erizó y un escalofrío lleno de miedo la invadió.
-¿Qué me habrían hecho esos dos si Matt no hubiera llegado?- susurró, incapaz de imaginar la respuesta a su pregunta.
Mía estaba sentada junto a la cama de su madre, en el hospital, la mujer se veía de mucho mejor semblante del que tenía cuando la habían ingresado al nosocomio. La joven mujer observaba con preocupación el rostro tranquilo de su madre mientras dormía, pero su propia angustia era evidente en su expresión.
Cuando Ana finalmente abrió los ojos, Mía trató de ocultar su preocupación, pero fue inútil. Los ojos de Ana rápidamente captaron tristeza y algo más que ella no era capaz de descifrar en el rostro de su hija.
-¿Qué pasa, cariño?- preguntó Ana con voz suave pero llena de preocupación.
Mía bajó la mirada, sintiéndose incapaz de ocultar sus sentimientos.
-No es nada, mamá. Solo estoy un poco cansada.
Ana suspiró, sabiendo que su hija no estaba siendo sincera.
-Mía, sabes que puedes confiar en mí. ¿Qué es lo qué te preocupa?- indagó su madre.
Las lágrimas comenzaron a acumularse en los ojos de la muchacha mientras luchaba por contener sus emociones.
-Es solo... ver que estás aquí de nuevo, mamá. Me asusta. Tengo miedo...de perderte- dijo entre sollozos la muchacha.
Ana tomó la mano de su hija con ternura.
-Mi amor, no tienes que preocuparte. Esta batalla la enfrentaremos juntas, como lo hicimos antes. Nada de esto es tu culpa. Y nada malo va a pasar, lo prometo.
Las palabras de Ana trajeron consuelo al corazón de Mía. La esperanza de que juntas, madre e hija, se prepararían para enfrentar una vez más la difícil batalla contra la enfermedad, era simplementeun hecho.
En medio de un abrazo, cálido y reconfortante ambas mujeres vieron entrar a un médico que no habían visto antes.
-Buenas tardes- dijo el galeno.
-Buenas tardes- replicaron las dos al mismo tiempo.
-Soy el doctor Monser- se presentó el hombre que debería tener poco más de cincuenta años- Necesito hablar con usted señorita Miller- agregó dirigiéndose a la muchacha, ella hizo un gesto de afirmación.
Mía sintió un nudo en el estómago cuando el médico la llamó para hablar con ella. Se despidió de su madre con una sonrisa forzada, prometiéndole que regresaría pronto, y siguió tras los pasos del médico hacia su oficina. Al ver la placa en la puerta que decía "Director", su corazón comenzó a latir con ansiedad y expectativa.
Una vez dentro de la oficina, el médico la invitó a sentarse. Mía se acomodó en la silla, tratando de mantener la compostura mientras el médico comenzaba a hablar.
-¿Cómo puedo ayudarlo, doctor?-preguntó Mía, tratando de ocultar su nerviosismo.
El director del hospital se presentó nuevamente, aunque esta vez le dijo cual era su especialidad y luego pasó directamente al punto.
-Como el director de este hospital. Lamento tener que decirle que hemos notado que el primer pagaré para el tratamiento de su madre está vencido- dijo el médico con amabilidad- Necesitamos que se realice el pago en las próximas 48 horas, de lo contrario, lamentablemente, nos veremos obligados a suspender el tratamiento que se le está suministrando a su señora madre y de esa manera también ella deberá abandonar el hospital.
Mía sintió como si el suelo se abriera bajo sus pies. -¿Qué? ¡Pero no tenía idea de que estuviera vencido! Creí que aún me quedaban un par de días- exclamó preocupada.
-Me temo que se ha equivocado- acotó el galeno.
- Ok, ok- dijo la muchacha respirando de manera pausada- ¿Hay algo que pueda hacer al respecto?"
El director del hospital mantuvo su expresión seria. -Lamentablemente, las políticas son claras. Necesitamos el pago para poder continuar con el tratamiento. Le recomendaría que busque una solución lo antes posible.
Mía asintió con la cabeza, sintiendo la presión y la urgencia de la situación. Sabía que tenía que encontrar una solución rápidamente para poder asegurar el tratamiento de su madre.
Mientras tanto en su mansión Matt recibía una llamada, la cual esperaba ansioso...
El teléfono de Matt vibró sobre su escritorio, interrumpiendo el silencio de su despacho, luego de que Mía se marchara él decidió ocupar su tiempo trabajando. Con un gesto rápido, levantó el dispositivo y contestó.
-Sí, dime- ordenó pues sabía perfectamente de quien se trataba, la voz desde el otro lado de la línea se oía calmada y segura.
-Matt, te envié la información que pediste sobre Mía- anunció Dave su asistente personal y amigo, en un tono profesional, mientras sus acciones demostraban su eficiencia.
-Perfecto. Gracias- respondió Matt con gratitud, sintiendo un alivio momentáneo.
-¿Necesitas algo más?- preguntó su asistente, quien estaba siempre listo para ayudar.
-No, eso es todo por ahora. Gracias de nuevo- dijo Matt antes de cortar la llamada.
Dejando escapar un suspiro tenso, Matt pasó una mano por su cabello desordenado. Sabía que esta información era crucial para entender lo que estaba sucediendo con Mía. Se apresuró a abrir su correo electrónico, con su corazón latiendo rápidamente por la anticipación.
En la bandeja de entrada, destacaba un correo electrónico reciente de su asistente. Matt hizo clic sin vacilar, y el mensaje se abrió ante él. La información que necesitaba estaba justo ahí, en blanco y negro, detallada en el informe del detective que habían contratado para investigar todo lo que tenía que ver con Mía.
Con manos temblorosas, Matt comenzó a leer cada palabra con cuidado, absorbiendo cada detalle mientras la verdad se develaba frente a él. Con cada línea, su comprensión se agudizaba, y finalmente, llegó a entender el motivo urgente que llevó a Mía directamente al hospital.
-¡Maldita sea!- exclamó Matt en voz alta, dejando escapar una mezcla de frustración y preocupación. La situación se estaba volviendo más complicada de lo que había imaginado.
Sin perder más tiempo, se puso de pie de un salto, decidido a actuar en consecuencia. Esta nueva revelación cambiaría el rumbo de muchas cosas.
pobre mía, se quedo frustrada jajajaja 🤣