Mi Razón De Vivir

Antes de que la sirvienta llegara a donde Qiang este se encontraba sumergido en sus pensamientos.

Qiang recordaba el día en que Chén le había pedido que le diera un hijo. Había aceptado, pensando que no se enamoraría del niño, que podría dejarlo ir sin problemas. Pero cuando había tenido a Feiyu en sus brazos, algo había cambiado. Se había enamorado de su hijo, y no había podido dejarlo ir.

También recordaba los días en que se drogaba para poder olvidar el asco que le producía el hecho de que Chén lo tocara. Las drogas le daban placer, un escape temporal de la realidad que lo rodeaba.

Pero a pesar de eso, Qiang sabía que no podía escapar para siempre. La realidad siempre volvía a golpear, y él se sentía atrapado en una vida que no quería.

La relación entre Qiang y Chén era complicada. Chén lo utilizaba para sus propios deseos, sin importarle el dolor y la humillación que le causaba a Qiang.

Pero Qiang había encontrado una razón para seguir adelante: su hijo Feiyu. A pesar de que Chén le había dicho que no se lo podría llevar más, Qiang sabía que siempre sería el padre de Feiyu, y que siempre lo amaría.

Ahora, con la sirvienta de la casa de Hui Ying llegando corriendo y cubierta de sudor y sangre, Qiang sentía que algo estaba muy mal. Su corazón latía con ansiedad, su mente llena de preguntas.

¿Qué había pasado? ¿Qué había sucedido con Feiyu? ¿Por qué había venido la sirvienta a su casa?

Qiang se acercó a la sirvienta, su voz temblorosa con preocupación.

Qiang: ¿Qué pasa? ¿Qué ha sucedido con Feiyu?

La sirvienta lo miró, su rostro pálido y asustado.

De vuelta al presente.

La sirvienta le contó a Qiang todo lo que había sucedido. Le dijo que Hui Ying había estado maltratando a Feiyu, que lo había estado golpeando y humillando. Qiang se sintió como si le hubieran golpeado el estómago, como si no pudiera respirar.

Se desplomó en el suelo, su cuerpo sacudido por sollozos. La desesperación lo consumía, la sensación de impotencia lo ahogaba. ¿Cómo podía haber permitido que esto sucediera? ¿Cómo podía haber dejado que su hijo sufriera de esta manera?

Pero entonces, algo dentro de él se rompió. La determinación lo invadió, la decisión de hacer algo, de saltar las murallas que lo mantenían prisionero y enfrentar lo que sea que se necesitara para salvar a su hijo.

No importaba que Hui Ying era la reina de ese lugar, que tuviera poder y riquezas. No importaba que Qiang fuera solo una persona cautiva en ese lugar. Lo que importaba era su hijo, y él haría cualquier cosa para protegerlo.

Qiang: (con voz firme) Voy a salir de aquí. Voy a ir a buscar a mi hijo. Y voy a hacer todo lo que sea necesario para protegerlo.

La sirvienta asintió.

Sirvienta: (con voz temblorosa) Yo te ayudaré. Te ayudaré a escapar.

Qiang sonrió, una sonrisa de determinación.

Qiang: (con voz firme) Gracias. Pero no necesito tu ayuda para escapar. Lo que necesito es tu ayuda para encontrar a mi hijo.

Qiang llegó a la casa de Hui Ying, su corazón latiendo con ansiedad. Sabía que estaba arriesgando mucho al ir allí, pero no podía evitarlo. Tenía que ver a su hijo, tenía que asegurarse de que estaba bien.

Llegó a la sala, donde Hui Ying caminaba de un lado al otro, pensando en cómo deshacerse de Feiyu. Qiang la vio y se sintió lleno de ira y desprecio. ¿Cómo podía alguien ser tan cruel y despiadado?

En ese momento, Qiang abrió las puertas de la mansión y se detuvo en el umbral, mirando a Hui Ying con una mezcla de desafío y determinación.

Hui Ying se detuvo en seco, su rostro lleno de desagrado y sorpresa. No podía creer que Qiang hubiera osado poner un pie dentro de su casa.

Hui Ying: (con voz de despreció) ¿Qué estás haciendo aquí? ¿Cómo te atreves a entrar en mi casa?

Qiang se mantuvo firme, su mirada no vacilando.

Qiang: (con voz firme) Vine por mi hijo. Quiero verlo. Quiero asegurarme de que está bien.

Hui Ying se rió, una risa fría y despiadada.

Hui Ying: (con voz burlona) ¿Tu hijo? ¿De qué estás hablando? Feiyu no es tu hijo. Es mi hijo, y solo mío.

Qiang se sintió lleno de ira y desesperación. ¿Cómo podía Hui Ying ser tan cruel y despiadada?

Hui Ying se acercó a Qiang, su rostro lleno de desprecio y crueldad. Sus palabras eran como un cuchillo afilado, cortando el aire con precisión.

Hui Ying: (con voz helada) Eres un ser miserable, Qiang. Un omega débil y patético. No eres digno de ser padre de Feiyu. Eres solo un objeto para ser utilizado y descartado.

La crueldad de Hui Ying era como una lluvia de hielo, helando su sangre y dejándolo sin aliento.

Hui Ying: (con voz burlona) Recuerdas cuando te drogabas Para poder complacera Chén? Eres un ser sin dignidad.

Qiang se sintió como si estuviera viviendo una pesadilla. Las palabras de Hui Ying eran como una serpiente que se enroscaba alrededor de su corazón, apretando con fuerza.

Hui Ying: (con voz helada) Y ahora, tienes la audacia de venir a mi casa y pedir ver a mi hijo? Eres un ser ridículo, Qiang. Un omega patético que no es digno de ser padre.

Lo que acababa de decir Hui Ying era como un golpe de realidad, recordándole lo miserable que era.

Hui Ying: (con voz helada) Recuerdas la noche de mi boda con Chén, ¿verdad? Recuerdas cómo te puse a servir el vino, como un sirviente miserable. Me sentí tan satisfecha viéndote allí, parado con tu cabeza gacha y tu mirada baja. Me llené de satisfacción, viéndote llorar en silencio mientras Chén me convertía en su esposa.

Qiang recordó esa miserable noche, aquella noche era como una herida abierta, que nunca había sanado. Se recordó a sí mismo, sirviendo el vino con una sonrisa forzada, mientras las lágrimas se escondían detrás de sus ojos.

Hui Ying: (con voz burlona) Me encantó ver cómo te humillabas, Qiang. Me encantó ver cómo te convertiste en un objeto, en un simple sirviente, me encantó mostrarte ese día tu miserable realidad. Y ahora, aquí estás, pidiendo ver a tu hijo. Es ridículo.