Lágrimas De Cristal

Anya de manera que pasaba el tiempo en un país diferente y conviviendo con personas distintas, a las que ella estaba acostumbrada a tratar, sus miedos y timidez iban desapareciendo, pero había algo que le era aún difícil, y es que durante su crianza en el internado con las reglas y normas que aplicaban aprendió a ocultar o más bien, le habían enseñado a no expresar sus emociones.

Se le reprendía si lloraba, si estaba triste, incluso si reía mucho, oía constantemente frases que se le grabaron muy bien," las señoritas educadas no deben comportarse de esa manera" o frases como" las señoritas no deben reírse de esa forma, no es elegante" entre muchas más.

Después de comprar el vestido y los, demás accesorios para el evento, Bastian la invitó a almorzar, ella aceptó, pero estaba completamente callado, él la miraba que ella no se encontraba como de costumbre, así que le preguntó que le pasaba diciendo.

— ¿quieres pedir el postre primero?

— ¿Por qué debería de pedir el postre primero cuando se toma de último?, no le veo sentido, además no sé por qué venimos, yo no tengo hambre y estoy cansada, quiero irme a casa.

— claro que tiene sentido, cuando consumes algo dulce estando triste, mejora tu estado de ánimo, y a ti te gustan los postres, siempre quieres que yo los coma, ¿ahora eres tú la que no quiere?

— yo no estoy triste, solo estoy cansada, por eso quiero irme, para poder descansar y no quedarte mal está noche.

— vamos Anya, sé que todavía estás molesta, mira pediré postre para mí también sí.

— no soy una niña Bastian, así que, por favor, no me trates como una.

— está bien, si no quieres que te trate como una niña, entonces no te comportes como una.

— bueno, para que veas que no me comporto como una niña, voy a comer algo, y nos vamos, ¡ah! No quiero postre.

Replicó Anya mirando a otro lado, al regresar al departamento Anya sintió un poco de paz, pero no dejo que sus emociones le ganaran de nuevo, no quiso seguir pensando en nada que tuviera que ver con Bastian, pero se le hacía difícil.

Anya era determinada, siempre lograba lo que quería, incluso con cosas básicas y sencillas, si realizaba un trabajo o una simple mermelada, si no quedaba bien lo intentaba hasta obtener un excelente resultado, quiso hacer lo mismo con no pensar y olvidar a Bastian, pero esta vez no estaba resultando todo su esfuerzo, nunca imaginó que el mal de amores fuera más complicado de lo que imaginaba, nada que ver con las historias de amor románticas que solía leer por horas.

Al declinar el día Anya ya se preparaba para salir, horas antes había ido al salón de belleza, luego de ponerse el vestido de tirantes y corte princesa de tonalidad verdad esmeralda, al mirarse en el espejo, se sintió un poco incómodo, pero también le gustaba mucho como se veía con el maquillaje, no solía maquillarse tanto, solo aplicaba lo básico cuando tenía que asistir a un asunto importante, y la mayor parte del tiempo no lo usaba, como tampoco le gustaba usar tacones altos, no porque no supiera usarlos sino porque prefería los cómodos tenis.

A medida que pasaban los minutos se ponía más nerviosa, ya que sería la primera vez que salía como novia de Bastian, al tocar él la puerta, Anya procedió a abrirla, dejando a Bastian completamente hipnotizado como la primera vez que la vio, sintiendo un cosquilleo y lo que llamamos mariposas en el estómago, se quedó mirando sin pasar, Anya lo bajó de la nube en la que estaba, diciendo

— ya estoy lista, solo faltan mis sandalias.

— claro, todavía tenemos tiempo.

— ¿te quedarás ahí parado?

él siguió detrás de ella pensando en que, era una estupidez lo que su cuerpo estaba percibiendo, se miraron fijamente como nunca antes, sintiendo los dos ese inconfundible sentimiento de palmas sudorosas y corazón acelerado, estando tan cerca uno del otro, y el ambiente en total silencio, permitían oír los dos corazones latiendo gritos de amor, y un loco y oscuro deseo se apoderó de ellos, deseando los dos beber su aliento entrelazan sus labios en un intenso beso lleno de amor y pasión, dejando libre sus almas delirantes y el enorme deseo que los consumía, matándolos a fuego lento.

Anya quien jamás en su vida un hombre la había tocado, ni siquiera una mejilla, jadeando de deseo se detuvo al sentir las manos de Bastian que la tomaban fuerte, apretándola contra su pecho, se miraron sin decir una palabra, ella tímida y avergonzada, y él con una pasión que no podía controlar,