MI DUQUESA

Constanza quedó paralizada al leer la carta, al entrar Alberto a la habitación, ella lo miro.

-¿Cariño?- pregunto, pero su esposa casi se desvaneció, así que corrió a socorrerla -¿Qué ha sucedido?- y la Duquesa le entrego la carta, la cual comenzó a leer de inmediato frunciendo el ceño -Juro que no tenía idea de esto.- continuo levantando la mirada hacia ella.

-Entonces el problema soy yo.- comento Constanza dejándose caer en la orilla de la cama.

-¿Que?- pregunto él.

-ES por mí que no quedo embarazada si Inés es tu hija.-

-¿Es lo único que te importa de todo esto?- pregunto Alberto, pero ella lo miraba con los ojos llenos de lágrimas, un poco aturdida -No sabemos siquiera si es verdad... ¡Pero lo averiguaremos!-

-¿Qué? ¿Qué harás?- preguntaba Constanza mientras lo seguía -¡Alberto!-

Mientras tanto, en la habitación, Cristof estaba sentado en el sofá junto a Inés, mientras ella leía, demasiado bien a decir verdad. El joven la contemplaba muy atento, la chica se percató de esto y bajo el libro.

-¿Qué sucede?- pregunto.

-Nunca hemos hablado de lo que dije cuando estaba herido.- respondió.

-Casi no lo recuerdo...- mintió ella y bajo la mirada avergonzada -Además, entiendo que estabas muy confundido por la situación.-

-La dije, porque es lo que siento.- agrego Cristof tomándole la mano.

-Pero... serás Marqués y yo solo soy una sirvienta.- insistió la joven.

-Rechazo todo por ti.-

-Cristof, yo no soy digna de ti, ya he sido mansi...- estaba tratando de decir, pero él apoyó sutilmente los dedos en sus labios para callarla.

-No me importa, eso no fue tu culpa y no hace que cambie mis sentimientos.- la contradijo, se acercó lentamente, la chica se quedó inmóvil, hasta que apoyo sus labios sobre los de ella, quien temblaba. En ese momento Cristof se dio cuenta de que nadie, antes, la había besado. Al intentar meter la lengua en la boca de ella, Inés se apartó bruscamente y lo miro asustada. Y era entendible, luego del suceso que vivió la chica, era evidente está reacción, pero no se dio por vencido, tenía que borrar con amor los traumas del pasado. Se acercó de nuevo a ella, sigilosamente, y volvió a apoyar sus labios en los de ella, luego comenzó a moverlos, lentamente para poder separar los de la muchacha. Cuando lo logro, comenzó a ingresar su lengua, lentamente en la boca de Inés, quien está vez, si la recibió y dejo que juegue con la suya, con torpeza siguió, mientras le rodeaba el cuello con las manos.

Era un muy bello momento, pero Alberto entro de repente, sin golpear y los interrumpió. Constanza los seguía detrás.

-¿Qué ocurre? Padre.- pregunto él muchacho sorprendido.

-La siento, de verdad, lo siento.- dijo el Duque, dándose cuenta de la interrupción -Necesito hablar con Inés.-

-Alberto...- lo llamo Constanza y él le hizo un gesto con la cara para tranquilizarla.

-¿Conmigo?- pregunto la joven, parándose confundida.

-Sí.- afirmó él entregándole la carta -¿Sabes leer bien?-

-Con un poco de dificultad, todavía.- contesto, pero aun así la tomo.

-¿Qué ocurre?- volvió a preguntar Cristof sin entender nada.

-Luego te explico.- respondió Alberto -¿Sabías algo de esto?- pregunto y espero que la muchacha termine de leer la carta de modo lento, cuando termino lo miro abriendo grandes los ojos.

-¡Juro que no sabía nada!- exclamó desesperada y con los ojos llenos de lágrimas.

-Alberto...- lo volvió a nombrar Constanza, quien la miro y luego a su supuesta hija.

-No te preocupes, nada de esto es tu culpa.- le dijo a Inés acariciando su mejilla.

Luego salió a toda velocidad de la habitación, seguido por su esposa, mientras Cristof abrazaba a la joven, quien había quedado muy afectada.

Constanza siguió a su esposo hasta la habitación.

-¿Qué harás?- pregunto al ver qué Alberto llevaba algunas prendas a la cama.

-Rita no sabía escribir, cómo allí dice, debo localizar al párroco que escribió por ella.- decía sin dejar de moverse -Iré hasta San Basilio, en donde la ejecutaron, para tratar de encontrar una pista.-

-Pero... Eso te llevará mucho tiempo...- comento ella.

-Él viaje es corto, lo difícil es encontrar al confesor, no sabemos siquiera el nombre.-

-Alberto...- lo llamo ella acercándose y apoyando la mano en su pecho -Ten cuidado, por favor, amor mío.-

Él la miro muy dulcemente.

-Claro que si cariño.- dijo dandole un beso.