Aldana una joven doctora que cuando con un prometedor futuro, cambia su destino al cometer un gravisimo error...
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capítulo 7
Cuando volteé, vi venir en nuestra dirección a Laura y a Leonardo. No pude cambiar la expresión de disgusto en mi rostro. Laura se acercó rápidamente, visiblemente preocupada.
—¿Hermana, qué sucede? ¿Está todo bien?
—De maravilla. Pregúntale a tu prometido —respondí con sarcasmo, sin detener mi paso.
Escuché a Leonardo preguntar con el ceño fruncido:
—¿A dónde vas?
Me giré apenas para mirarlo de reojo.
—¿Tú lo sabías? —pregunté, y lo vi mirarme con seriedad antes de responder con sinceridad:
—Sí... pero creí que tú también.
—Es evidente que no. Y respondiendo a tu pregunta, voy al bar del hotel. Necesito algo más fuerte que una copa de champán.
—Muy bien, vamos.
Sin más, comenzó a seguirme. Al llegar a su auto, me detuve frente a él y exigí:
—Las llaves.
Lo vi dudar, así que repetí con firmeza:
—Necesito no pensar. Dame las llaves.
—Espero que sepas cuánto vale este auto...
Sin decir más, me entregó las llaves. Las tomé con decisión y respondí:
—Y yo espero que tus chicos sepan conducir bien... o van a perderse tratando de seguirnos.
Ambos subimos al Maserati. En cuanto me acomodé en el asiento, aceleré con fuerza. Necesitaba distraerme, alejarme de todo lo que estaba sucediendo, y eso solo lo lograba en dos lugares: en las pistas o en un quirófano.
Manejé sin rumbo durante más de una hora, dejando que el rugido del motor y el viento limpiaran mi mente. Finalmente, bajé la velocidad y comencé a dirigirnos de regreso al hotel. Leonardo, al ver que ya me había calmado, soltó el tablero y rompió el silencio:
—¿Te sientes mejor?
—Sí. Tranquilo, ya vamos de regreso.
—No lo digo por eso. En verdad no sabía que tú no estabas enterada...
—Eso ya no importa. Ahora lo único que quiero es tomar algo y reservar el primer vuelo de regreso para mañana.
—¿Te irás?
—¿Qué sentido tiene quedarme? Cuando recibí su carta pensé que esta era la oportunidad que tanto necesitaba para volver. Yo, a diferencia de ti, no me fui porque quise. A mí me echaron. Sarah y Richard decidieron que lo mejor era que estudiara lejos, y así nos alejaron. Tú sabías lo que había entre nosotros y nunca dijiste nada. ¿Por qué?
—Porque mi hermano parecía feliz —contestó con sinceridad. Lo miré, sorprendida por su franqueza—. Además, en ese entonces no los veía casi nunca. No iba a darles un motivo para que también me dejaran de lado.
—Sí, bueno... Aun así fuimos injustos contigo. Siempre te veías como un adulto desde niños, y por eso, cuando venías, no sabíamos de qué hablarte. Terminábamos por dejarte solo.
—Lo sé. Aun así, los veía jugar desde lejos... y me reía de ustedes.
—Querrás decir *con* nosotros.
—No, de ustedes. Eran mejor que una película de comedia.
Ambos reímos durante el resto del trayecto al hotel. Al llegar, vimos las dos camionetas negras que normalmente escoltaban a Leonardo.
—Ups... creo que están preocupados —comenté con una sonrisa burlona.
—Es que esto no puede suceder. Me perdieron de vista, y eso es inaceptable...
—Oye, tranquilo, tigre. No es fácil seguirme el ritmo.
Al ver cómo relajaba su expresión, desabroché el cinturón, le tendí las llaves y dije:
—Gracias por el préstamo, pero ahora sí necesito ese trago.
Sin más, bajé del auto y me dirigí directamente al bar del hotel. Necesitaba un buen trago que desenredara el nudo que tenía en la garganta. No podía creer lo estúpida que había sido... Tantos años de mi vida desperdiciados, amando unilateralmente a un hombre que ni siquiera supo esperar a que yo fuera alguien en la vida.