Roxana: La Bastarda

Al momento en que Etténi salió su papá entró.

“Bien hecho, hija. No necesitas de otro hombre aparte de mí”. Roxana río, el comentario le había subido el ánimo.

“Te notó preocupada”. Se acercó a ella.

“Sus sentimientos parecen ser sinceros pero no puedo corresponder de la manera en que él espera”. Suspiró Roxana, la situación se sentía abrumante. No quería herirlo, pero tampoco podía forzarse a sí misma.

“No tienes por qué sentirte así, hiciste las cosas bien”. Ella asintió, abrazando a su padre. Esperaba que él estuviera en lo cierto.

“Te has vuelto una buena niña, Roxana”. Se sintió bien al recibir el apoyo de su padre.

“Papá, debo ir al palacio imperial para ver el rendimiento de Cassius”. Ups.

“¿Cassius? ¿Desde qué momento se dicen por su nombre?”. Pudo ver el rostro de su parte enrojecer de la rabia.

“Te recuerdo que por él casi mueres, además no iras. Acabas de salir de enferma, tienes todo este día libre”. El archiduque estaba completamente negado, no podía hacer nada.

Debía en contentarlo.

“¿Salimos?”. Propuso Roxana, los ojos del archiduque brillaron. Habían sido días largos sin sentir la presencia de su hijo.

Bingo.

“Quiero comprarle una espada a mi padre”. El archiduque negó.

“Debes retomar lo que tanto te gusta, no me agrada verte todo el día encerrado en la oficina. No dejas que ni Magnus te ayude y eso que es tu asistente”. Roxana hizo un motete en sus labios, era un regaño serio pero no quería pasarse de lista con su padre.

“Está bien”. Se dejó convencer fácilmente ante el encanto de su hija, él se sentía igual pero detestaba la idea de no ocupar su tiempo en algo.

...... ...

“Hay un rumor que se ha estado esparciendo por toda la nobleza”. Le dijo el mayordomo a Cassius.

“No me interesa”. Lo cortó, al príncipe no le agradaban los chismes.

“Trata de la señorita Roxana”. El mayordomo obtuvo la atención de Cassius.

“Se vio al caballero Etténi saliendo del archiducado molesto y según las sirvientas fue debido a un rechazo”. Él lo sabia, Etténi siempre había codiciado el corazón de su Roxana.

“¿Ella lo rechazó?” Preguntó.

“Amigos”. Respondió el mayordomo.

“Ahora se encuentra en el mercado con su padre, donde uno de los herreros más populares entre los caballeros”

¿Uhm? Desde la muerte de su esposa era bien sabido que el archiduque no volvió a tocar una espada. Era curioso ¿Roxana quizás lo había hecho cambiar de opinión? Quería verlo.

Cassius se levantó de su escritorio.

“¿A dónde se dirige?” Preguntó el mayordomo al verlo tomar su abrigo.

“A verificar que la información sea verídica”. El asistente y el mayordomo se vieron entre ellos, ni él se lo creía. Solo quería una excusa para ir a ver el estado de la señorita Roxana.

.........

“Me han dicho que usted es el mejor herrero, quisiera una de sus mejores espadas para un caballero como lo es el archiduque Gian, ex comandante de los caballeros del emperador y héroe de guerra”. Y podía seguir, estaba orgullosa de cada uno de los logros de su padre pero esto sería suficiente.

El herrero miró al padre de Roxana sorprendido ¿En verdad se encontraba aquí? Se había esparcido el rumor que no había vuelto a tocar una espada y ahora estaba en su herrería ¡Antes era la fantasía de todo herrero fabricarle una espada! Una celebridad debido a su manejo de la espada tan peculiar.

“Claro que sí, pero para hacer una espada qué pueda soportar la técnica de su padre necesitamos piedras de mana”. Roxana ya estaba preparada.

“Ya las conseguí”. El herrero y su padre la miraban sorprendida. Eran caras y difíciles de conseguir.

“¿Dónde?” Roxana silbó.

“Un mago no revela sus secretos”. En realidad se las había proporcionado el palacio por ser el médico del príncipe pero no las necesitaba así que era mejor usarlas para su padre.

Su adorado padre merecía lo mejor.

“Aquí tiene”. Le dio una bolsa que ocultaba en su vestido. Al ser extremadamente difíciles de encontrar debido a que el emperador las había monopolizado por su enfermedad eran absurdamente caras.

“Necesito tomarle las medidas y un par de preguntas”. El archiduque se acercó más al herrero y Roxana observaba las armaduras llamativas.

“Entonces aquí fueron a parar las piedras de mana que te fueron confiadas, eh”. Roxana se sonrojó inmediatamente al ser descubierta, mierda. Era el príncipe.

“N-no las necesitaba...”. Intentó sonreír.

“Debiste informar de ello pero la señorita decidió que era mejor idea usarlas a su conveniencia”. Cassius estaba jugando, era divertido ver a Roxana salir de su expresión de seriedad.

“No, su majestad como cree eso de mí... Podría ser considerado traición”. Mierda, ya la había cagado.

“Tienes razón. Debería llamar a mis caballeros”. Cassius fingió irse y Roxana lo tomó de la mano, jalándolo hacia ella. Estaban arrinconados y podían sentir la respiración del otro, ambos sonrojados ahora.

“No haga eso, se lo pagaré trabajando”. La sonrisa de Roxana era incomoda, pero no quería decepcionar a su padre.

“¿Sabes cuanto cuestan?”. Cassius pensó que ya había llegado bastante lejos.

“Trabajaré toda mi vida a su lado si es necesario”. Los ojos del príncipe brillaron, quería sonreír pero lo evitó. Igual Roxana estaba molesta, profundamente.

Sin duda Cassius era un tirano.

“Excelente. Lo dejaré pasar”. Cassius se retiró sonriendo, se sentía victorioso. Mejor que ganar una guerra, se había adueñado del tiempo de Roxana, ahora solo debía monopolizarlo para él.

Se encargaría de las piedras en su zapato, el primero Etténi.