En un mundo donde la lealtad y el deseo se entrelazan, una joven se encuentra atrapada entre la pasión y el peligro. Tras un encuentro inesperado con un enigmático mafioso, su vida da un giro inesperado hacia lo prohibido. Mientras la atracción entre ellos crece, también lo hace el riesgo de entrar en un juego mortal de poder y traición.
Sumérgete en una historia cargada de erotismo y tensión, donde cada decisión puede costar caro. ¿Podrá su amor desafiar las sombras del crimen, o caerá presa de un destino que la dejará marcada para siempre? Una novela que explora los límites del deseo y la redención, perfecta para quienes buscan emociones intensas y giros inesperados.
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Cap 18: La Trampa del Poder
El silencio se instaló en la habitación, pesado y tenso, como si el aire se hubiera vuelto denso y difícil de respirar. Ana se encontró atrapada en la mirada de los dos hermanos, ambos esperando su próxima jugada. Sabía que había colocado sus cartas sobre la mesa, pero el peligro era inminente; cada palabra podía ser un paso hacia su liberación o hacia su perdición.
“Lo que estás proponiendo es peligroso, Ana”, dijo Marco, el líder, rompiendo el silencio. “Tienes que entender que hay muchos ojos puestos en ti. La gente no olvida ni perdona fácilmente. Si decides traicionar a Alessandro…”
“No estoy aquí para traicionar a nadie”, interrumpió Ana, sintiendo que el fuego de la determinación comenzaba a consumirla. “Solo quiero poner fin a esta guerra. Si hay una manera de negociar la paz, la encontraré. Pero no puedo hacerlo sola.”
Marco, el traidor, soltó una risa burlona. “¿Negociar? ¿Con un hombre que ha hecho de la violencia su forma de vida? Alessandro no va a ceder. Siempre ha sido así, y por eso está en esta situación. No lo subestimes, Ana.”
Ana lo miró, una chispa de desafío brillando en sus ojos. “No estoy subestimando a Alessandro. Conozco su fuerza. Pero también sé que hay algo más que la pura fuerza bruta. La astucia y la inteligencia son igual de poderosas en este juego.”
Marco, el líder, se recostó en su silla, evaluándola. “Quizás haya algo de razón en tus palabras. Pero, ¿qué te hace pensar que yo o mi hermano querríamos escuchar tus términos? Ambos queremos lo mismo: el control. Y eso no se logra a través de conversaciones amables.”
“Lo que se logra es un ciclo interminable de muertes”, dijo Ana, con voz firme. “Ustedes son hermanos, y esta guerra no solo les está destruyendo a ustedes, sino también a todos los que les rodean. ¿Qué ganan con seguir así? La victoria no es más que un espejismo si hay sangre en sus manos.”
“¿Y qué propones, Ana?”, preguntó Marco, el traidor, inclinándose hacia adelante con interés. “¿Cómo planeas convencer a Alessandro de que la paz es una opción? ¿Vas a usar tus encantos, tu belleza?”
Ana sintió el ardor de la rabia encenderse en su interior, pero mantuvo la calma. “No necesito usar nada de eso. Solo tengo que hablar con él. Y convencerlo de que este ciclo de venganza no es el camino correcto. Hay algo más en juego, y si lo que buscan es poder, deben reconocer que hay formas de obtenerlo sin derramar más sangre.”
Los ojos de Marco, el líder, se estrecharon. “Si estás tan decidida, entonces tendrás que hacer algo que no te gustará, Ana. Tendrás que demostrar tu lealtad. Haz que Alessandro crea que estás de su lado, y solo entonces podremos hablar de negociaciones.”
Ana sintió una punzada de desesperación. “¿Qué es lo que quieren que haga? Estoy dispuesta a arriesgarme, pero no puedo traicionar a alguien que ha luchado por mí.”
“Te estamos dando una oportunidad”, respondió Marco, el traidor, con voz suave pero amenazante. “Si logras convencerlo de que estás con él, tal vez haya una forma de salir de esta sin más muertes. Pero si él se entera de que estás trabajando con nosotros… bueno, no quiero pensar en las consecuencias.”
La tensión en la sala se volvió insoportable. Ana se dio cuenta de que estaba atrapada entre dos fuegos: la lealtad hacia Alessandro y la tentadora oferta de poder que representaban los hermanos. Tenía que actuar, pero cada opción parecía más peligrosa que la anterior.
“Está bien”, dijo finalmente, con la voz más firme que pudo reunir. “Si eso es lo que quieren, lo haré. Pero no pienso quedarme de brazos cruzados. Haré que Alessandro me escuche, y lo convenceré de que hay otra forma.”
Marco sonrió, y en su mirada había un destello de respeto mezclado con la astucia de un depredador. “Espero que estés lista, Ana. Este juego no es para los débiles. Te sugeriría que comiences a pensar en tu próxima jugada.”
Ana se levantó, sintiendo el peso de su decisión aplastante sobre sus hombros. No sabía si había tomado la decisión correcta, pero no había vuelta atrás. Tenía que infiltrarse en el corazón de la lucha, y lo haría mientras mantenía su lealtad a Alessandro, aunque eso significara jugar un juego peligroso con los hermanos.
Mientras se alejaba del salón, su mente giraba en busca de una estrategia. Sabía que necesitaba una forma de comunicar su verdadero plan a Alessandro, de hacerle entender que había un camino diferente. Un camino que podría salvar no solo sus vidas, sino también la de todos los que habían quedado atrapados en este conflicto.
Cuando llegó a la habitación que le habían asignado, se sentó en la cama y comenzó a trazar un plan. La idea de traicionar a Alessandro la consumía, pero sabía que el verdadero acto de traición sería dejar que la guerra continuara. Tenía que encontrar la manera de hacer que él entendiera la situación.
Mientras pensaba, su mente se llenó de recuerdos de Alessandro: su risa, su determinación, la forma en que siempre había estado dispuesto a luchar por ella. No podía dejar que todo eso se perdiera en la oscuridad de la guerra. No podía permitir que la historia de amor que habían construido se convirtiera en cenizas.
Ana cerró los ojos y respiró hondo, tratando de calmar el torbellino de emociones. **Sabía que el camino por delante sería difícil, pero estaba dispuesta a enfrentar lo que viniera. Era hora de actuar y, con suerte, cambiar el rumbo de esta guerra.**
La batalla por el poder estaba en su apogeo, y Ana estaba lista para enfrentarse a los ecos de la traición.