Un Omega Disfrazado~

Ross observaba la interacción entre Cassian y Elliot desde el balcón de su habitación, apoyado en la barandilla con una expresión divertida. Su hijo no se molestaba en ocultar su interés, lo cual le resultaba fascinante. Cassian nunca había mostrado un interés real en nadie antes, mucho menos con tanta insistencia.

—¿Qué te tiene tan pensativo, amor?

Una cálida voz interrumpió sus pensamientos antes de que unos brazos fuertes lo rodearan por la espalda, atrayéndolo contra un pecho firme.

—¿Demian? ¿Ya has vuelto? —preguntó, reconociendo al instante el aroma distintivo de su esposo, una mezcla de vino y melocotón.

—Volví temprano porque quiero llevarte a cenar afuera. Quiero tener una cita contigo —respondió él con voz profunda.

Ross se recargó en su pecho con una sonrisa, disfrutando del calor de su pareja. Aún abrazados, ambos dirigieron su mirada hacia Cassian, quien continuaba molestando a Elliot con evidente satisfacción.

—¿Está bien que Cassian siga comportándose así con Elliot? —preguntó Ross, arqueando una ceja.

—Cassian cree que Elliot podría haber sufrido amnesia y haber perdido parte de sus recuerdos. Quiere ayudarlo a recuperarlos poco a poco —explicó Demian con calma.

—¿Y qué hay de su familia?

—Todavía estoy reuniendo pruebas. No podemos actuar sin información sólida. Hay muchas piezas que no encajan, y me temo que algo más grande está ocurriendo entre las sombras. Tendremos que usar una carnada para atrapar varios peces a la vez.

Ross suspiró mientras entrecerraba los ojos.

—Siempre hablas así… —se quejó, sin poder evitar sonreír.

Demian lo giró suavemente para mirarlo a los ojos.

—Entonces, ¿qué dices de nuestra cena, amor?

—Está bien, iré a prepararme. Hace tiempo que no tenemos una cita —respondió Ross, dándole un beso rápido antes de alejarse.

Como era costumbre, cuando salían juntos, no regresaban hasta el día siguiente.

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Aprovechando la ausencia de sus padres, Cassian ordenó a los sirvientes que prepararan una tienda de acampar en el jardín.

—Celine y yo vamos a acampar esta noche, así que preparen también una fogata —pidió con entusiasmo.

Todo era parte de su plan para jugar verdad o reto.

—Tengo mucha tarea, mejor jueguen ustedes dos. Tú y tu sirviente. Además, solo me siento como un estorbo entre ustedes —rechazó Celine con fastidio, cruzándose de brazos.

—Elliot no aceptará si solo estamos los dos. Tú solo serás la distracción. Luego, en medio del juego, puedes decir que te duele el estómago y marcharte —insistió Cassian, guiñándole un ojo.

Celine bufó con frustración.

—Hermano, de verdad, ¿qué le ves a ese sirviente tan feo? —preguntó, frunciendo el ceño.

Cassian se molestó de inmediato a escuchar lo que dijo Celine. Solo él podía llamar feo a Elliot, nadie más.

—Ese es mi apodo cariñoso para Elliot, así que no lo vuelvas a llamar así —advirtió con seriedad.

—¡Pff! ¿Desde cuándo feo es un apodo cariñoso? Los apodos cariñosos son cariño, amor o precioso, como papá le dice a mamá —replicó Celine con ironía.

—No me importa, simplemente no lo llames así, ¿entendido?

—Sí, sí… Supongo que no solo la belleza es relativa, sino también la fealdad. Para ti, Elliot debe verse como un diamante —se burló Celine, rindiéndose.

Finalmente, la joven accedió a acompañar a su hermano a acampar.

Para entonces, los sirvientes ya habían montado la tienda y encendido la fogata.

—¿Vamos a cenar aquí, hermano? —preguntó Celine, observando el ambiente.

—Así es. Luego te daré mi ración de bocadillos —respondió Cassian con una sonrisa traviesa.

Celine negó con la cabeza.

—Solo comeré ensalada. Estoy en una dieta muy estricta y no pienso romperla.

—¡Pfft! Jajaja —Cassian soltó una carcajada.

—Veamos cuántos kilos subes este mes, gorila —se burló, disfrutando de molestarla.

—¡Ugh, hermano…! —Celine intentó golpearlo, pero él esquivó su mano con facilidad, iniciando una persecución por el jardín.

—¡Vamos, atrápame! ¡Así comienzas a quemar esa grasa! —se rió Cassian.

Mientras tanto, Elliot ya había llegado al jardín y observaba la escena con incredulidad. Al parecer, no era el único que sufría con las bromas del joven alfa.

Cuando Cassian notó su presencia, detuvo su carrera de inmediato, alisó su camisa y se peinó con los dedos antes de caminar hacia él con expresión satisfecha.

Con una sonrisa juguetona, se arrodilló frente a Elliot y extendió una mano, como si estuviera recibiendo a un príncipe de un cuento de hadas.

—¿Qué estás haciendo, joven amo? —preguntó Elliot, sintiéndose incómodo por la atención, especialmente con los sirvientes observándolos.

—Dándole la bienvenida a mi feo pero querido novio. Vamos a acampar juntos esta noche, así que finjamos que Celine no está aquí. Sólo seremos tú y yo —dijo Cassian, tomando su mano con descaro mientras la besaba suavemente.

—¡Lo sabía! ¡No sirvo para nada estando aquí! —se quejó Celine, cruzándose de brazos.

Elliot intentó retirar su mano de inmediato, pero Cassian la sostuvo con firmeza, disfrutando de su incomodidad. Sus ojos oscuros brillaban con picardía bajo la luz de la fogata, mientras Elliot fruncía el ceño, sintiéndose atrapado.

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