Continuación de la historia "Una vida llena de misterios y fantasías".
Feng Bao-Liang una pequeña princesa fue bendecida por un misterioso ser sobrenatural que los hombres apodaron el "Gran Dios Fénix". Y así un pequeño pueblo se convirtió en un gran imperio, abasteciendo a los ciudadanos de toda la fertilidad de la tierra.
pero...¿Por qué? nadie lo sabía...
Cuando la princesa nació, el gran fénix se presentó y la nombró como tesoro imperial.
El tiempo pasó y la princesa creció junto a su hermano mayor.
Todo parecía ir de maravilla hasta que la guerra se desató; entonces las cosas cambiaron...la vida de la pequeña princesa cambió completamente.
Ahora ella debe proteger a su imperio, buscar el porqué ese fénix la cuida y le enseña a controlar su maná espiritual sin pedir nada a cambio...¿Logrará Bao-Liang encontrar respuestas antes de lo inevitable? Porque después de todo un destino cruel le espera..
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Capítulo 18:
La noticia de que la guerra había terminado se esparció a lo largo y ancho del gran imperio. Y una vez más, el imperio Feng era proclamado "Indomable e indestructible".
Los habitantes celebraban la victoria definitiva.
La llegada del gran ejército Feng a la capital causó un alboroto, mujeres, niños, jóvenes y ancianos vitoreaban de alegría. Flores se esparcían por el camino que iba hacia el palacio.
— ¡Ejército Feng, soldados del Dios Fénix! —
Seguida de esas palabras el pueblo levantaba las manos con entusiasmo.
En las puertas del palacio la emperatriz esperaba ansiosa la llegada del emperador junto a sus valientes generales.
El emperador fue recibido con aclamaciones mientras caminaba hacia el interior del salón principal. Los ministros inclinándose.
— Sea bienvenido, su majestad. —
Exclamaron los ministros con la cabeza inclinada.
— Por favor, levántense. —
— Un gran banquete debe celebrarse en honor a nuestros valientes soldados y al gran Dios Fénix. —
Dice el ministro Fei dando un paso delante, los demás asienten estando de acuerdo.
— Su majestad, no quiero ser descortés. Sin embargo no cree que ese banquete es demasiado teniendo en cuenta que su alteza, la princesa real falleció en la batalla, ¿no podríamos ver este triunfo como un regalo de consuelo para ella? —
Opina uno de los ministros dando un paso al frente, los ministros que estan de acuerdo con esta observación salen de la fila y se forman detrás del hombre mayor respaldando su palabra.
— Estamos de acuerdo con el ministro He. —
Repiten, el ministro Fei incrédulo da otro paso al frente inclinando la cabeza ante los emperadores.
— Su majestad, estoy en contra de esa opinión. Los soldados lucharon en el campo de batalla, merecen ser celebrados. En cuanto a la princesa real, ella...Solo fue un estorbo. —
— ¡Tú! ¡Te atreves a faltarle el respeto a la princesa real! —
El ministro He señala al hombre con indignación, este por su lado sonríe ya que logró molestar a su contrincante. El emperador golpea ligeramente el reposabrazos de su trono. Los dos ministros se inclinan nuevamente.
— Su majestad, he ofendido la memoria de su alteza. Merezco ser castigado, aunque este fiel servidor solo ha pensado en los soldados del ejército Feng. —
— Majestad, el ministro Fei acaba de ofender a su alteza y a pesar de que esto vaya en contra de sus decisiones. Yo no puedo permitir que el tesoro imperial sea tratado de esa forma. —
El emperador observa la sala, por un lado los ministros que apoyan que aquella victoria fuera una conmemoración por la muerte de su hija; por otro lado otro número más reducido negandose a aceptarlo y pidiendo un banquete para celebrar. No se podía disimular a los traidores que Bao-Liang le había mencionado antes de partir de regreso.
— Bien, viendo que el ministro Fei piensa en el imperio, que sus mil azotes se reduzcan a cien y preparen un gran banquete para celebrar. —
La sonrisa que empezaba a esbozar el ministro Fei fue reemplazada por una expresión de sorpresa y terror, pues a su parecer era el servidor más importante del emperador y que este no se atrevería a castigarlo.
— Majestad, majestad yo...—
— ¿Tiene alguna objeción ministro Fei? —
Pregunta con una mirada severa el emperador, el hombre retrocede bajando la cabeza. Los guardias aparecen y lo escoltan a recibir su castigo. El salón queda en silencio, pero con la satisfacción de los ministros al lado de la pequeña princesa.
— La reunión ha terminado, pueden retirarse. —
Ordena el emperador, los ministros hacen una última reverencia para después salir del lugar, quedando solo el general Wei y el príncipe heredero.
— Padre, me opongo a esa celebración. —
El chico sube los escalones para llegar al trono de su padre.
— Apoyo al ministro He. —
Agrega la emperatriz levantándose de su trono para caminar y pararse al lado de su hijo.
El general Wei suspira y una pequeña sonrisa adorna su rostro.
— Hija, Xiao-bao está bien. —
— ¡¿Qué?! —
La mujer con lágrimas en los ojos se acerca a su padre sin saber si creerle o no.
— No es gracioso. —
— La pequeña Bao-Liang sigue con vida y ella es quien derrotó al enemigo. —
Aclara el emperador con una sonrisa, el príncipe heredero mira a su padre con ojos llenos de esperanza esperando que aquello no fuera mentira.
— Padre, ¿la hermana menor realmente está bien? —
— Por supuesto, incluso creo un artefacto capaz de transmitir su imagen y hablar directamente con nosotros. —
El general Wei manda a traerlo, el soldado da un paso al frente y descubre un pequeño objeto con fondo de espejo.
— ¿Un espejo? —
La emperatriz se acerca a su padre para verificar lo que creía que era. El mayor se hace un corte en uno de sus dedos para después dejar la gota de sangre caer sobre el espejo.
— Padre...—
La gota fue tragada por el espejo y una luz iluminó su contorno, entonces apareció el rostro de la pequeña niña en el interior del espejo.
— Abuelo. —
— ¿Xiao-bao? —
La emperatriz se cubrió la boca con ambas manos, sus ojos vidriosos por la alegría de volver a ver el rostro de su pequeña.
— Madre, ¿Está bien? —
Pregunta la niña a través del espejo, la mujer niega con la cabeza y abraza a su esposo con felicidad.
— ¿Te lastimaste en alguna parte?—
El príncipe la mira con preocupación, Bao-Liang sonríe negando con las manos. Con la nariz roja y las mejillas sonrojadas.
— La nieve ha empezado a caer, el tío y yo salimos a dar un paseo, pero tuve que regresar pronto, ya que el abuelo se comunicó. —
Explica ella acomodándose en su pequeño escritorio. La mujer sonríe y se limpia las lágrimas que escaparon de sus ojos.
— Me alegra que estés bien, pequeña. —
Comenta el general Wei.
— ¿Cuándo piensas volver? —
Pregunta la emperatriz, Bao-Liang levanta la cabeza y observa a la nada por unos segundos antes de responder.
— Por el momento no volveré madre, hasta que los traidores decidan revelarse. —
— ¿Traidores? ¿Te refieres a que hay traidores en la corte? —
Cuestiona la mujer y la niña asiente rápidamente.
— Fueron ellos los que revelaron mi paradero al enemigo. Por eso deben seguir creyendo que yo estoy muerta. —
— Entiendo, cariño. No te preocupes, tu seguridad es lo primordial. —
Agrega y la pequeña princesa sonríe.
— La fiesta se celebrará y padre dará a conocer que en el camino conocieron a una gran guerrera que apoyó al ejército. —
El emperador asintió estando de acuerdo.
La charla se prolongó en donde Bao-Liang explicó a sus padres sobre los ministros traidores y su plan de rebelarse contra el imperio. La niña mencionó a uno por uno de los hombres y cómo debían recopilar información de ellos para el momento adecuado.
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Una disculpa por no actualizar seguido.
Pero este es solo el comienzo de la historia. Todavía viene más.
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