ESTA NOVELA ERA ANTES AMARANTA, LA TENGO COMPLETA. QUIEN ME CONOCE SABE DONDE ENCONTRARME.
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REGRESAN A CASA
Una vez que regresó al lado de Amaranta, Izan Marsans, se dirigieron juntos a la librería que Johanna le había regalado. Ya estando en la Liberia se dieron cuenta de que no había nada para comer, por lo cual salieron a comprar víveres.
—Amaranta, será mejor que te quedes en mi casa mientras acondicionan la librería y la limpian debidamente para que puedas estar en ella, porque no está bien para que vivas ahí con tu abuela.
—Izan. No menosprecies el que será mi hogar durante mi estadía en la ciudad; además, ya había pensado en remodelar la casa. En la parte de abajo será la cocina, el comedor y el salón y la habitación de mi abuela; ella ya es vieja y no puede subir al segundo piso. En el segundo piso remodelaré las dos habitaciones para que en una duerma yo y en la otra mi mamá Johanna.
Eso está muy bien, tendrás que contratar a una compañía que realice todas esas reformas, y estarán varios trabajadores en la casa. Eso no está bien para Amaranta; no puede permitir que esté sola en esta casa con esos hombres. Viéndola sola, es muy bella su pequeña; no sabe qué clase de tipos malvados puedan ser los que vengan a reformar la casa.
—Pero no estoy seguro. Amaranta, que esté bien que permanezcas en esta casa tú sola, aunque sé que quieres atender la librería antes de que inicien las clases. No puedo permitirte vivir aquí sola, será mejor que estés en mi casa, es más segura.
—Pero Izan, de igual manera estaré sola en esa enorme casa, y más lejos de la ciudad, tú regresarás al ejército, hasta que seas el instructor en la Universidad.
Ni loco, creía dejar sola a Amaranta; en este momento, Enrique Montemayor está al acecho; en cualquier momento ese loco intentaría secuestrar de nuevo a Amaranta… —No te preocupes por eso, Amaranta, no regresaré por el momento, me quedaré en la ciudad.
—¡De verdad te quedarás en la Ciudad Capital!¿No regresarás al ejército?
—No lo haré, me quedaré hasta que inicien las clases —le dijo Izan a Amaranta.
—Entonces no hay problema, no estaré realmente sola; puedo quedarme en el pequeño ático de la biblioteca en lo que renueva la casa de atrás.
—Amaranta, esta noche te acompañaré, para saber qué tan seguro es estar aquí, así decidiré si puedo dejarte aquí. Si puedes permanecer segura en este lugar sola,
Amaranta se puso muy nerviosa al escuchar eso; sintió que su corazón estaba por salirse de su pecho; no sabía si soportaría saber que estarían en la misma habitación; tenerlo tan cerca y no poder tocarlo era demasiado para su pobre corazón joven. Ella recordó el sueño extraño que tuvo la mañana antes de la tormenta; qué habrá significado, qué rostro sería el del padre de su hijo; la estaba atormentando esa duda. Necesitaba atar cabos sobre la noche que la había supuestamente encontrada borracha con Óscar Rong en la misma cama y desnuda; ella no recordaba nada; ella estaba antes de eso en el balcón viendo la noche estrellada y alguien se acercó, y después despertó con ese hombre… Su vida se precipitó en una espiral de cosas malas después de esa noche. Siempre pensó que su hijo surgió de esa noche, ¿pero después de ese sueño, ¿qué fue realmente lo que pasó?
—¿Estás bien, te sientes mal, pequeña, estás muy pálida, quieres ir al hospital?
—No te preocupes, Izan, quizás fue solo el cansancio de las noches que no dormí bien en la Isla.
—Bueno, vamos a cocinar algo y cenemos, para que puedas descansar. —Izan se llevó a Amaranta a la pequeña cocina de la casa de atrás de la librería. Prepararon juntos un poco de fideos con carne y verduras al vapor y colocaron los platos y cubiertos para ellos e iniciaron su deliciosa cena.
Amaranta e Izan se sentaron bajo un árbol de glicinias y cenaron juntos.
El cielo nocturno sobre sus cabezas estaba lleno de estrellas brillantes. Las estrellas guiñaron un ojo en el cielo.
—"Izan pruébalo", dijo Amaranta mientras extendía la mano. Izan abrió la boca y masticó los fideos. "¿Es bueno?"
—"Esto tiene un buen sabor" —Responde Izan
—"Entonces lo haré por ti en el futuro", prometió Amaranta. "También sé cómo hacer otros platos".
La dulce sonrisa de Amaranta hizo que el corazón de Izan revoloteara. Se puso una mano en el pecho.
Su corazón comenzó a latir salvajemente una vez más. Una, dos veces, tres veces…
—"Izan, no te veo demasiado bien. ¿Son los fideos demasiado calientes? Amaranta preguntó preocupada.
Izan Marsans negó con la cabeza. — "No, me siento un poco raro, eso es todo".
Amaranta extendió la mano y tocó la frente de Izan. Era un poco genial al tacto. —¿Tuviste un golpe de calor?"
—Probablemente no.
Sus ojos brillaban intensamente en la noche. Sus labios se separaron y se cerraron ante sus ojos.
Pero no podía escuchar su voz. Solo sabía que, en ese mismo momento, el mundo entero estaba en silencio, excepto por su corazón que tocaba el tambor salvaje en su pecho.
—"Izan, espera. Iré y te compraré un poco de medicina para disipar el calor en tu cuerpo",— dijo Amaranta, antes de salir corriendo de la casa.
Izan Marsans vio la ventana detrás de él y observó cómo Amaranta se iba.
Un reflejo desconocido de sí mismo se podía ver en el vidrio de la ventana.
Amaranta regresa de la farmacia, casi de inmediato: "Izan, aquí está la medicina". Abrió la caja de papel que contenía la medicina mientras decía: —"Izan, toma el medicamento y vete a la cama. Necesitas descansar".
—"Amaranta. No te preocupes por mí, estoy bien".
La voz de Izan Marsans era baja y ronca… Estaba algo agobiado por las emociones que no lograba descifrar en ese momento.
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Gracias y enhorabuena.