Genio Frío En Un Infierno De No-Muertos

Ayanokouji Kiyotaka no podía dormir. Los eventos recientes pesaban en su mente, como una sombra que no podía disipar. Los Vipers, Yuji y Mariko, las constantes amenazas de los zombies; todo se acumulaba, impidiendo que encontrara paz. Se levantó de la cama, consciente de que dar vueltas no lo llevaría a ningún lado.

Decidió ir a la sala, buscando un momento de tranquilidad para pensar. Al bajar las escaleras, escuchó un suave murmullo. Al llegar a la sala, encontró a Shizuka Marikawa sentada en el sofá, una botella de licor medio vacía en la mesa frente a ella. Estaba claramente borracha, su habitual sonrisa despreocupada más débil y su mirada algo vidriosa.

—¿Shizuka? —preguntó Ayanokouji con una mezcla de sorpresa y preocupación. —¿Estás bien?

Shizuka levantó la vista, una sonrisa torpe en sus labios. —¡Ayanokouji-kun! —exclamó, alzando la botella en un gesto de saludo. —Ven, siéntate conmigo. Necesito... necesito compañía.

Ayanokouji dudó por un momento, pero luego se sentó a su lado. Sabía que Shizuka, a pesar de su actitud generalmente despreocupada, también cargaba con el peso de la situación. Era natural que buscara una forma de escape, aunque no fuera la más saludable.

—No deberías beber tanto, Shizuka —dijo suavemente. —Mañana necesitaremos estar alertas.

Shizuka soltó una risa suave, aunque había un toque de amargura en ella. —Lo sé, lo sé. Pero a veces... es difícil. Todo esto, el miedo, la muerte... necesito olvidar, aunque sea por un rato.

Ayanokouji asintió, comprendiendo. En el silencio compartido, Shizuka de repente se inclinó hacia él, sus ojos reflejando una mezcla de tristeza y algo más, algo que Ayanokouji no había visto antes.

—Ayanokouji-kun, eres siempre tan fuerte, tan... frío —dijo, su voz bajando a un susurro. —¿No sientes nada? ¿No tienes miedo?

Ayanokouji la miró fijamente. —Claro que siento, Shizuka. El miedo está siempre ahí. Pero no puedo permitirme mostrarlo. Si lo hiciera, el grupo perdería la confianza. Necesitan a alguien que parezca invulnerable.

Shizuka se acercó más, apoyando su cabeza en el hombro de Ayanokouji. —Eres humano, Ayanokouji. No tienes que ser una máquina. No tienes que cargar con todo solo.

Ayanokouji permaneció en silencio, sintiendo el calor del cuerpo de Shizuka contra el suyo. Era una sensación extraña pero no del todo desagradable. En un mundo donde la muerte acechaba en cada esquina, estos momentos de conexión humana eran raros y preciosos.

Shizuka levantó la cabeza, mirándolo directamente a los ojos. —A veces, solo quiero... olvidar todo esto —dijo, su voz un susurro cargado de emoción. —Quiero sentir que estamos vivos, no solo sobreviviendo.

Antes de que Ayanokouji pudiera responder, Shizuka se inclinó y lo besó suavemente en los labios. El beso fue inesperado, y por un momento, Ayanokouji se quedó paralizado. No estaba acostumbrado a este tipo de cercanía emocional. Pero algo en la fragilidad y el dolor de Shizuka resonó en él.

Sin embargo, rápidamente se apartó, consciente de la situación y de sus responsabilidades. —Shizuka, estás borracha. No creo que esto sea lo correcto en este momento.

Shizuka lo miró con ojos vidriosos, una mezcla de confusión y tristeza en su expresión. —Lo siento... solo... no quiero estar sola esta noche.

Ayanokouji suspiró, pasando un brazo alrededor de sus hombros de manera reconfortante. —No estás sola, Shizuka. Todos estamos juntos en esto. Pero debemos mantenernos fuertes y claros de mente.

Shizuka asintió lentamente, apoyando de nuevo su cabeza en su hombro. —Gracias, Ayanokouji. Solo... quédate conmigo un rato, ¿sí?

Ayanokouji se quedó en silencio, permitiendo que Shizuka se acurrucara a su lado. La sala estaba tranquila, y por un momento, la paz parecía posible. A pesar de todo el caos y el peligro que los rodeaba, estos momentos de humanidad y conexión eran lo que los mantenían en marcha.

Eventualmente, Shizuka se quedó dormida, su respiración volviéndose suave y regular. Ayanokouji se quedó sentado, velando por ella y reflexionando sobre todo lo que había pasado. Sabía que el camino por delante sería duro, pero también sabía que mientras permanecieran unidos, podrían enfrentar cualquier cosa.

Mientras la noche se adentraba en su momento más oscuro, los pensamientos revoloteaban en su mente, agitados e implacables. Se preguntó, no por primera vez, si todo lo que hacía estaba realmente bien.

"¿Estoy haciendo lo correcto? Cada decisión que tomo, cada estrategia que diseño... ¿realmente estoy ayudándolos o solo estoy prolongando lo inevitable? La supervivencia en este mundo ya no es solo una cuestión de fuerza física, sino también de fuerza mental y emocional. Pero, ¿qué derecho tengo yo para liderarlos?

Ellos confían en mí, creen que soy capaz de guiarlos a través de este infierno. Sin embargo, esa confianza es un peso, una carga que se siente cada vez más pesada con cada día que pasa. Mis decisiones pueden significar la diferencia entre la vida y la muerte, pero ¿y si estoy equivocado? ¿Y si mis cálculos y frías lógicas no son suficientes?

Quizás no soy el líder que necesitan. Tal vez alguien más, alguien más humano, más empático, podría hacer un mejor trabajo. Pero, por otro lado, el mundo no permite debilidades. La fortaleza y la racionalidad son nuestras mejores armas en este apocalipsis.

Pienso en Shizuka, en su vulnerabilidad, en su necesidad de apoyo. Pienso en Takashi y Rei, en su deseo de luchar y proteger a los demás. En Saya, en su inteligencia y determinación. Todos ellos tienen algo que perder, algo por lo que vivir. Y yo... yo solo tengo mi propósito, mi objetivo de mantenerlos a salvo. ¿Es eso suficiente?

¿Debo seguir ayudándolos? ¿O debería dar un paso atrás y dejar que encuentren su propio camino, su propia fortaleza sin depender de mí? Es una decisión que no puedo tomar a la ligera. Pero una cosa es segura: mientras estén bajo mi protección, haré todo lo posible para mantenerlos a salvo. No puedo garantizar que mis decisiones sean siempre las correctas, pero haré lo que esté en mi mano para que tengan la mejor oportunidad posible.

Al final del día, lo único que puedo hacer es seguir adelante, un paso a la vez, con la esperanza de que el camino que elijo nos lleve a un lugar más seguro. Quizás nunca sabré si todo lo que hago está bien, pero abandonar no es una opción. No para mí, no para ellos."

Con un suspiro profundo, Ayanokouji apartó la vista de la ventana. Sabía que la duda siempre estaría presente, pero también sabía que debía seguir adelante, por ellos y por sí mismo. La lucha continuaba, y él estaría allí para enfrentarla.

Cuando finalmente el cansancio lo venció, Ayanokouji se permitió cerrar los ojos, con la promesa silenciosa de proteger a su grupo, su nueva familia, sin importar el costo. Con Shizuka a su lado, encontró una pequeña chispa de esperanza en medio de la oscuridad que los rodeaba.