vidas diferentes que su suerte les da conexión
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el maratón universo VIII
Robert y Chandler habían estado entrenando durante meses para el maratón de la ciudad. La carrera, conocida por su recorrido pintoresco a través de parques, calles históricas y junto al río, era un desafío emocionante que ambos habían decidido enfrentar juntos. Habían corrido innumerables kilómetros en preparación, ajustando sus dietas y mentalizándose para el gran día. Estaban listos, o al menos eso creían.
El día del maratón amaneció con un cielo despejado y una ligera brisa, condiciones perfectas para correr. Llegaron temprano al punto de partida, sintiéndose llenos de energía y optimismo. La atmósfera era electrizante: miles de corredores, música animada y el apoyo de amigos y familiares a lo largo del recorrido prometían una experiencia inolvidable.
A las 8 de la mañana en punto, sonó la bocina que marcaba el inicio de la carrera. Robert y Chandler, corriendo hombro a hombro, comenzaron con un ritmo constante, disfrutando del entusiasmo de la multitud y la adrenalina que corría por sus venas. Los primeros kilómetros pasaron sin problemas, sus cuerpos respondiendo bien al entrenamiento.
Sin embargo, alrededor del kilómetro 10, comenzaron a notar los primeros signos de que la suerte podría no estar de su lado. Chandler sintió un ligero malestar en el estómago, algo que había experimentado antes pero nunca en una carrera tan importante. Decidió ignorarlo y continuar, esperando que fuera solo un malestar pasajero. Pero a medida que avanzaban, el dolor se intensificó, obligándolo a reducir la velocidad y, finalmente, a detenerse en una estación de hidratación.
Robert, preocupado por su pareja, se quedó a su lado, animándolo a tomar un descanso y beber agua. Chandler, después de unos minutos, insistió en continuar, decidido a no dejar que un simple malestar arruinara meses de preparación. Reanudaron la carrera, pero el ritmo ya no era el mismo.
A medida que avanzaban, la mala suerte continuó persiguiéndolos. En el kilómetro 15, Robert tropezó con un bache en la carretera, torciéndose ligeramente el tobillo. Aunque el dolor no era intenso, sintió una punzada cada vez que su pie tocaba el suelo. Decidió no detenerse, preocupado de que cualquier pausa prolongada pudiera dificultar más el seguir adelante.
El recorrido del maratón los llevó a través de un parque hermoso, donde el paisaje natural debería haber sido una distracción bienvenida. Sin embargo, en ese tramo, comenzaron a notar problemas técnicos con las señales del recorrido. Algunos voluntarios, al parecer confundidos por cambios de última hora, dirigían a los corredores en direcciones incorrectas. Robert y Chandler, siguiendo a otros corredores, terminaron tomando un desvío equivocado que los hizo perder varios minutos preciosos.
Desorientados pero decididos a no rendirse, finalmente encontraron el camino correcto y continuaron. El desvío había costado tiempo y energía, pero no su determinación. Llegaron a un puesto de avituallamiento en el kilómetro 20, donde tomaron geles energéticos y agua, tratando de recuperar fuerzas para la segunda mitad de la carrera.
En el kilómetro 25, el calor comenzó a aumentar. Aunque la mañana había comenzado fresca, el sol estaba ahora en su punto más alto, y la falta de sombra en ciertas partes del recorrido hizo que la temperatura se sintiera aún más sofocante. Chandler, que ya estaba lidiando con el malestar estomacal, comenzó a sentir los efectos de la deshidratación. Robert, preocupado por su pareja, lo alentó a tomar sorbos de agua más frecuentes y a mojarse la cabeza en cada estación de hidratación.
El calor y la fatiga empezaron a pasar factura. En el kilómetro 30, ambos se encontraban en un estado de agotamiento extremo. Chandler, que normalmente era el más resistente de los dos, comenzó a experimentar calambres en las piernas. Robert, a pesar del dolor en su tobillo, trató de mantener el ánimo de su pareja, recordándole por qué estaban corriendo y cuánto habían trabajado para llegar hasta allí.
A medida que se acercaban al kilómetro 35, el recorrido los llevó a través de una sección del centro de la ciudad, donde el tráfico de espectadores y vehículos hizo que avanzar fuera un desafío. Los gritos de apoyo de los espectadores eran alentadores, pero también añadían una capa de distracción. En medio de la multitud, Robert perdió momentáneamente de vista a Chandler, lo que le generó un pánico momentáneo. Finalmente, lo encontró unos metros adelante, luchando por mantener el ritmo.
A pesar de todo, la pareja se negó a rendirse. Sabían que los últimos kilómetros serían los más difíciles, pero también los más importantes. Redujeron el ritmo a una marcha rápida en lugar de correr, enfocándose en llegar a la meta, sin importar el tiempo que les tomara.
En el kilómetro 40, Robert comenzó a experimentar mareos debido al esfuerzo y la deshidratación. Chandler, a pesar de su propio agotamiento, se convirtió en el apoyo de su pareja, asegurándose de que bebiera agua y tomara pequeños descansos cuando fuera necesario. El último tramo del maratón era una mezcla de dolor físico y fuerza de voluntad pura.
Cuando finalmente avistaron la línea de meta a lo lejos, una ola de emoción los invadió. Los gritos y aplausos de los espectadores se intensificaron, y a pesar del dolor y el agotamiento, encontraron una última reserva de energía. Tomados de la mano, cruzaron la línea de meta juntos, sintiendo una mezcla de alivio, orgullo y agotamiento extremo.
Colapsaron en el área de recuperación, donde los voluntarios les proporcionaron mantas térmicas, bebidas isotónicas y primeros auxilios. A pesar de la mala suerte y los numerosos obstáculos que habían enfrentado, lo habían logrado. Habían completado el maratón juntos, demostrando una vez más que su relación podía soportar cualquier prueba.
En los días siguientes, mientras se recuperaban del esfuerzo, reflexionaron sobre la experiencia. A pesar de la mala suerte y las dificultades, estaban orgullosos de haber completado la carrera. La experiencia se convirtió en otra historia que contar, un recordatorio de su resistencia y amor.
Prometieron volver el año siguiente, mejor preparados y con la esperanza de que la suerte estuviera de su lado. Pero incluso si no lo estaba, sabían que juntos podían enfrentar cualquier desafío, correr cualquier maratón, y salir más fuertes del otro lado.