Cuando Sophie Dubois, una joven de 25 años con dependencia emocional, comienza a sospechar la infidelidad de su esposo, Ricardo Conti, su mundo se desmorona. Sophie hace de todo por mantener su matrimonio, preparando cenas a las que su esposo no llega. En vez de eso, él se dedica a recalcar que Sophie ha desmejorado su aspecto.
Decidida a salvar su matrimonio, Sophie acude a una terapia de pareja aconsejada por su mejor amiga. Sin embargo, el terapeuta que la recibe no es quien dice ser.
Lorenzo Moretti, un mujeriego y adinerado empresario de 30 años adicto al trabajo, se hace pasar por su hermano, el terapeuta, cuando este no llega. Desde el momento en que ve a Sophie, él se siente atraído por ella.
A través de las falsas terapias, él intenta que Sophie aprenda a amarse a sí misma y deje la dependencia que tiene hacia Ricardo. Entre risas, lágrimas y situaciones inesperadas, Sophie deberá decidir si vale la pena luchar por un amor que la ha traicionado o es momento de volver a amar
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Un tiempo correctivo
Sophie regresó con una sonrisa, pero no pudo esperar a llamar a Isabella y contarle; solo tuvo que marcar una vez y ella contestó.
"Qué sucede, preciosa, cómo te fue", preguntó Isabella.
"Me fue increíble, no sabes cuántas veces tú… "Me quisiste abrir los ojos y nada, he sido una tonta", dijo e Isabella lo malinterpretó.
"Qué ocurrió, no me digas que ya le descubriste a su amante", dijo y Sophie abrió sus ojos.
"¿De qué amante hablas que sabe Isabella?" Ella se puso nerviosa, pero al final suspiró.
"No es nada concreto, pero lo vi una vez con una mujer, luego mi padre salió y se lo encontró y le comenté, pero tú no eras con quién estabas". Sophia solo escuchaba.
"Tú me dijiste que lo viste, lo recuerdo, pero yo me molesté contigo y por eso no me dijiste que tu padre lo vio, ¿cierto?" Se sentía una idiota.
"Si Sophie no quiere perder tu amistad por alejarte de él, es tu decisión y si tú lo amas, yo lo tolero, pero hasta allí, aunque ese imbécil no te merece", dice Isabella.
"Seguirás con las terapias, para salvar tu matrimonio", pregunta Isabella.
"Si lo haré, Sophie" dijo e Isa suspiró. Era imposible ayudarla si ella misma no lo hacía.
"Pero no para salvar mi matrimonio, seguiré para salvarme yo; creo que debo hablar con L mañana", Isabella grita bromeando.
"Eso… Con L, pensé que era el doctor Leonardo", se mofa la rubia a través de la llamada.
"Entonces dejarás al GPS descompuesto", intenta Isabella.
"Isa, no es tan fácil. Recuerdo que lo de la salida con esa mujer fue hace algún tiempo. Puede que ya no estén juntos, como puede que sea solo una socia. ISA haré un último intento y solo veré si cuando llegue su turno de las terapias podemos salvar esto". Isabella, al otro lado de la línea, toma un maniquí que tiene a su lado y ahora se imagina que es Ricardo, aunque le demuestra a ISA que no le afectó su respuesta.
"Tranquila amiga, yo te apoyo con o sin el vibrador, sin batería y te voy a adorar". Sophie se suelta a reír.
"¿Vibradores son baterías?" Cada vez inventas cada cosa. Isa se ríe.
"Claro que lo es; se supone que sirve para eso, pero no cumple su función", se vuelve a carcajear y contagia a Sophie también.
"Boba, ya déjame tranquila, te llamé para que me acompañes a salir, quiero usar mi dinero, el que me dejó mamá, jamás lo usé, no sé cuánto haya, sabes que no quise saberlo, pero quiero consentirte, comprarme flores, salir al cine", comenzó mientras ISA escuchaba emocionada.
"¿Me acompañas a salir conmigo misma hoy?" Isa grita.
"¡Siii, claro que sí, salgamos, compremos y a divertirnos!" Dijo emocionada.
Ambas decidieron salir, decidieron divertirse; ellas debían salir como hace mucho no lo hacían. Sophie quería sentir que solo se necesitaba a ella misma para ser feliz. Ella quería dejar a Ricardo, aunque no le diría nada aún a Isa para que no la presionara, por eso le dijo lo que le dijo. Ella necesitaba seguir abriendo los ojos por ella misma para que ese pequeño hilo que aún la ataba a él se rompiera y así ella pudiera salir de esa relación sin caer en el hoyo de la depresión.
Sophie se dirigió al centro comercial e Isabella llegó minutos después. Se abrazaron, comieron postres y comenzaron a hacer compras. Resulta que al revisar la fulana cuenta se llevó una sorpresa. Sí, sabía que su madre era buena diseñadora, pero jamás imaginó que tendría tanto dinero.
Sophie tenía una cantidad suficiente para comenzar sus proyectos, pues no solo tenía eso, también tenía otra cuenta en la que su padre le depositaba dinero. Esa cuenta sí daba más impresión y eso que la primera la sorprendió; aunque su padre no la quiso cerca, dejó un pago para calmar su conciencia.
Sophie siempre tuvo esas cuentas a la mano; solo las conocía Isa y jamás quiso ni verlas, aunque ahora era diferente. Era para salir de los traumas que ellos mismos le causaron.
Las tiendas del centro comercial quedaron felices; compraron tantas cosas que las entregaron en casa al día siguiente. Al terminar de comprar y modelar ropa, entre risas se fueron al cine, al spa. Le gustaba sentirse así amada por ella misma y todo gracias a que ese hombre la estaba ayudando de una manera muy grande.
Cuando terminaron, su día era de noche; ella llegó a su casa luego de haber tenido un maravilloso día y una noche mejor. Su teléfono lo había apagado, tal vez Ricardo. Se lo había fundido; al llegar a la casa estaba sola de nuevo, ni cuenta se había dado.
Sophie fue a cambiarse y luego decidió escribir en su diario. Eran las ocho cuando Ricardo llegó. Sabía que ella tenía algo y debía recordarle que sin él ella no podía, así que haría todo para tenerla vulnerable.
"Sophie, debemos hablar", dijo y serio se acercó a ella y se sentó a su lado; ella solo lo observó.
"¿Qué ocurre?", preguntó arrugando su frente, si no entendía.
"Esto no está funcionando, debemos… parar" Ella lo observó; no era la primera vez que él "la corregía" de esta manera, pero ahora podía verlo.
"¿A qué te refieres me estás dejando?" Habló de manera calmada pero con un nudo en la garganta.
"No, pero si no queremos llegar a esto debemos alejarnos; me iré unos días; sabes que esto funciona, ya lo ha hecho antes; solo será una semana, tal vez más tiempo; me iré de viaje y así podré reflexionar y tu igual". Esto antes la dañaba: caía en cama por semanas, dejaba de comer y era un zombie hasta que él nuevamente regresaba. Suspiró y se imaginó en lo alto de aquella rueda de la fortuna y hasta sintió la mano de L en la suya.
"De acuerdo, Ricardo, buenas noches" respondió serena. Él no debía seguir haciéndola sentir mal, pero era culpa de Sophie; ella lo sabía cuando él había hecho esto antes; ella lloraba, lo abrazaba, buscando que cambiara de parecer coda que jamás hacía, pero ella pasaba la noche al pie de su cama y él dormía plácidamente cuando quiso participar en una sociedad con Isabella…
Lo hizo; cuando quiso trabajar en la empresa de Ricardo también lo hizo, y una vez cuando quiso exigir ir a un doctor lo volvió a hacer. Era su manera de corregirla o como ella lo comenzaba a ver, de manipularla…
Ricardo la miró serio y suspiró diciendo:
"Es lo mejor, tengo que irme, si no lo hago, podríamos terminar separados y no quieres eso, cierto cariño", se acercó a ella y besó la coronilla de su cabeza, pero esta vez no hubo llanto por parte de Sophie, tampoco temblor en su voz y mucho menos un abrazo hasta dejarse caer a sus pies; solo se quedó allí serena; ella seguía en lo alto de aquella atracción, mirando todo desde arriba.
"Regresaré para mi cumpleaños, me harán una celebración en el salón de eventos exclusivos de la empresa, a ti no te gustan esos eventos, así que si este tiempo funciona me podrías preparar una cena y la pasamos juntos esa noche, además allá habrá gente vestida de otra manera y de otras clases, me entiendes, verdad". Allí iba él de nuevo con sus comentarios pasivos y agresivos, dejándola por el suelo solo para que no fuera como cada año.
"Es lo mejor, Ricardo, tienes razón, ve a preparar tu maleta, yo iré a descansar". Él la miró algo confundido y sorprendido; ella, siempre aún con lágrimas y llanto, era quien le pedía acomodar sus cosas cada vez que él tomaba la decisión de un tiempo.
Aparte, Sophie siempre le pedía que estuviesen juntos y así ella no lo extrañaría tanto. Él a veces decía que sí, pero haciéndola sentir que ni eso funcionaba; otras veces se negaba con la excusa de que eso no solucionaría nada y el rechazo la ponía más sumisa aún.
Pero hoy era diferente; realmente estaba tranquila; ella solo lo miró y le dijo de nuevo.
"Buenas noches, Ricardo" se acostó y no lloró; vio cómo salió seguramente a preparar su maleta e irse un tiempo.
El teléfono de ella seguía apagado; lo tomó y lo encendió; había varias llamadas perdidas y varios mensajes; ninguno era de Ricardo, a pesar de que tuvo su teléfono apagado; todos eran de Lorenzo.
Leyó los mensajes, cada uno lleno de preocupación; ella sonrió y le escribió. Ya era algo tarde, pero igual lo hizo.
"Buenas noches, L, siento haber apagado el teléfono; decidí salir con Isabella y regalarnos una tarde para nosotras y así a nivelar mi maravillosa mañana". Gracias por eso". Envío el mensaje, y no pasó mucho tiempo cuando los puntos aparecieron en la pantalla en señal de respuesta. Ella sonrió.
"Gracias a Dios, estaba preocupado; pensé de todo, Sophie, lo siento si fueron muchos mensajes", ella sonrió mirando su teléfono.
"No te disculpes, en este momento tu gesto me está salvando de repetir patrones porque veo que sí le importo a alguien", Lorenzo respondió.
"Si lo haces a tu amiga y también a mí, ¿sucedió algo?" Pregunto muy preocupado.
"Lo hizo, pero te cuento mañana; hoy quiero terminar de noche con tranquilidad, gracias, L y hasta mañana". Lorenzo se despidió y ella solo se acostó y cerró sus ojos; su cabeza no maquinó nada y ella no se trasnochó pensando que había hecho mal o qué había de mal en ella.