En un futuro distópico devastado por una ola de calor, solo nueve ciudades quedan en pie, obligadas a competir cada tres años en el brutal Torneo de las Cuatro Tierras. Cada ciudad envía un representante que debe enfrentar ecosistemas artificiales —hielo, desierto, sabana y bosque— en una lucha por la supervivencia. Ganar significa salvar su ciudad, mientras que perder lleva a la muerte y la pérdida de territorio.
Nora, elegida de la ciudad de Altum, debe enfrentarse a pruebas físicas y emocionales, cargando con el legado de su hermano, quien murió en un torneo anterior. Para salvar a su gente, Nora deberá decidir hasta dónde está dispuesta a llegar en este despiadado juego de supervivencia.
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Una ficha en el juego
Capítulo 2: Despedidas y Decisiones
La luz del sol se filtraba a través de las grietas de la ventana de la pequeña casa de Nora, creando patrones de luz y sombra sobre la mesa de madera desgastada. El calor del día era aplastante, y el aire se sentía denso, como si la misma atmósfera estuviera compuesta de desesperanza. Nora observaba las motas de polvo flotando en el aire, recordándole los días en que el era feliz en su mundo aunque estuviese acabado, cuando jugaba junto a su hermano.
Se sentó en la cocina, con las manos entrelazadas, sintiendo el sudor acumulándose en su frente. La casa había sido su refugio, pero ahora, incluso sus paredes parecían opresivas. Miró a su alrededor, notando los dibujos que ella hizo hace algunos años desgastados en la pared, recordando en su mente viejos recuerdos como las sonrisas de días más felices, su hermano abrazándola, su madre sonriendo. Un nudo se formó en su garganta. Sabía que esa felicidad había desaparecido, aplastada bajo el peso de la brutal realidad que las ciudades enfrentaban en ese torneo donde se mataban solo para que su gente sobreviva tres años más, ¿cual era el verdadero sentido de todo esto?, más que morir y acabar con la vida de ocho inocentes personas
Isabel, su madre, entró a la habitación, su rostro marcado por la preocupación. Sus ojos estaban enrojecidos y hundidos, un claro reflejo de la angustia que sentía por la inminente separación. Se sentó frente a Nora, sus manos temblorosas se entrelazaron en su regazo, y su mirada se perdía en algún lugar lejos de esa cocina, como si estuviera buscando respuestas en un lugar que no existía.
—¿Cuándo se supone que debo irme?—preguntó Nora, sintiendo el peso de la pregunta en el aire.
—En tres días...—respondió Isabel, su voz un susurro tembloroso—. No puedo creer que esto esté pasando. No puedo... no puedo perderte también.
Nora sintió cómo la desesperación empezaba a apoderarse de ella. Su madre no había sido la misma desde que su hermano había sido seleccionado para el torneo hace tres años . Isabel había intentado ser fuerte, pero la tristeza se había convertido en su compañero constante. Nora se inclinó hacia adelante, colocando su mano sobre la de su madre, buscando consuelo.
—Voy a volver, mamá. Te lo prometo. Solo necesito pasar por esto. No dejaré que me maten.—
Isabel levantó la vista, y por un instante, el miedo y la tristeza en sus ojos se transformaron en determinación.
—No es solo eso, Nora. Lo que le pasó a tu hermano... No sé si puedo soportar perderte también. Estás tan... tan joven. Este torneo es una locura. ¿Por qué no podemos simplemente escapar de todo esto?—
Las palabras de su madre resonaban en su mente. Escapar. La idea de dejar todo atrás, de huir de la locura del torneo y de la ciudad, era tentadora. Pero la realidad de su situación era otra. Este mundo ya no ofrecía refugio, solo desolación.
—No podemos huir. Ellos nos encontrarán. El torneo es lo que tenemos. Solo quiero que sepas que lucharé con todas mis fuerzas.—
Isabel cubrió su rostro con las manos, y el sonido de sus sollozos llenó la habitación. Nora sintió que se le rompía el corazón al ver a su madre así.
—Quiero que sepas que estoy orgullosa de ti. Siempre lo he estado. Pero esto es... esto es diferente. No hay reglas, no hay compasión. Solo es un juego cruel.—
—Lo sé, mamá. Pero necesito tu apoyo. No puedo ir si solo sientes miedo por mí.—
Isabel asintió lentamente, limpiándose las lágrimas con el dorso de la mano.
—Haré lo que pueda. Solo... prométeme que te cuidarás. Prométeme que no te arriesgarás innecesariamente.—
Nora sonrió débilmente, sintiendo una punzada de determinación.
—Lo prometo. Haré todo lo posible para que volvamos a estar juntas.—
Justo en ese momento, un golpe en la puerta interrumpió su conversación. Era Nolan, su mejor amigo y confidente. Desde que eran niños, habían compartido sus sueños y miedos, y siempre había estado a su lado. Nora se sintió aliviada al verlo, pero al mismo tiempo, la incertidumbre la invadió.
Nolan entró, su rostro serio, pero había una chispa de energía en sus ojos que lo hacía parecer más vivo que nunca. Llevaba una camiseta ajustada y pantalones desgastados, como si hubiera estado corriendo. Su energía era contagiosa, pero también inquietante. Nora podía sentir que algo estaba por cambiar.
—¿Cómo estás, Nora?—preguntó, aunque sabía que la respuesta no sería buena.
—Lo de siempre.—respondió ella, tratando de mantener la compostura.
Nolan se acercó a la mesa y se arrodilló frente a ella, sus ojos fijos en los de Nora.
—No tienes que hacer esto sola. Escucha, he estado pensando... podemos escapar. Juntos. Hay un lugar al norte, más allá de los límites de la ciudad, donde nadie nos encontrará. Podemos empezar de nuevo, vivir como queramos.—
Nora sintió un escalofrío recorrer su espalda ante la idea. Nolan había sido su compañero de aventuras desde pequeños, pero esta propuesta era diferente.
—Nolan, lo que dices es arriesgado. Si nos atrapan, no solo perderíamos nuestras vidas, sino también a nuestras familias. No puedo hacerles eso a mamá y a papá.—
—Tu vida está en juego aquí.—insistió Nolan, apretando su mano—. ¿Qué valor tiene una ciudad que no ofrece más que muerte y deshonor? No deberías sacrificar tu vida por el capricho de otros. Podemos vivir libres. Yo... yo te mantendría.—
Nora se sintió abrumada por la oferta, pero al mismo tiempo, su mente se llenó de imágenes de su madre y su hogar.
—¿Mantenerme?—Nora se rió, pero su risa era amarga—. Nolan, no estoy buscando ser mantenida. No es eso lo que quiero.—
—Lo sé. Pero no tienes que hacerlo sola. Solo quiero que pienses en lo que podrías tener, lejos de todo esto. No hay reglas, no hay torneos. Solo tú y yo.—
Las palabras de Nolan resonaban en su mente, llenas de posibilidades. La idea de huir, de dejar atrás el torneo y las expectativas, era tentadora, pero también aterradora. Nora sabía que había demasiadas variables y que el riesgo podría ser demasiado grande.
—¿Y qué hay de nuestras familias? Deberíamos hablar con los demás, tal vez…—sugirió ella, aunque su voz se desvanecía ante la realidad de lo que eso implicaba.
—No. Esto es entre nosotros. Solo tú y yo. Nadie más tiene que saberlo. Antes de que te vayas, hagamos esto. No quiero que te pierdas, y no puedo soportar la idea de que te arriesgues por este torneo.—
La mirada de Nolan era intensa, y Nora sintió una conexión profunda. Sabía que él estaba dispuesto a arriesgarlo todo por ella, pero la verdad era que huir significaba dejar atrás a su madre y a su ciudad, todo lo que conocía y amaba. ¿Podría hacer eso?
—Déjame pensarlo,—dijo finalmente. —No sé si puedo tomar esa decisión ahora.—
Nolan se levantó, su rostro mostrando una mezcla de frustración y decepción.
—No puedes seguir pensando en ello. Tienes que tomar una decisión, Nora. El tiempo se está acabando.—
Nora sintió cómo el aire se volvía más denso entre ellos, como si la tensión se pudiera cortar con un cuchillo.
—Lo sé, pero no puedo simplemente... dejarlo todo atrás.—
—Entonces, ¿qué vas a hacer? ¿Vas a dejar que te elijan como una ficha en su juego?—su voz se elevó, y Nora notó el dolor en sus palabras.
—No estoy dispuesta a arriesgar todo lo que tengo por una posibilidad incierta.—respondió ella, su corazón latiendo con fuerza.
Nolan dio un paso atrás, sus ojos chispeando de rabia y decepción.
—No puedo creer que pienses así. Te están condenando, Nora. Esta es tu oportunidad de escapar. ¿Vas a quedarte aquí y esperar a que te maten?—
—No estoy esperando a que me maten. Estoy esperando a que llegue mi turno. Esta es mi ciudad, mi hogar. No puedo simplemente huir.—
Nolan apretó los dientes, y Nora vio la lucha interna en su rostro.
—Entonces, adiós, Nora.—dijo, su voz tensa—. Si prefieres quedarte aquí y esperar tu muerte, eso es cosa tuya. Pero no cuentes conmigo. No puedo quedarme de brazos cruzados viendo como te dejas matar por esa gente que solo lo hace para divertirse .—
--Adiós, Nolan, agradezco que quieras ayudarme-- apenas pudo hablar Nora con su voz entrecortada --Espero vayas a despedirme a la salida en tres días debo de hacer esto --
Nora sintió un dolor profundo al escuchar esas palabras. Él estaba enojado, y tenía derecho a estarlo .