Faltan once minutos para la media noche, Alejandra con el teléfono en mano espera ansiosamente que pasen esos sesenta segundos que la separan del "Hola" de su confidente desconocido. Con él puede ser ella misma, sin la máscara de estoica que desde su infancia se colocó.
Franco está en su habitación, ya ha escrito su acostumbrado Hola y cuenta regresivamente los 25 segundos para pulsar enviar. Él es un ser sensible sin saberlo, su oculta pasión por las artes lo llevó a ella, a esa mujer de la que no conoce ni su nombre, ni su rostro, ni su edad, pero que lo sensibiliza al extremo de sentir sus caricias en el alma.
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Veintiuno
La noticia de embarazo de Alejandra fue una sorpresa para todos, aún Franco está abrumado tratando de procesar la información, cuando se ve rodeado por los brazos de sus padres.
—Mi bebé me hará abuela— dice emocionada Stella, limpiando con su mano las lágrimas del rostro de su hijo.
Finalmente, Pedro siente alivio y deja rodar su espalda por la pared hasta quedar sentado en el piso con los brazos en sus piernas y la frente reposada sobre sus antebrazos, no se hubiera perdonado si su hermana no sobrevivía. Un nudo se forma en su garganta y las lágrimas salen sin permiso, no fue hasta que la vió al borde de la muerte que se dió cuenta cuanto la quiere y lo inmaduro que ha sido haciéndole la vida imposible, solo por los celos que nacieron en su infancia cuando su padre le restó atención para dársela a ella; por eso le alejaba la gente, sentía que estando Alejandra presente él era invisible.
—Bueno, ya sabes cómo está— escucha la voz de su novia —vámonos— Pedro Smith asintió y se fueron a casa, pero esa noche su relación con Lilly quedó fracturada definitivamente...
Franco entra a la habitación y lo primero que hace es besar su vientre, a Alejandra le causa ternura ese acto; cuando la estaban preparando para la cirugía recobró el conocimiento y supo la noticia.
Dos días han pasado desde que ella estuvo al borde de la muerte y Franco no se ha retirado de su lado en ningún momento.
—Mi cielo, ¿por qué no te vas a descansar?, ese sillón es muy incómodo para tí, por la mañana regresas ¿sí?— le dice la chica mientras le acaricia la mejilla, preocupada al verlo prácticamente confinado a esas cuatro paredes.
—Futura señora Alcázar de aquí salgo con ustedes— dice dándole un corto beso en sus labios y acariciando su con la nariz su rostro.
Es la mañana del tercer día de hospitalización de la chica, en la habitación junto a ella y su novio se encuentran sus suegros, Belkis, su madre y sus hermanos. El médico pide que desalojen para hacer el chequeo y dar el visto bueno para el alta.
—Señora Marta— llama la atención Franco de su suegra —me llevaré a Alejandra conmigo al apartamento, yo seré quien la cuide.
—Eso no podrá ser— responde de inmediato —¿quién se quedará conmigo?, sus hermanos tienen sus vidas.
—Mamá por favor— interviene el hijo mayor.
—Ningún por favor, hablaré con ella, no me puede dejar sola— habla interrumpiendo al muchacho.
—Marta deja la ridiculez, hasta hace unos meses la atosigabas para que se casara, aún cuando sabías que no estaba enamorada o ¿es que pensabas pegarte como un chicle?— habla Belkis sin filtro y con exasperación.
La mujer mirando con resentimiento a la amiga de su hija —insolente— murmura casi inaudible —hablaré esto con ella— concluye y guarda silencio.
—Señora disculpe pero sólo le estoy informando, soy responsable de mi mujer y de mi hijo— dice sin levantar la voz, pero con una mirada severa e imprimiendo fuerza en sus palabras; luego se dirige a hablar con su padre para pedirle ayuda con la empresa, en lo que se queda al cuidado de Alejandra el tiempo que amerite su recuperación.
Franco conduce con su chica ocupando el asiento del copiloto, decidió llevar a su suegra para que vea el lugar donde se quedará su hija. Todo está preparado, Belkis y Reinaldo le ayudaron para llevar a Mayra hasta Nueva York y conseguir un apartamento para sus padres en el mismo conjunto residencial.
Franco toma en brazos a su mujer y entra cargándola al edificio, presiona el botón del ascensor, se adentran y sin bajarla continúa hasta llegar al apartamento. Al abrir la puerta, la chica se encuentra con la misma bienvenida que en su viaje a Toronto, la sala llena de rosas rojas, pero su sorpresa mayor fue encontrarse con la sonrisa de su amiga canadiense.
—¡Mayra! —dice la con alegría y asombro la pelinegra.
—Señorita qué bueno que esté bien, cuando el señor Franco me llamó le pedi venir a ayudarlos.
—Mayra atiende a mi suegra por favor, enseguida regreso— después de esas breves palabras, el hombre continúa su camino hasta la habitación con su mujer aún cargada en sus brazos...
En Canadá, Julieta se encuentra rompiendo todo a su paso, enterarse del embarazo de su cuñada la aleja más de heredar a su hermano, debe pensar en algo, mover las fichas a su favor, considera que esa mujer es la causante del alejamiento de Franco.
Al día siguiente, el sonido de un toque en la puerta de la habitación despierta a la pareja.
—Señor, la señorita Julieta se encuentra en la sala— se escucha decir a la muchacha del servicio a través de la puerta.
—En un momento voy— responde extrañado de esa visita, besa la frente de Alejandra y sale al encuentro con su hermana.
—Hermanito— dice levantándose del sofá, con una caja de regalo en la mano —me enteré de que voy a ser tía y quiero darle mi primer regalo.
Franco sigue receloso, sabe que su hermana no es de dejar las cosas tranquilas y menos después de los malos términos en los que quedaron la última vez que se vieron.
—Gracias, ¿Qué haces aquí?— dice extendiendo la mano para tomar el presente que le está entregando la chica.
—Supe que mi cuñada estuvo en peligro y que está embarazada, vine a brindarte mi apoyo y ayuda— le responde con una sonrisa inocente mientras él asiente complacido, esta es la hermana que a él le gusta ver, amable y cariñosa.
Los días siguen pasando y Alejandra cada día está más recuperada, los cuidados de Franco sumado al reposo y la terapia respiratoria ha dado buenos frutos.
—Papá te envía estos documentos para que los firmes— dice Julieta junto con llegar al balcón donde está la pareja, Franco sentado leyendo para Alejandra y ella acostada con la cabeza sobre sus piernas.
—Déjalos por ahí, en un rato los reviso— responde.
—Al parecer es urgente, no creo que desconfíes de papá, recuerda que él te está haciéndolo un favor— Franco asiente y aunque a su novia le causó ruido la frase, no quiso decir nada para no crear desavenencias, así que lo dejó firmar.