"Dos almas gemelas, unidas por el dolor y la lucha. Nuestras vidas, un eco de la misma historia de sufrimiento y desilusión. Pero cuando el destino nos ofrece una segunda oportunidad, debemos elegir: venganza o redención.
En un mundo donde las apariencias engañan y los rostros esconden secretos, la privacidad es un lujo inexistente. Las cámaras nos observan, juzgan y critican cada movimiento. Un solo error puede ser eternizado en la memoria colectiva, definir nuestra existencia.
Ante esta realidad, nos enfrentamos a una disyuntiva: buscar justicia personal y arriesgarnos a perpetuar el ciclo de dolor, o proteger y amar a quien necesita consuelo. La elección no es fácil, pero es nuestra oportunidad para reescribir nuestra historia, para encontrar un final feliz en este mundo de falsas apariencias."
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In the 9
La isla de Jeju me envolvió en cuanto bajé del avión, llenándome con una mezcla de nostalgia y entusiasmo. No era la primera vez que visitaba Jeju, pero esta vez era diferente. Estábamos aquí para grabar un programa de variedades, una oportunidad para mostrar un lado más relajado y divertido de Cloud9, lejos de los escenarios y las coreografías ensayadas. La idea era pasar un par de días grabando en distintos lugares icónicos de la isla, haciendo actividades que nos sacaran de nuestra zona de confort y nos permitieran conectar con los fans de una manera más personal.
El equipo del programa nos esperaba en el aeropuerto, saludándonos con sonrisas y cámaras que ya comenzaban a captar cada uno de nuestros movimientos. Era imposible olvidar que estábamos siendo filmadas, que cada risa, cada palabra y cada expresión se estaba documentando para ser mostrada al mundo. Aun así, había algo refrescante en estar aquí, lejos de Seúl y del ritmo agotador de la ciudad.
—¡Jeju Island, aquí vamos! —exclamó Ha-na, levantando los brazos con entusiasmo mientras el equipo de cámaras la seguía de cerca. Siempre había sido la más extrovertida del grupo, la que sabía cómo llenar de energía cualquier espacio en el que entrara.
Min-Ju, por otro lado, estaba ocupada tomándose selfies con el paisaje de fondo, sus comentarios ingeniosos ya comenzaban a entretener al staff y a los miembros del equipo. Me reí mientras la veía posar con su habitual gracia y carisma.
—¡Vamos, Jia! —gritó Ha-na, tirando de mi brazo—. ¡Hoy es día de diversión! Dejemos atrás todos los problemas y disfrutemos.
Sonreí, dejándome contagiar por su entusiasmo. Era fácil olvidar, aunque solo fuera por un momento, todo lo que estaba pasando. El viaje a Jeju era una pausa en medio del caos, una oportunidad para respirar y recordar por qué había amado tanto este mundo.
El primer lugar al que nos llevaron fue una playa de arena negra, famosa por sus vistas espectaculares y el sonido relajante de las olas rompiendo contra las rocas. Las cámaras captaban cada detalle mientras el presentador del programa nos explicaba la primera actividad del día: competir en una serie de juegos divertidos inspirados en las tradiciones de la isla.
Nos dividieron en equipos, y como siempre, la competencia amistosa entre nosotras empezó a elevarse rápidamente. Ha-na y yo estábamos en el mismo equipo, y juntas logramos ganar el primer juego, un reto de equilibrio sobre una tabla en el agua que nos hizo reír hasta que nos dolieron los músculos.
—¡Mira quién es la campeona ahora! —dijo Ha-na entre risas, levantando las manos victoriosas mientras yo la empujaba suavemente en broma.
La energía positiva y las bromas ligeras llenaban el aire, y por unas horas, me permití simplemente ser Jia, la chica que amaba estar con sus amigas, disfrutando de los pequeños momentos que hacían todo lo demás soportable.
Después de los juegos, nos llevaron a un mercado tradicional de Jeju, donde nos retaron a probar los platillos locales más inusuales. La comida era una mezcla de sabores nuevos y sorprendentes, y no pude evitar reírme al ver la expresión de Min-Ju cuando probó un bocado de sashimi de abulón.
—¡Esto sabe demasiado fresco! —exclamó, fingiendo una mueca de horror mientras todos estallaban en carcajadas.
Pero a pesar de la diversión y los constantes intentos del programa por hacernos reír, sentía un pequeño nudo en mi pecho. Cada vez que las cámaras se apagaban, me encontraba a mí misma pensando en Yeon-Jun y en la conversación que habíamos tenido. Había sido difícil dejarlo en Seúl, especialmente ahora que habíamos compartido algo tan real y significativo. Quería estar allí para él, apoyarlo, pero también sabía que este viaje era una oportunidad para despejar mi mente, aunque fuera solo un poco.
Cuando el día terminó, nos llevaron al hotel, un hermoso lugar con vistas al océano que se extendía hasta donde alcanzaba la vista. Decidí salir a dar un paseo sola por la playa cercana, buscando un momento de calma lejos del bullicio del equipo de filmación. Me quité los zapatos y dejé que la arena fría se filtrara entre mis dedos, observando cómo las olas se deslizaban suavemente sobre la orilla.
Sacando mi teléfono, me di cuenta de que había un mensaje de Yeon-Jun.
Yeon-Jun: Espero que estés disfrutando en Jeju. Te echo de menos, pero sé que necesitas esto. Recuerda que estamos en esto juntos, pase lo que pase.
Sus palabras me trajeron una mezcla de consuelo y nostalgia. Le respondí rápidamente, dejando que mis pensamientos fluyeran sin filtro.
Jia: Te echo de menos también. Jeju es hermoso, pero no es lo mismo sin ti. Volveré pronto, y enfrentaremos todo juntos, como siempre.
Guardé el teléfono y cerré los ojos, dejando que el sonido de las olas y el aire salado me envolvieran. Este viaje me recordaba que, aunque la vida como Jia estaba llena de desafíos, también tenía sus momentos de belleza y simplicidad que valían la pena. Y aunque mi corazón estaba dividido entre el presente y todo lo que estaba ocurriendo en Seúl, sabía que lo que realmente importaba era la conexión que había encontrado con quienes me rodeaban.
El segundo día de grabación comenzó temprano, con el sol apenas asomándose sobre el horizonte de la isla de Jeju. El equipo de producción nos había despertado antes de lo que hubiéramos querido, pero el entusiasmo era palpable. Hoy íbamos a la pista de go-karts, una actividad que prometía mucha diversión, competencia y, por supuesto, una buena dosis de caos entre nosotras.
Nos subimos a la furgoneta, todavía medio dormidas, pero la energía comenzó a subir rápidamente cuando llegamos al lugar. La pista era enorme, llena de giros cerrados, rectas rápidas y lo que parecían ser los obstáculos perfectos para un programa de variedades lleno de comedia. Las cámaras ya estaban listas, capturando cada reacción y cada broma desde el momento en que nos bajamos del coche.
—¡Esto va a ser increíble! —gritó Ha-na, con los ojos brillando de emoción—. ¡Les voy a ganar a todas!
Min-Ju sonrió y se estiró, luciendo despreocupada como siempre. —No subestimes mis habilidades, Ha-na. He jugado a Mario Kart toda mi vida, estoy lista para esto.
Me reí, dejándome contagiar por la energía competitiva de mis compañeras. Sabía que no tenía tanta experiencia con los go-karts, pero estaba dispuesta a divertirme, aunque significara quedar en último lugar. Los staff nos entregaron cascos y uniformes de carreras, y pronto estábamos listas para competir. Era como ser parte de una película de acción, y por un momento, olvidé todas mis preocupaciones y me dejé llevar por la emoción del momento.
El presentador del programa nos explicó las reglas: sería una carrera de tres vueltas y, aunque la velocidad no era tan alta como en una carrera real, la pista estaba llena de giros y obstáculos que prometían hacer la experiencia aún más emocionante. Nos colocamos en la línea de salida, con los motores rugiendo y las cámaras listas para captar cada segundo.
—¡En sus marcas, listas...! —gritó el presentador, y al oír el disparo de salida, todos los karts arrancaron a toda velocidad.
El ruido de los motores y el viento en mi cara hicieron que mi corazón latiera más rápido. Me olvidé de las cámaras, de los guiones y de todo lo que nos rodeaba. Solo éramos nosotras, compitiendo y riéndonos, como si fuéramos niñas otra vez, disfrutando de una carrera sin preocupaciones.
Ha-na se lanzó al frente rápidamente, gritando de emoción mientras tomaba la delantera. Min-Ju y yo nos peleábamos por el segundo lugar, adelantándonos mutuamente en cada curva y riéndonos a carcajadas cuando una de nosotras cometía un error. La pista estaba llena de giros inesperados, y cada vez que pensaba que había ganado ventaja, Min-Ju me adelantaba con una sonrisa traviesa.
—¡Eso es trampa! —grité, bromeando mientras ella me cerraba el paso en una curva.
—¡Todo vale en el amor y en las carreras de go-karts! —me respondió, riéndose.
A medida que avanzaba la carrera, las bromas y los gritos de emoción llenaban el aire. Cada giro era un desafío, y cada recta una oportunidad para acelerar y sentir la libertad de olvidar quiénes éramos fuera de esa pista. Ha-na seguía liderando, pero Min-Ju y yo no estábamos dispuestas a dejarla ganar sin dar pelea.
En la última vuelta, me armé de valor y decidí tomar un riesgo. Había un giro cerrado que había evitado en las primeras vueltas, pero ahora, con la adrenalina corriendo por mis venas, me lancé a toda velocidad. Logré adelantar a Min-Ju justo antes de la recta final, dejando escapar un grito de victoria mientras veía a Ha-na cada vez más cerca.
En un último esfuerzo, aceleré lo más que pude y, justo en el último momento, conseguí cruzar la línea de meta un segundo antes que Ha-na. Frené bruscamente, sintiendo una mezcla de euforia y sorpresa mientras las cámaras captaban mi expresión de pura felicidad.
—¡Eso fue increíble! —grité, quitándome el casco y dejando que mi cabello se soltara, sintiéndome viva de una manera que hacía mucho no experimentaba.
Ha-na se detuvo a mi lado, fingiendo estar molesta pero sonriendo de oreja a oreja. —¡Tramposa! No me dijiste que sabías manejar así.
—¡Ni yo sabía! —respondí, riéndome mientras las chicas se unían a mi lado, todas llenas de adrenalina y diversión.
El equipo del programa nos rodeó, felicitándonos y capturando cada momento de nuestro caos triunfal. Habíamos logrado convertir lo que debía ser solo una actividad más del programa en un recuerdo inolvidable, un recordatorio de por qué amábamos lo que hacíamos, incluso en medio de todas las dificultades.
Nos sentamos en un pequeño mirador que daba a la pista, bebiendo refrescos y comiendo bocadillos mientras el equipo ajustaba las cámaras para la próxima toma. La conversación fluía con facilidad, llena de chistes y comentarios sobre la carrera. Miré a mis compañeras y me di cuenta de cuánto significaban para mí. A pesar de todo lo que estaba pasando en mi vida, este momento de alegría pura era suficiente para recordarme que aún quedaban cosas hermosas por las que seguir luchando.
La filmación terminó más tarde ese día, y mientras nos dirigíamos de vuelta al hotel, sentí que una parte de mí había encontrado un poco de paz. No sabía qué me depararía el futuro, pero sabía que, al menos por ahora, estaba rodeada de personas que me hacían sentir viva y feliz.
....
El último día de grabación en Jeju llegó antes de lo que esperaba, y con él, nuestro reto más grande: subir al monte Hallasan, el punto más alto de Corea del Sur. Había escuchado muchas cosas sobre este lugar, sobre su belleza serena y su clima impredecible, pero estar allí en persona era una experiencia completamente distinta. El aire fresco y la vista imponente del monte, rodeado de bosques y nubes que se arremolinaban en la cima, nos hicieron sentir pequeñas en comparación.
El equipo de producción nos reunió temprano en la base de la montaña. Se notaba la emoción y el nerviosismo en el ambiente; todos sabíamos que la subida sería un desafío, pero también una oportunidad única para conectar con nosotras mismas y con los fans que verían este episodio.
—Hoy no va a ser fácil —dijo el presentador con una sonrisa, ajustándose el micrófono y mirando hacia la cumbre—. Pero lo que encontrarán en la cima será inolvidable.
Nos entregaron mochilas con agua, snacks y equipo básico de senderismo. Mientras nos preparábamos, sentí una mezcla de anticipación y duda. No estaba segura de si estaba lista para esta caminata, especialmente con todo lo que había pasado últimamente, pero había algo en el ambiente que me empujaba a seguir adelante.
—¿Lista para esto? —preguntó Ha-na, dándome una palmada en la espalda con una sonrisa que reflejaba tanto entusiasmo como nervios.
Asentí, tratando de mostrar la misma confianza. —Sí, claro. Solo espero no ser la primera en rendirse.
Min-Ju se unió a nuestra conversación, riendo mientras ajustaba su gorra. —Vamos a tomárnoslo con calma. Esto no es una competencia, y además, es nuestro último día. Vamos a disfrutarlo.
Con esas palabras, comenzamos nuestro ascenso. La primera parte del sendero era relativamente fácil, un camino de tierra rodeado de árboles altos y flores silvestres que se movían con la brisa. Las cámaras nos seguían de cerca, captando nuestras expresiones y los comentarios que hacíamos sobre la vista y lo que nos esperaba más arriba.
A medida que avanzábamos, el terreno se volvía más empinado y rocoso. Cada paso requería más esfuerzo, y las risas iniciales se transformaron en respiraciones pesadas y pausas frecuentes para recuperar el aliento. Pero a pesar del cansancio, había algo reconfortante en cada paso que daba, una especie de liberación que venía con el esfuerzo físico.
Llegamos a un pequeño mirador a mitad de camino, donde el equipo nos permitió descansar y disfrutar de la vista. Desde allí, podíamos ver la isla extendiéndose a lo lejos, con el océano azul brillante bordeando las costas y las colinas verdes que parecían una pintura. Era impresionante, y por un momento, todas nos quedamos en silencio, absorbidas por la magnitud de lo que nos rodeaba.
—Esto es increíble —dijo Min-Ju, sus ojos reflejando la paz que sentía en ese momento—. A veces olvidamos lo hermoso que es simplemente... estar aquí.
Ha-na se sentó a mi lado, bebiendo un poco de agua antes de mirar hacia la cumbre que aún estaba cubierta de nubes. —Creo que necesitábamos esto más de lo que sabíamos. Siento que todo lo que estábamos cargando... de alguna manera se aligera aquí.
Las palabras de Ha-na resonaron en mí. Había cargado con tanto: mis dudas, los recuerdos de Sora, el peso de ser Jia y todo lo que eso implicaba. Pero aquí, en la montaña, con mis compañeras y lejos de las cámaras que captaban cada uno de nuestros movimientos, sentí que podía soltar un poco de ese peso, aunque solo fuera por un momento.
Después de un breve descanso, reanudamos nuestro ascenso. El último tramo fue el más difícil; el terreno se volvía más resbaladizo y la altitud comenzaba a sentirse en nuestras piernas y pulmones. A pesar de las dificultades, ninguna de nosotras estaba dispuesta a rendirse. Con cada paso, nos alentábamos mutuamente, compartiendo sonrisas cansadas y bromas que aligeraban la tensión.
Finalmente, alcanzamos la cima, y la vista fue todo lo que nos habían prometido y más. Nos quedamos allí, de pie en la cúspide, mirando hacia el cráter del volcán que se extendía ante nosotros, una mezcla de vegetación y rocas que parecía sacada de otro mundo. El viento era fuerte y frío, pero también refrescante, como una recompensa por todo el esfuerzo que habíamos hecho.
El equipo nos dio un momento para absorber la experiencia sin las cámaras, y me alejé unos pasos para encontrar un poco de soledad. Cerré los ojos y respiré profundamente, sintiendo el aire puro llenar mis pulmones. Pensé en todo lo que había pasado últimamente, en los momentos de duda y en las decisiones difíciles que había tomado. Pero aquí, en la cima del Hallasan, sentí una extraña paz, como si la montaña me estuviera diciendo que todo estaría bien, que a veces el verdadero reto es seguir avanzando, un paso a la vez.
Abrí los ojos y vi a Ha-na y Min-Ju a lo lejos, sonriendo y disfrutando del momento juntas. Me acerqué a ellas, y por un segundo, me permití imaginar que todo era perfecto, que estábamos exactamente donde debíamos estar.
—Lo logramos —dijo Ha-na, lanzando un grito de victoria que resonó en el viento.
—Sí, lo hicimos —respondí, sonriendo mientras miraba a mis compañeras y a la vista espectacular que nos rodeaba—. Y no hay otro lugar donde preferiría estar.
Nos quedamos allí un rato más, riendo, tomando fotos y disfrutando de la compañía. Era nuestro último día de grabación, y aunque pronto volveríamos a la realidad de nuestras vidas, sabíamos que habíamos encontrado algo especial en esta experiencia, algo que nos recordaba que, a pesar de todo, siempre podíamos encontrar un momento para respirar y sentirnos vivas.
Mientras bajábamos de la montaña, más unidas que nunca, supe que este viaje había sido más que una simple grabación. Había sido una segunda oportunidad para reconectar con nosotras mismas y con lo que realmente importaba.
Porque, a veces, todo lo que necesitamos es un poco de altura para ver las cosas con claridad.