Luigui Cardona hijo adoptivo de Cardona el encargado de la mafia Italiana.
Enamorado de Emma Greco Alvarez una de las hijas menores de Giacomo Greco y Soledad Alvarez .
Emma es la menor de las trillizas y es la última de los hijos de esta familia .
Es la más parecida en la forma de ser a Soledad pero tiene la fuerza , fortaleza de Giacomo.
Enamorada de Luigui en la cual le declara su amor a él siendo rechazada , eso le rompe el corazón a la pequeña Emma , pero no le impide después de cinco años aprovechar la situación y obligarlo a casarse con él así cumpliendo las palabras que le dijo ese día.
Luigui aceptará ese gran amor que siente por Emma desde el primer día en que la conoció .
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CAPITULO 17
Emma Greco Álvarez se encontraba en su despacho, revisando con atención unos documentos. Su mirada afilada recorría cada línea con detenimiento, analizando la situación de Luigui Cardona. Todo iba según lo planeado. Cardona había conseguido dos abogados para Luigui, pero no habían encontrado ni una sola prueba que lo absolviera. La situación de Luigui era cada vez más complicada, y las pruebas en su contra eran contundentes.
Nick había encontrado unos papeles que hundían aún más a Luigui. Documentos en los que él mismo autorizaba la transferencia de una gran cantidad de dinero a una cuenta a su nombre. Pero lo más preocupante era que, al rastrear el dinero, este ya no estaba en la cuenta. Como si alguien lo hubiera hecho desaparecer. Y lo peor de todo…
Las firmas eran originales.
Emma tamborilero los dedos contra el escritorio de caoba, sumida en sus pensamientos. Si bien su intención no era verlo caer, necesitaba que él llegara al punto de no tener más opciones. Luigui siempre había sido terco, orgulloso y necio. No la quería como su abogada. Pero llegaría el momento en que él mismo la buscaría, rogándole que lo ayudara.
Su sonrisa se amplió con satisfacción al imaginarlo en esa posición.
La puerta de su despacho se abrió sin previo aviso y su hermana, Rebeca, entró con la seguridad de siempre, sosteniendo dos cafés en la mano.
—Eres malvada, hermanita —dijo con una sonrisa traviesa, dejando el café americano sobre el escritorio de Emma.
Emma tomó la taza con calma y le dio un sorbo antes de mirar fijamente a su hermana menor.
—¿Qué sabes, Rebeca?
Rebeca se acomodó en el sillón frente a ella, cruzando las piernas con elegancia, como si fuera la reina de todo. Tomó una galleta del plato que había sobre el escritorio y la mordió con parsimonia, disfrutando del momento.
—Primero —dijo con calma—, la abuela Franchesca y el tío Cardona están en Cancún junto a nuestros padres. Al parecer, fueron a visitar a Lucero.
Emma asintió con la cabeza, sin mucho interés en esa parte de la información.
—Segundo, Rebeca. Quiero que me digas la información rápido, hermanita —exigió con impaciencia.
Rebeca sonrió con diversión.
—Calma, ventarrón. No todo en la vida es correr —respondió con su actitud despreocupada.
Emma la fulminó con la mirada.
—Rebeca…
—Está bien, está bien —dijo levantando las manos en señal de rendición—. Los abogados que consiguió el tío Cardona no han encontrado nada útil. Ni una pista de los verdaderos culpables, ni una prueba contundente que pueda demostrar la inocencia de Luigui.
Emma chasqueó la lengua, aunque ya lo esperaba.
—Otra cosa, hermanita —continuó Rebeca—. Luigui sigue de terco y no quiere que seas su abogada.
Emma levantó una ceja con diversión.
—¿Qué piensas hacer? —preguntó Rebeca, mirándola con interés.
Emma sonrió con superioridad, recargando la espalda contra su silla.
—Tener paciencia —respondió con tranquilidad, como si ya lo tuviera todo planeado—. Por ahora, llama a Josephe y dile que ya sabe qué hacer con los nuevos abogados. Luigui se cansará de estar en la cárcel y me mandará a llamar para representarlo.
Rebeca arqueó una ceja, notando el brillo de la malicia en los ojos de su hermana.
—Por ahora —continuó Emma—, voy a comprar ropa interior sexy para cuando esté viviendo con Luigui.
Rebeca casi escupe su café.
—¡¿Qué demonios, Emma?!
Emma rió con diversión al ver la expresión de su hermana.
—Luigui no podrá resistirse a mí —dijo con seguridad—. Me imagino el momento en que intente contenerse… pero no podrá.
Rebeca negó con la cabeza.
—Estás loca.
—No, soy estratégica —respondió Emma con una sonrisa de satisfacción.
Los días pasaron, y la situación de Luigui en la cárcel se complicaba. A pesar de su orgullo, las condiciones en prisión no eran las mejores. La presión de estar encerrado y la falta de respuestas lo estaban volviendo cada vez más desesperado.
Finalmente, llegó el día en que Emma recibió la llamada que tanto había esperado.
—Emma… —la voz de Luigui sonaba tensa, derrotada, estaba llamando desde la cárcel.
Emma sonrió, disfrutando de cada segundo.
—Vaya, qué sorpresa —dijo con fingida sorpresa—. ¿A qué debo el honor de tu llamada, Luigui?
—Necesito que seas mi abogada —soltó sin rodeos.
Emma alzó una ceja, complacida.
—¿Lo dices en serio? Porque tengo entendido que no querías que yo me encargara de tu defensa.
Luigui guardó silencio por unos segundos.
—Me equivoqué —admitió con pesar—. Necesito tu ayuda.
Emma disfrutó cada palabra.
—Está bien, Luigui. Te sacaré de ahí… pero con una condición.
—¿Cuál? —preguntó con recelo.
Emma sonrió, saboreando la victoria.
—Mañana voy a verte en prisión y, sabrás lo que quiero para sacarte de la cárcel.
Hubo un largo silencio en la línea.
—Emma…
—No estás en posición de negociar, Luigui —lo interrumpió—. O me dejas encargarme de tu defensa y aceptas mi condición, o puedes quedarte en prisión hasta que los abogados de Cardona logren algo… lo cual, hasta ahora, no han conseguido nada.
Luigui soltó un suspiro de resignación.
—Está bien —dijo finalmente—.
Emma sonrió, triunfante.
—Nos vemos mañana, amor mío.
Las horas siguientes fueron un torbellino de movimientos legales y estrategias bien ejecutadas. Emma tenía un caso y no podía viajar sin solucionarlo así que demostró por qué era una de las mejores abogadas. Cada detalle que los abogados anteriores habían pasado por alto, ella lo encontró. Desmenuzó la información, revisó las pruebas y encontró inconsistencias que nadie más había notado.
Finalmente, logró su cometido.
Aleja Beltrán fue puesta en libertad.
Cuando salió de la prisión, su mirada se encontró con la de Emma, quien la esperaba con los brazos cruzados y una sonrisa de satisfacción.
—Bienvenida de nuevo a la civilización —dijo con burla.
Aleja Beltran la miró con seriedad.
—Gracias por ayudarme, Emma.
Emma sonrió con picardía.
—Oh, no tienes que agradecerme todavía… lo harás cuando estés con tus hijas de nuevo.
Aleja frunció el ceño.
—No juegues conmigo.
Emma se acercó, poniéndose de puntillas para susurrarle al oído.
—No estoy jugando, amiga. Desde este momento, eres libre y ahí vienen tus dos hijas.
Aleja tragó saliva, sintiendo un escalofrío recorrer su espalda.
Sabía que estaba en libertad y que había recuperado a sus hijas gracias a su amiga Emma...
Continuara...
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