Almas Cruzadas

El salón se quedó en un silencio expectante mientras Lady Ross revisaba cada una de las imágenes. Pensé que era Leonora, pero al ver estas fotografías, me di cuenta de que lo único que ama es su ego. Investigué a la mujer con la que intentaba humillarme, y me aseguré de dejarle un mensaje claro: si decidía hacer de las suyas, le quitaría todo. Era la razón por la que Dick estaba aquí, tan enfadado.

—De hecho, iba en camino a aclarar esto porque me llegó hoy en la mañana. ¿Sabes cuántas personas lo vieron? —dije fingiendo dolor—. Pensé que habías cambiado.

El silencio se rompió con una bofetada resonante. No fui yo quien la dio, sino Lady Ross, que golpeó a su hijo. Entre las fotografías había una de él con un certificado de matrimonio con otra mujer, lo que rompía nuestro compromiso. Su estupidez me ahorró mucho trabajo.

—¡¿Eres estúpido?! —nunca había visto a Lady Ross tan enojada—. ¿Sabes que la única condición que puso tu padre en la empresa antes de morir fue que tuviéramos un vínculo con los Winston?

Tras calmarse un poco, Lady Ross se dio cuenta de que había revelado algo inapropiado para la situación.

—Querido, no me malentiendas... Eres una gran nuera, pero tengo que contarte un suceso del pasado —dijo, pidiéndome que tomara asiento—. Mi esposo, hace mucho tiempo, fue pareja del hermano pequeño de tu padre. Sin embargo, este fue asesinado por una admiradora de mi esposo. Pasaron años, y me conoció a mí, pero antes de eso intentó salir con tu padre. Él ya estaba casado con tu madre, así que, por respeto, no hizo nada. Tiempo después, cuando tenías seis años, nos vimos en el aniversario de la muerte de tu tío. Ahí pudimos ver que tus genes estaban por encima de la población.

Me quedé sin palabras. Ansel nunca se enteró de eso, ni siquiera que tuvo un tío.

—¿Así que su esposo me veía como el hijo que nunca tuvo con mi tío? —dije, asimilando sus palabras—. Aun así, no puedo permitir esta situación.

Dicho esto, me levanté para irme.

—Espera, querido —me detuvo Lady Ross—. No volverá a molestarte este idiota. ¿Y si lo expulso de la familia?

—Ma-madre —intentó detenerla Dick, pero ella lo esquivó.

Lady Ross, ahora a mi lado, trataba de convencerme de quedarme. Tras tantas súplicas, le dije que lo pensaría, pero que no quería verlo ni siquiera a cinco pasos cerca de mí. Inmediatamente, su hijo fue echado como si fuera un vagabundo que ingresó a la residencia.

—Señor... —Jack sostenía una bandeja con comida para mí—. ¿Te aseguraste de probarla? —le dije, preparando una cuchara de plata por si acaso.

—Por supuesto, mi señor —dijo, colocando la bandeja sobre una mesa en mi terraza.

—¿Qué piensas sobre la propuesta de Lady Ross? —le pregunté mientras probaba un poco de la sopa que trajo.

—Lo que mi señor decida está bien para mí —dijo, ofreciéndome un vaso de agua—. Mi lealtad es hacia usted, mi señor.

Suspiré. Era típico de Jack. Le dije que decidiría mañana, pero que por ahora debíamos concentrarnos en la reunión con unos proveedores.

Al llegar, mi asistente ya repartía la información sobre la nueva reunión, facilitándome las cosas. Terminamos justo a tiempo, antes de lo que había planeado, y al final solo quedamos mi asistente Marie, mi guardaespaldas y yo, finalizando algunos detalles del proyecto que quería poner en marcha.

—Mi señor, se está haciendo tarde —dijo Jack, mirando por la ventana al cielo oscuro.

Le hice caso por instinto, porque no me gustaba recordar oscuros recuerdos de esa noche. Aunque me costara admitirlo, solo podía estar aquí gracias a que estaba acompañado. Nunca mencioné este pequeño miedo a nadie, y ninguna persona a mi alrededor se había dado cuenta.

Caminamos un rato antes de ver la salida del lugar. Afuera, todavía había mucha gente, así que bajé la guardia un momento... error que no debí cometer.

—Jack... Necesito pasar por una tienda de conveniencia —dije, sacando algo de dinero de mi cartera.

Me estaba poniendo ansioso, así que necesitaba algo para calmarme. Al encontrar lo que quería, decidí salir, pero algo inesperado sucedió.

—¡Regrésame a mi bebé! —gritó una mujer de repente.

Me voltee por instinto y vi a una mujer con un cuchillo apuntándome. Podía haberme apartado fácilmente, pero mi cuerpo se paralizó, recordando mi muerte repentina. Cerré los ojos, esperando el impacto, pero lo que sentí fue un abrazo que me tiraba al suelo.

—¿Jack? —me quedé perplejo en el suelo mientras él se levantaba para enfrentar a la mujer sospechosa.

Aunque suene increíble, a pesar de vivir una nueva vida, todavía tenía secuelas de ese día de mi muerte. Siempre probaba mi comida antes de ingerirla y, cada vez que estaba en escenarios similares a esa noche, entraba en un trance, como si reviviera mis heridas.

Jack se interpuso entre la mujer y yo, desarmándola con rapidez. La mujer cayó al suelo, sollozando, mientras Jack la mantenía inmovilizada. La gente alrededor comenzó a murmurar y a grabar con sus teléfonos.

—¿Está bien, mi señor? —preguntó Jack, ayudándome a levantarme.

—Sí... sí, estoy bien —dije, aunque todavía temblaba.

La policía llegó rápidamente y se llevaron a la mujer. Mientras me recuperaba del susto, Jack se quedó a mi lado, vigilante.

—Gracias, Jack —dije, mirando a mi fiel guardaespaldas—. Me salvaste la vida.

—Es mi deber, mi señor —respondió con firmeza.

Enfrentando los Demonios del Pasado...

Estaba en algún tipo de trance, tirado en el suelo. Mi mente vagaba en pensamientos profundos, como si estuviera durmiendo despierto. A pesar de estar cerca de la escena, las voces a mi alrededor eran un murmullo indistinto. Mis manos y piernas temblaban al recordar el trauma de mi muerte. Al principio, pensé que mi reacción era signo de debilidad, pero pronto entendí que no se trataba de fuerza física; mi mente aún retenía esos horribles momentos. Poco a poco, las voces se hicieron más claras: era Jack llamándome. Al parecer, seguía en la misma posición en que caímos, rodeado de gente que había presenciado el incidente. Intenté levantarme, pero mis piernas no me respondieron.

—Joven, ¿se encuentra bien? —preguntó una señora de avanzada edad, sosteniendo un bastón y agarrada del brazo de quien parecía ser su nieto—. Ándale, hijo, ve a ayudar al muchacho —dijo, dándole unas palmadas.

El joven dejó a su abuela en un lugar seguro y se acercó a ofrecerme su ayuda. Mi orgullo se hizo presente, y con toda la fuerza que tenía, volví a intentar levantarme. No podía permitir verme tan lamentable.

—Estoy bien —dije, esforzándome por ponerme de pie—. No se preocupen, solo fue la impresión —agregué, esbozando una sonrisa amigable.

Jack ya estaba a mi lado para ayudarme. Me levanté, aunque mis piernas seguían entumecidas. Me recargué en un poste de luz cercano, tratando de aparentar normalidad. Desde esa posición, observé lo que ocurría a mi alrededor. Además de la mujer, había un hombre con ella, que fue entregado a la policía junto con ella. Jack regresó tras testificar ante las autoridades.

—Mi señor, lamento mucho mi incompetencia... Por mi culpa... —dijo, agachándose—. Merezco ser castigado.

Podría reprenderlo, pero eso mostraría mi dependencia ante la gente que nos rodeaba, curiosa por el espectáculo.

—No es necesario —respondí, comenzando a caminar para ver si mis piernas respondían mejor—. Se hace tarde... Llévame a casa —dije, pidiendo permiso a la multitud para pasar.

Nos dirigimos al estacionamiento, ignorando las miradas curiosas. Al llegar al automóvil, entré rápidamente. Una terrible sofocación en el pecho me hizo sentir como si olvidara respirar. Jack notó mi estado y, sin decir nada, me tapó los ojos y sacó unos frascos con esencias que colocó en el auto. Poco a poco, me tranquilicé hasta quedarme dormido.

Aunque no podía abrir mis ojos, estaba algo consciente. Las voces a mi alrededor eran incomprensibles. Un rato después, recobré la conciencia y me di cuenta de que seguía en el auto, pero Jack no estaba.