Yeong, líder implacable de una peligrosa mafia en Corea del Sur, no cree en el amor y vive en un mundo donde los sentimientos se pagan con sangre. Tae-Joon, un brillante estudiante de derecho, cree en la justicia y sueña con cambiar el mundo.
Cuando el destino los cruza, secretos y lealtades serán puestos a prueba.
¿Puede el amor sobrevivir cuando se construye sobre un crimen?
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Capitulo XVII (El amor que volvió como sentencia)
Yeong estaba sentado en su estudio como de costumbre. Copa de whisky en mano, mirando a la nada. De pronto uno de sus hombres entra con una noticia que puede voltear su mundo.
_: Señor nos informaron que hoy llegó un nuevo abogado(fiscal) está desmantelando redes criminales. Dicen que en Tailandia ya atrapó a Park, Ji-Hoon y los hermanos Noh. Está vez lo llamaron para atraparnos. Quieren su cabeza, la de Ryuuji y Salvatore.
Yeong furioso golpeó la mesa exigiendo saber quien era ese abogado.
Y: Quién se atreve a tocar mi círculo. Lo destruiré por entrometido(se toma el vaso de whisky)
Pero entonces escucha el nombre...Tae
El mundo de Yeong se detiene, el aire se vuelve denso. El nombre de Tae resuena como un disparo al corazón.
Sus hombres lo miran esperando una orden, Pero Yeong se queda paralizado, en silencio.
Cada recuerdo con Tae le viene a la mente, cada gesto, cada palabra, su último día juntos. Le tiemblan las manos. No por miedo, sino por el dolor de saber qué quizás Tae lo odie.
Los hombres de Yeong le preguntaron si debían matarlo para quitarlo del camino. Este reacciona y les dice qué no pueden tocarle ni un cabello.
Les ordena retirarse, y ya cuando queda solo y en silencio.Yeong se rompe, se sirve otra copa de whisky y se queda por horas mirando una prenda de Tae.
Y: (piensa) y si a vuelto para destruirme...está bien. Lo aceptaré.Me lo merezco...pero¿cómo puede estar tan cerca y no venir por mí?
Era tan grande su amor que estaba dispuesto a ir a prisión si eso le daba tranquilidad a Tae, Pero el hecho de estar en la misma ciudad y no poder ir a abrazarlo lo consume.
No podía ir a buscarlo. No ahora. No con los ojos del mundo —y del submundo— clavados en cada uno de sus pasos. Sabía que cualquier intento de acercarse pondría a Tae en peligro, o peor: lo alejaría más.
Pasó los días encerrado en su oficina, las manos temblorosas sobre el encendedor que ya no usaba, los ojos fijos en la ventana como si el horizonte pudiera traerle noticias de él. No dormía. No hablaba. Solo pensaba en todo lo que no podía decir.
Una semana después, el golpe fue brutal.
—Lo atrapó —le informó uno de sus hombres con la voz temblorosa—. Tae atrapó a Ryuuji.
Ryuuji. El líder más intocable, el monstruo que incluso la mafia respetaba. Y Tae... Tae lo había derribado.
Salieron de inmediato , frente a la corte, rodeado de cámaras y micrófonos, Tae apareció.
Vestido de negro, el traje impecable. Serio. Firme. Valiente.
—Hoy no sólo caen criminales —decía Tae—. Hoy se marca el inicio de un país que ya no se arrodilla ante el miedo.
Yeong no podía apartar los ojos de él.
Estaba ahí. A unos kilómetros. Respirando su mismo aire. Pero ya no era el mismo muchacho que había conocido. Era un hombre. Un símbolo. Y ahora, un enemigo declarado del mundo al que Yeong pertenecía.
Y aun así, su única debilidad.
Yeong salió inmediatamente para la corte, quería verlo en persona.
El edificio de la corte suprema estaba rodeado de periodistas, cámaras y oficiales. El país entero hablaba de lo mismo. El abogado más temido de Asia había regresado a Corea. En cuanto llegó atrapó a uno de los capos más temido.
El aplauso de la multitud retumbó como un disparo seco.
Tae levanto la mirada un segundo. No hacia el. No lo vió.
Pero Yeong sintió que lo atravesaba igual. En el interior del auto, el silencio pesaba más qué cualquier bala que hubiera esquivado en su vida.
Y: "¿esté es Tae?..."(pensó) , con la garganta cerrada.
El niño que una vez cuido, que le preparaba té cuando no dormía, que reía incluso cuando estaba herido.
Ahora era un abogado de hierro. La voz de la ley. La lanza que atravesaría su mundo.
Y: Me ha declarado la guerra (susurro)
No había irá en su voz. no había rencor.
Solo dolor.
un dolor que no sangra por fuera, pero que parte el pecho por dentro.
"¿Me odia?¿Realmente me odia?"
Yeong bajo la mirada. Por primera vez en años, sintió que no sabía que hacer. Podía enfrentarse a cualquier enemigo, podía matar, torturar, dominar.
Pero no sabía cómo luchar con Tae.
Estaba atrapado entre el amor y la guerra.
Y el temido jefe por primera vez sintió miedo. No a la muerte o la cárcel.
Sino a estar vivo...en un mundo donde Tae era su enemigo.