En Arendelle se había corrido el rumor de que existía una bruja que se escondía en lo más profundo del bosque, nadie podía afirmarlo pero el rumor estaba ahí y nadie se atrevía a cuestionarlo.
Pero un buen día el Alfa del pueblo decidió ir al bosque a cazar, sin pensar que una trampa para osos lo atraparía estando transformado en licántropo, habiendo escapado de ella fue atacado en el camino y malherido, cansado y a punto de caer inconsciente, vio a lo lejos a una mujer que estaba corriendo hacia él y sin pensarlo fue hacia ella y luego de ello no supo qué sucedió después pero de algo estaba seguro...
Había encontrado a su compañera...
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Capítulo 16
SCARLETT
Las cosas que he tenido que vivir para poder ser libre de ataduras, se vio truncado debido a que el Rey Alfa decidió que yo viviera en su Palacio, pero eso no era mi estilo. Mi estilo era vivir en el bosque y no en un Palacio. Eso si no.
No me quedó otra alternativa porque desafiar las órdenes del Rey Alfa era inmediatamente ser ejecutada o expulsada de Arendelle. Sin embargo... ese hombre tenía algo que provocaba que me sintiera extraña, no incómoda sino más bien... aliviada, tranquila, su presencia me daba seguridad y por alguna extraña razón eso me agradaba.
Había algo en él que hacía que mi bruja interior Anne estuviera ansiosa por ver sus pensamientos y recuerdos, algo que muy rara vez ella deseaba saber de alguien.
La sensación de calidez que él provocaba en mí era absurdo, en el sentido de que su mera presencia me daba esa sensación de protección y de seguridad, algo que nunca antes había experimentado o al menos eso pensaba.
Suspiré mirando las pocas cosas que pude traerme desde la Tribu Luna Azul, mi hogar y todo lo que conocía se había ido con mi partida a Arendelle. Tomé mi mochila de color mezclilla de la correa y la puse sobre mi hombro, tomé mi maleta que era solo una valija pequeña con pocos compartimentos en ella.
Miré nuevamente la pequeña habitación en la que me estaba quedando mientras esperaba a que alguien viniera a buscarme para llevarme al Palacio del Rey Alfa. Era un poco más que exagerado el hecho de tener que ser escoltada hasta el Palacio sobre todo siendo una simple bruja que se fue de su Tribu con el objetivo de tener una vida más tranquila, luego de que estuve a un paso de casarme con alguien que no amaba con el fin de dar a luz a un hijo con sangre de bruja pura. Era patético, pero no había de otra. Sin embargo... gracias a la distracción del guardia que me estaba escoltando a la iglesia fue que pude escapar.
Casarme fue algo que pensaba hacer cuando encontrara a alguien realmente me amara y cuidara, pero ese hombre... no era ni siquiera un poco amable, era violento y grosero, antes de la boda juró que me haría suya por todos los medios lo cual hizo que me aterrara aún más de lo que ya estaba.
El recordar eso me daba una sensación de escalofrío que no lograba describir con palabras. Ese miedo me hizo tomar valor y huir, por supuesto que me hice pasar por muerta luego de que salté de un acantilado en un intento desesperado por no ser encontrada. Sobreviví gracias a la vegetación que había en los alrededores de los peldaños y del suelo.
Caí sobre un arbusto y me levanté con las piernas y brazos temblándome por toda la adrenalina que estaba bombeando por todo mi cuerpo. Caminé un par de kilómetros hasta llegar a un pueblo y fue entonces que pude vender el anillo de compromiso que llevaba, era una sortija de oro con incrustaciones de diamante.
La persona que me lo compró me miró con lástima, y, sin embargo, yo ni siquiera me inmuté al notar esa expresión en su rostro, me dio el dinero y luego de eso pude comprarme ropa y desechar el vestido de novia el cual estaba cubierto de lodo y sangre entremezclados por la caída. Me fui de ese pueblo tan pronto como pude y vine a Arendelle, ya que había escuchado que buscaban una bruja que estuviera dispuesta a vivir en la Manada Amanecer rojo, que era gobernada por el Rey Alfa Damon. Quien por desgracia no tenía una pareja porque estaba había muerto en un accidente del cual nadie se atrevía a hablar, era entendible.
Todos en la Tribu Luna Azul hablaban de ello, algunos con pesar y otros con indignación, en el sentido de que no fue necesario matar a esa pobre mujer que llevaba el mismo nombre que yo. Lo cual era un poco extraño, pero no me molestaba en absoluto.
Era muy triste, incluso me llegué a preguntar algunas veces el por qué la Diosa Luna nos quita lo que más queremos, pero esa pregunta jamás me fue respondida y claro que llegué a decirlo y la gente me decía que la Diosa era quien tomaba todas las decisiones con respecto a todo incluida la vida, y esa respuesta me pareció cruel pero cierta de alguna forma.
Salí de mis pensamientos al oír que tocaba la puerta, la abrí y era el Beta del Rey Alfa. Quien al verme se mostró muy desconcertado y confundido.
—¿Todo está bien?—Pregunté desconcertada.
—Sí, todo está bien, perdón es que... al verla me recordó a alguien—. Asentí sin darle importancia.
Salimos de la habitación y devolví la llave de la habitación a la recepción, al hacerlo la empleada casi se desmayó al verme incluso hasta gritó y no comprendía por qué. Pero el Beta Adler aclaró el asunto y nos fuimos.
Al salir del edificio de ladrillos rojo en la entrada estaba una camioneta negra con vidrios polarizados, el Beta me abrió la puerta y me adentré en la camioneta luego de darle mi equipaje que fue guardado en la parte trasera de la camioneta. El cofre se cerró y el Beta subió a la camioneta en el asiento del acompañante, mientras que yo estaba en la parte trasera, los asientos eran de piel color beige y había donde cargar el teléfono y poner las bebidas en los lados de las puertas.
Me puse el cinturón de seguridad y antes de que arrancara la camioneta alguien más subió a la parte trasera, ya que oí que la puerta del lado izquierdo se abrió y vi entrar al Rey Alfa. No entendía qué estaba pasando y entonces Su Majestad dijo:
—Vengo a escoltarte a mi Palacio—. Dijo con una sonrisa en su rostro que me daba esa necesidad de golpearlo hasta borrarle esa sonrisa.
Vestía completamente de negro, el saco, la camisa y el pantalón eran completamente negros, incluso los zapatos, parecía que iba a un funeral, pero al recordar a su difunta compañera, sentí un gran pesar, no era sencillo vivir con ello.
Sus ojos color ámbar reflejaban una profunda tristeza que por alguna razón me hacía doler el pecho y sentía ganas de llorar, así que respiré profundo y me tomé unos segundos antes poder hablar.
—¿Por qué?—Pregunté.
—Porque vas a vivir en mi Palacio y como el Rey Alfa que soy, debo escoltar a mi invitada—. Esa respuesta me pareció muy estúpida, pero no dije nada y preferí no saber más. Fingir no saber es más fácil, lo cual es un método de supervivencia en cualquier tipo de situación.
El conductor arrancó la camioneta y nos fuimos, mientras era observada de manera descarada por su Majestad. Lo ignoré gran parte del camino hasta que dijo:
—Oye, ¿Por qué me estás ignorando?—Preguntó haciendo un puchero. Suspiré ignorando eso.
—No tengo nada que decir sinceramente—. Respondí cruzando las piernas.
—Pues yo si tengo algo que decir.
Lo miré dudosa. ¿Algo que decir? Vaya...
—¿Por qué te hiciste pasar por muerta?—Lo miré tratando de disimular mi sorpresa, pero por lo visto no lo había conseguido y ahora debía de dar explicaciones que no quería dar, en ese momento.
—No quiero hablar de eso—. Le dije, pero el maldito siguió insistiendo.
—No quería casarme—. Dije y eso hizo que su mirada oscureciera por completo. Sus ojos pasaron de ser color ámbar a un rojo carmesí muy hermoso. Ese color me gustaba y sobre todo me daba la sensación de que había visto ese color de ojos antes, pero no sabía de dónde exactamente. Y de pronto un agudo dolor de cabeza se hizo presente.
—¿Estás bien?—Me preguntó Su Majestad.
Luego de unos segundos el dolor cesó.
—Estoy bien, solo fue un dolor de cabeza—. Miré sus ojos un instante y estos volvieron a la normalidad, lo cual me hizo pensar en que había algo en él que había visto antes, pero no tenía idea qué era.
El resto del camino estuvo en un total silencio, ninguno dijo nada hasta que llegamos al Palacio.