En los barrios tranquilos y misteriosos de Seúl, una chica llamada Jiwoo ha pasado su vida observando desde las sombras. Jiwoo siempre ha sido reservada, pero esconde algo más que timidez. Un incidente oscuro y olvidado en su adolescencia que moldeó su obsesión por los secretos de los demás.
El regreso de Hyunwoo, su vecino de la infancia, despierta en ella una curiosidad peligrosa. Años atrás, Hyunwoo desapareció abruptamente tras un escándalo que sacudió al vecindario, y su reaparición está rodeada de rumores y silencio. Algo en su mirada parece llevar el peso de un pasado más oscuro del que Jiwoo imaginaba.
Guiada por su instinto obsesivo y un deseo inexplicable, Jiwoo comienza a seguirlo, adentrándose en un mundo de crimen, mentiras y un trastorno psicológico que ha permanecido latente en ambos. Mientras Jiwoo se acerca a la verdad, también empieza a descubrir más sobre sí misma, desenterrando recuerdos reprimidos y enfrentando su propia sombra.
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La lucha interna
Jiwoo despertó en su habitación, con la luz del amanecer filtrándose tímidamente a través de las cortinas. Su cabeza palpitaba, como si la noche anterior hubiese estado atrapada en un sueño del que no lograba recordar todos los detalles. Pero había algo que sí sabía: el bosque la llamaba, y el colgante, frío contra su piel, parecía latir al compás de su corazón.
Se levantó con dificultad y se miró al espejo. Su rostro estaba pálido, sus ojos enrojecidos por la falta de sueño. Pero lo que más la inquietaba era la sensación de que algo dentro de ella no estaba bien.
Esto no es real, pensó, pero la sensación persistente de que algo oscuro la acechaba no la dejaba en paz. El espejo parecía devolverle una imagen distorsionada, algo que no era completamente suyo.
—No puedes seguir ignorándolo —murmuró, aunque no estaba segura de si hablaba consigo misma o con el reflejo que la observaba con una intensidad casi inhumana.
Más tarde, se encontró con Hyunwoo cerca de la plaza principal. Él parecía preocupado, y al verla, frunció el ceño.
—Jiwoo, tienes que hablar conmigo. Lo que está pasando… no es normal.
Ella se cruzó de brazos, tratando de mantener la compostura.
—¿Crees que no lo sé? Pero no puedo simplemente… apagar esto. Hay algo que está cambiando dentro de mí, Hyunwoo, y no sé cómo detenerlo.
Hyunwoo dio un paso hacia ella, su mirada cargada de desesperación.
—No tienes que enfrentarlo sola. Lo que sea que esté pasando, lo resolveremos juntos.
Jiwoo lo miró, pero en el fondo sabía que lo que enfrentaba no era algo que Hyunwoo pudiera entender completamente. Su trastorno, su conexión con el colgante y el Guwi, eran cosas que solo ella podía descifrar.
—No puedes salvarme, Hyunwoo. Ni siquiera sé si quiero que lo hagas —dijo, su voz temblando con una mezcla de miedo y resignación.
Esa noche, Jiwoo intentó dormir, pero su mente era un caos. Cada vez que cerraba los ojos, veía fragmentos de recuerdos que no reconocía del todo: sombras moviéndose en la oscuridad, el sonido de ramas quebrándose bajo sus pies, y una voz que le susurraba palabras que no podía entender.
Se levantó de golpe, respirando con dificultad. El colgante brillaba débilmente en la penumbra, y por un momento, sintió que la habitación estaba llena de alguien más.
—¿Qué quieres de mí? —preguntó en voz alta, su voz apenas un susurro.
El silencio fue su única respuesta, pero en su mente, las palabras comenzaron a formarse: "No es lo que yo quiero… es lo que tú deseas."
El peso de esas palabras la golpeó con fuerza. No era solo el colgante, ni el Guwi, ni el bosque. Era ella misma. Había algo en su interior, algo oscuro y latente, que siempre había estado allí, esperando ser despertado.
Jiwoo comenzó a caminar de un lado a otro, sus pensamientos enredándose.
—No puedo estar perdiendo la cabeza… Esto no es real.
Pero una parte de ella sabía que sí lo era.
El colgante, como si respondiera a su tormento interno, comenzó a emitir un leve zumbido. Jiwoo lo tomó entre sus manos, sintiendo cómo el metal parecía vibrar con vida propia. Al hacerlo, una oleada de emociones la golpeó: ira, desesperación, euforia… y algo más oscuro, algo que no podía nombrar.
Fue entonces cuando recordó las palabras de Hyeri: "No es solo tu mente, es tu alma."
El colgante no solo era un objeto maldito. Era un reflejo de lo que había dentro de ella, de todo aquello que había intentado reprimir durante años: sus inseguridades, sus miedos, y esa pequeña pero peligrosa parte de sí misma que deseaba más de lo que debería.
Se miró al espejo nuevamente, y esta vez, no apartó la vista cuando el reflejo comenzó a cambiar. La figura en el cristal tenía sus rasgos, pero su expresión era completamente diferente. Era una versión de sí misma que abrazaba la oscuridad, que sonreía con satisfacción mientras ella temblaba de miedo.
—No eres real —dijo Jiwoo, pero incluso mientras lo decía, sabía que no era cierto.
Jiwoo comienza a darse cuenta de que la verdadera lucha no está en el bosque ni en el colgante, sino dentro de ella misma. Su mente se convierte en un campo de batalla donde sus miedos y deseos más oscuros comienzan a manifestarse de formas que no puede controlar.