Kael Walton no fue criado, fue forjado, desde niño conoció más el frío del abandono que el calor de una familia. A los quince años quedó huérfano, y su refugio fueron las calles, los trabajos mal pagados, y los silencios largos que solo entienden los que han sobrevivido más de lo que han vivido.
El ejército le dio estructura, disciplina, y una nueva identidad: soldado, protector, fantasma. A los 25 años, pensó que había encontrado la única guerra que valía la pena luchar: el amor. Pero la felicidad duró poco. Su esposa fue asesinada por un mafioso al que todos temían, excepto Kael. Desde entonces, el amor quedó enterrado junto a ella.
Años después, en medio de una misión de venganza donde logran su cometido, cuando al fin reina la paz para el solo era el inicio de un caos y encanto, llamado Nadia Drake.
Podrá Nidia Alojarse en el corazón de Kael?
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Capítulo 16
...BAJO EL MISMO TECHO...
Alemania no los recibió con abrazos cálidos ni sol de primavera. El cielo plomizo parecía querer advertirles algo, pero Kael no era hombre de supersticiones.
Y Nadia… bueno, Nadia fingía no leer señales, bastante tenía con lo que sentía cada vez que Kael la miraba de reojo.
El jet había aterrizado hacía dos días, y desde entonces todo había sido movimiento: equipaje, mudanza, reuniones, seguridad reforzada.
Ethan no tardó en aparecer en la casa que le había preparado a Nadia, una moderna construcción de dos plantas, con ventanales enormes y vigilancia 24/7.
La misma casa que, por decisión mutua — o mejor dicho, por obstinación silenciosa —, Kael también habitaba ahora.
—¿Así que finalmente vas a tener un compañero de cuarto? — le había dicho Ethan a su hermana, lanzando una mirada nada disimulada a Kael.
— Compañero de cuarto y de oficina — respondió Nadia con sorna, mirando a Kael por encima de su café—. Pero tranquilo, tiene prohibido tocar mis cosas.
—Y ella las mías — añadió Kael con su tono seco, aunque una sonrisa pequeña le cruzó la cara.
Ethan los observó por un segundo, luego asintió, solo tenía una regla: “Si van a matarse, háganlo fuera del horario laboral”. Para luego volver a Estados Unidos, donde estaba su esposa e hijo.
La empresa de seguridad, Drake era una de las más prestigiosas en Alemania y parte de Europa. Ethan la había fundado tras dejar su carrera como agente de campo, y con Nadia al mando de la sede principal en Berlín, se había convertido en un emblema de eficiencia y discreción.
Kael se integró con rapidez, no solo porque su currículum hablaba por sí solo, sino porque nadie se atrevía a llevarle la contraria.
Su reputación lo precedía, pero lo que pocos sabían era que su verdadera razón para estar allí tenía nombre y apellido, Nadia Drake.
Y ella, por más que fingía no notarlo, lo sentía en cada mirada, en cada paso sincronizado, en cada noche en que él no dormía hasta escuchar que ella cerraba su puerta.
—Tu oficina está cruzando la mía, por si te pierdes — dijo Nadia el primer día, entregándole una credencial con su nombre grabado.
—Pensé que me pondrías en el sótano, junto a los archivos viejos.
—Estuve tentada, pero luego recordé que no confío en nadie más para tenerte cerca.
Ambos se miraron un segundo más de lo necesario.
Luego, como siempre, fingieron indiferencia.
La convivencia era… tensa.
Kael era ordenado hasta el extremo, silencioso y maniático con los horarios. Nadia, en cambio, vivía a medio camino entre el caos creativo y el capricho impulsivo.
—¿Tienes que dejar la ropa sobre el sofá? — protestó él una noche.
—¿Y tú tienes que alinear las tazas por color?
—Sí.
—Pues yo no.
—Claramente.
Pero entre reclamo y reclamo, se fue formando algo más sólido. Una rutina compartida.
Café doble por las mañanas, entrenamiento juntos al amanecer, cenas a veces en silencio, otras veces llenas de sarcasmo y en medio de todo, ese aire cargado de palabras no dichas, de caricias que casi suceden, de pequeños besos y a la tentativa de besos grandes y apasionados que aún no se atreven a robarse.
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Una noche, después de una larga jornada, Nadia salió a la terraza con una copa de vino, estaba exhausta. Kael la encontró allí, con los pies descalzos y el cabello suelto.
—¿se te ha hecho costumbre tomar vino? — preguntó, sentándose a su lado con una cerveza.
—Desde que tú respiras en mi cuello cuando me corriges informes.
Él rio, un sonido raro, ronco, que no emitía a menudo.
—No respiraré entonces.
—No trabajes tan cerca.
El silencio se asentó entre ellos de nuevo, cómodo esta vez, casi íntimo.
—¿Te arrepientes? —preguntó ella, de pronto.
—¿De qué?
—De haber venido conmigo.
Kael tardó en responder.
—No.
Nadia lo miró de reojo.
—¿Aunque signifique sentir otra vez?
—Sobreviví a lo peor. No sé si pueda amar como antes, pero... contigo, el silencio duele menos.
Ella bajó la mirada, no esperaba una confesión así, tan descarnada y sincera.
—Entonces deja de callar tanto.
—Estoy aprendiendo —murmuró él.
Y por primera vez, el silencio entre ellos fue más que silencio, era apaciguar el ruido para sentir los latidos y la sincronía que estaban tomando ambos.
Pero el peligro no entendía de promesas, ni de silencios ni mucho menos de sincronía.
En las sombras de Berlín, alguien los observaba, alguien que había seguido los pasos de Nadia desde Estados Unidos.
Alguien que fingía haberla dejado ir… pero que jamás dejaría de asechar hasta no obtener lo que quería.
Luca Santorini o Luca Sotelo
Ahijado del Español, un hombre sediento de venganza.
Su fachada como joven empresario seguía intacta, donaciones, eventos, sonrisas públicas.
Pero su obsesión con Nadia para acabar con Kael y con Ethan, al principio solo buscaba vengarse de Ethan por medio de ella, ya que había sido partícipe de matar a su padre, pero al notar su interés por Kael, su obsesión se intensificó pues mataría dos pájaros de un solo tiro, acabar con esos dos hombres que lo dejo sin padre y sin padrino.
—Nadie escapa de una deuda de sangre — le dijo a su socio mientras observaba las fotos recientes de Kael y Nadia en la empresa.
Y la siguiente imagen que su espía le mostró fue la confirmación:
Kael Walton vivía con ella.
El mismo Kael que había matado a su padrino.
El mismo Kael que ahora dormía con la mujer que era su pase a la venganza.
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Mientras tanto, en la casa en las afueras de Berlín, Nadia dormía y Kael, en su habitación contigua, intentaba hacerlo también.
Pero los monstruos no descansan, solo se esconden detrás de puertas cerradas.
Y esa noche, por primera vez desde que llegó, Kael se acercó al umbral de la habitación de Nadia y se quedó ahí, en silencio, velando su paz como un centinela sin permiso.
Porque el amor, aunque no se diga, a veces se cuela en los actos más simples.
Como quedarse en vela por alguien que no sabes si vas a poder amar con tanta intensidad como lo hace ella hacia él.
Por qué de algo está seguro Kael y era que Nadia lo amaba, él quería dar ese paso y demostrarlo, pero es como un adolescente, está aprendiendo a amar nuevamente, aunque el temor de perderla lo perturbe a cada momento.
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Mis amores gracias por leer, gracias por apoyar la novela con sus 👍, sus 🎁, sus votos y comentarios
que decepción
así me gusta que no tengan tantos capitulos 💯