En un mundo devastado por el apocalipsis zombi, la supervivencia es una guerra constante. Ayanokouji Kiyotaka, un joven calculador y frío, escapa de la opresiva Sala Blanca solo para encontrar un mundo aún más brutal. Ahora, atrapado en el instituto Fujimi, debe usar su inteligencia y habilidades estratégicas para liderar a un grupo de estudiantes en medio del caos.
A medida que las hordas de muertos vivientes se acercan, Ayanokouji se enfrenta a una amenaza aún mayor: la traición y la desconfianza dentro de su propio grupo.
Mientras los aliados se vuelven enemigos y la violencia alcanza su punto álgido, Ayanokouji debe tomar decisiones drásticas para proteger a a los suyos. Entre la lucha por los suministros y la constante amenaza de los zombis, cada día se convierte en una prueba de ingenio y fuerza.
¿Podrá Ayanokouji mantener la unidad y liderar a su grupo hacia un futuro incierto, o caerá ante las fuerzas que buscan destruirlo?
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Capítulo 16: El Amanecer de un Nuevo Conflicto
El sol apenas se alzaba sobre el horizonte cuando el grupo de Ayanokouji Kiyotaka comenzó sus tareas diarias. El ambiente era tenso, pero la rutina les proporcionaba una sensación de normalidad en medio del caos. Sin embargo, la calma de la mañana pronto sería interrumpida por un peligro mucho mayor que los zombies: otros humanos.
Mientras Takashi y Rei patrullaban el perímetro, vieron movimiento en la distancia. Un grupo de personas se acercaba a la casa fortificada. Al principio, pensaron que podrían ser otros sobrevivientes en busca de ayuda, pero algo en la manera en que se movían los hizo sospechar.
—Ayanokouji, tenemos compañía —informó Takashi a través de la radio.
Ayanokouji, siempre alerta, subió rápidamente a la azotea para observar a los recién llegados. Eran alrededor de una docena, todos armados y con una expresión decidida. No parecían estar buscando refugio; más bien, parecían estar evaluando el lugar.
—No parecen amistosos. Prepárense para cualquier cosa —dijo Ayanokouji, su voz firme pero tranquila.
El grupo se movilizó rápidamente, tomando posiciones defensivas y asegurando las entradas. Saeko, con su katana en mano, estaba lista para cualquier confrontación, mientras Kohta y Saya se preparaban con sus armas de fuego.
Cuando el grupo rival llegó a las puertas de la casa, su líder, un hombre corpulento con cicatrices visibles en su rostro, levantó la mano en señal de saludo, pero su mirada era fría y calculadora.
—¡Hola ahí dentro! —gritó. —Somos sobrevivientes, igual que ustedes. Necesitamos un lugar seguro y este parece perfecto.
Ayanokouji bajó al primer piso y se acercó a la puerta, manteniendo una distancia prudente. —Podemos hablar, pero mantengan sus armas abajo —respondió, intentando evaluar sus intenciones.
El líder del grupo rival soltó una carcajada. —No estamos aquí para negociar. Este lugar ahora nos pertenece. Nos vamos a instalar aquí, y ustedes pueden irse por las buenas o por las malas.
Takashi apretó los puños, listo para defender su hogar. —¡Este es nuestro refugio! Hemos trabajado duro para fortificarlo. No nos iremos sin luchar.
El hombre corpulento sonrió, mostrando dientes amarillentos. —Así que quieren hacer esto de la manera difícil. Muy bien, muchachos, enseñémosles lo que pasa cuando desafían a los Vipers.
Sin previo aviso, uno de los hombres del grupo rival levantó su arma y disparó hacia la casa. Ayanokouji y los demás se cubrieron rápidamente mientras el sonido de los disparos llenaba el aire.
—¡Todos a sus posiciones! —gritó Ayanokouji, su voz cortando a través del caos.
Kohta y Saya respondieron disparando desde las ventanas, mientras Saeko y Takashi se preparaban para defender las entradas. Shizuka y Alice se refugiaron en una habitación segura, asegurándose de que el niño también estuviera a salvo.
La batalla fue intensa. Los Vipers avanzaban con una ferocidad brutal, pero el grupo de Ayanokouji estaba bien coordinado y determinado a defender su hogar. Saeko, con movimientos precisos y letales, repelió a varios atacantes que intentaron ingresar por la puerta trasera.
—¡No les permitiremos entrar! —exclamó Takashi, disparando a través de una ventana y alcanzando a uno de los Vipers.
Ayanokouji se movía con agilidad, evaluando rápidamente la situación y dando órdenes precisas. —Kohta, cubre la entrada principal. Saya, mantén la posición en la ventana del este.
Los Vipers, aunque sorprendidos por la resistencia del grupo, no se retiraron. Su líder, enfurecido, gritaba órdenes y amenazaba con derribar las puertas.
De repente, el líder de los Vipers sacó una granada de su cinturón y la lanzó hacia la casa. Ayanokouji, con reflejos rápidos, la vio venir y gritó una advertencia. —¡Granada! ¡Todos al suelo!
La explosión fue ensordecedora, sacudiendo la casa y rompiendo ventanas. Pero el grupo, preparado para el impacto, se levantó rápidamente, listos para seguir luchando.
—No nos rendiremos —murmuró Ayanokouji para sí mismo, con la determinación reflejada en sus ojos.
La lucha continuó ferozmente, cada lado luchando por el control del refugio. A medida que el sol ascendía, iluminando el campo de batalla improvisado, quedaba claro que ninguno de los dos grupos estaba dispuesto a ceder.
Finalmente, después de una intensa confrontación, los Vipers comenzaron a retroceder. La resistencia y la coordinación del grupo de Ayanokouji los habían superado. El líder de los Vipers, herido y furioso, lanzó una última amenaza antes de retirarse.
—¡Esto no ha terminado! Volveremos, y cuando lo hagamos, no habrá piedad.
Ayanokouji observó cómo se alejaban, su mente ya trabajando en fortalecer aún más las defensas. Sabía que la amenaza no había desaparecido, y que la verdadera prueba de su determinación y habilidades aún estaba por venir.
—Hemos ganado esta batalla, pero la guerra está lejos de terminar —dijo, mirando a su grupo con una mezcla de orgullo y preocupación. —Debemos estar más preparados que nunca.
…
Yuji y Mariko se encontraban en una esquina de la casa fortificada, lejos del resto del grupo. La pelea entre el grupo de Ayanokouji y los Viper había sido brutal, y ambos aún sentían el temblor en sus cuerpos por la adrenalina y el miedo. El hermano pequeño de Yuji, abrazado a su pierna, lloraba inconsolablemente.
—Mariko, ¿qué vamos a hacer? —preguntó Yuji, su voz temblando—. Si el grupo de Ayanokouji pierde, los Viper no nos dejarán vivos. Saben que los traicionamos.
Mariko, con el rostro pálido y las manos temblorosas, miró a Yuji con desesperación en sus ojos.
—Lo sé, Yuji —respondió Mariko en un susurro—. Nunca debimos involucrarnos con los Viper. Pensé que estarían mejor protegidos, pero solo nos hemos metido en más peligro.
El hermano pequeño de Yuji sollozó más fuerte, y Yuji se inclinó para consolarlo, aunque su propio miedo hacía que sus palabras fueran vacilantes.
—Tranquilo, pequeño. Todo estará bien —intentó calmarlo, aunque él mismo dudaba de sus palabras.
Mariko puso una mano sobre el hombro de Yuji, tratando de ofrecerle algún consuelo, aunque su propia fe estaba tambaleándose.
—Tenemos que confiar en Ayanokouji y en los demás. Han demostrado ser fuertes y capaces. Si alguien puede enfrentarse a los Viper, es él.
Yuji asintió lentamente, aunque el miedo aún le atenazaba el corazón.
—Tienes razón, Mariko. Solo espero que esto termine pronto y podamos encontrar un lugar seguro para todos nosotros. No sé cuánto más podremos soportar.
Mariko miró al niño pequeño, su rostro lleno de preocupación y ternura.
—Sobreviviremos, Yuji. Tenemos que ser fuertes por ellos —dijo, señalando al hermano pequeño de Yuji—. Y por nosotros mismos.
Yuji asintió nuevamente, intentando encontrar fuerzas en las palabras de Mariko. Sabía que tenían que mantenerse unidos y confiar en sus compañeros para superar esta pesadilla.
—Sí, por ellos —repitió Yuji, con renovada determinación—. No dejaré que nos destruyan.
Mariko le dio una pequeña sonrisa, una chispa de esperanza en medio del miedo.
—Saldremos de esto juntos —prometió Mariko—. Lo haremos.
Con una determinación renovada, el grupo comenzó a reparar los daños y a planificar sus próximas estrategias. Sabían que, mientras permanecieran unidos, podrían enfrentar cualquier amenaza, sin importar cuán formidable fuera.