La Súplica De Heran

No quería abusar de mi buena suerte, me despedí de la fuente de los deseos y partí de madrugada. Alejándome mucho más de mi pueblo.

La suerte había estado conmigo en ese lugar, el segundo día tuve que arrendar una pieza para poder atender al público.

En la plaza se juntaron más de diez personas esperando que les viera el futuro. Pasó una pareja de policías y me dió miedo. Me miraron detenidamente, creo que se tienen que haber dado cuenta de mi peluca. Les avisé a todos que atendería en el lugar donde estaba pernoctando.

La gente llegaba antes de las nueve y en la noche atendía hasta la última persona que llegaba. Era mi deber. Me había convencido que entregaba soluciones y felicidad a las personas.

No cobraba, aceptaba donaciones, eso acallaba en parte mi conciencia. Y a varios atendí gratis, eran demasiado pobres para aceptar alguna donación.

Cumplí trece años viajando en el tren. Me compré una bebida y un pastel para celebrar mi soledad. Llevaba mucho dinero, lo había cocido en mis ropas y escondido en mis botas. Tal como me habían enseñado.

Sabía que mis tías me hubieran hecho una gran torta de dos pisos y hubiéramos bailado felices.

Con el dinero que llevaba me alcanzaba para arrendar una pieza y vivir, si cuidaba el dinero unos tres meses.

Buscaría trabajo en algún restaurante lavando platos o sirviendo mesas en una cafetería.

No quería seguir engañando a las personas. Si fuí Madame Monett fue porque lo necesitaba.

Recorrí tres días buscando trabajo. Encontraban que era muy joven. Y que no servía.

Frente donde estaba arrendando, había un centro de entretención. Así decía el letrero, pero era un Prostíbulo. Veía como entraban los clientes. Era muy diferente al Monett. Acá las mujeres se paseaban medio desnudas buscando clientes. Era otra realidad. Los rostros pintados de manera exagerada eran tristes.

Había decidido partir de esa ciudad no era ahí donde debía estar. Había decidido salir mañana, temprano, debía hacerlo. Algo me lo decía.

En la noche ví desde mi ventana que habían llegado varios carros de la policía al Prostíbulo. Iban sacando una a una las muchachas y las iban comparando con unas fotos.

Lo supe de inmediato era a mí a quien buscaban. Seguro buscaban a la asesina del ingeniero que como vivía en un burdel debía trabajar en lo mismo en otro lado.

No dormí nada, esperé que amaneciera y partí. Me embarqué en otro tren el primero que salía. Debía seguir arrancando.

Estaba amaneciendo cuando llegué, pero lo más importante era que llevaba dinero y con eso podía sobrevivir algún tiempo.

Me fuí directo a buscar un alojamiento, y guardar mis cosas de ahí buscaría trabajo.

Me senté en una plaza a observar a las personas. Y ví a un niño, debía tener unos siete años. Buscaba entre la basura algo para comer. Me dió tanta pena verlo así. Llegaron unos muchachos más grandes y de un solo empujón lo sacaron del tarro en el que buscaba, cayendo al suelo. Una muchachita un poquito mayor le dió unas patadas por el estómago. Partí directo a defenderlo cuando pasaba una pareja de policías. Me quedé paralizada. Creyendo que ellos ayudarían al pequeño. Pero se rieron y continuaron.

El pobrecito se levantó y se alejó de ellos.

Lo seguí y le toqué el hombro, tenía su cara sucia y su ropa hechos girones. Destacaban unos hermosos ojos azules entre la mugre.

--Tienes hambre? ¿Quieres acompañarme a comer?

No comprendió lo que le dije

--Quieres comer? Le repetí la pregunta.

Movió su cabeza con un gesto de aceptación.

Lo llevé a un puesto que vendía en la calle. Compré tres sandwiches y dos bebidas.

Nos sentamos y con sus manos sucias se comió todo en un santiamén.

No me miraba y tampoco hablaba.

--Como te llamas?

--Gabriel.

--Yo me llamo Odette.

--De donde eres? ¿Dónde vives?

-- Dónde sea.

--No tienes casa?

Movió los hombros con un gesto de que no importaba.

Le compré otro sándwich y me fuí dejándolo ahí solo. Ni siquiera me dió las gracias, seguramente no estaba acostumbrado.

Sentí tanta pena, pero no podía hacer nada más. Suficiente era conmigo que no tenía la menor idea que hacer con mi vida.

Mañana pensaría en qué hacer, hoy solo tenía un hueco amargo en mi corazón al ver a ese niño sacando comida de la basura, comprendí lo afortunada que ha sido todo para mí. Jamás supe lo que fue tener hambre.

Me levanté temprano, me bañé, y salí a ver en qué podía conseguir trabajo.

Al salir mi corazón se encogió de lástima. Un poco más allá de la puerta estaba Gabriel, se había hecho un ovillo para no sentir el frío de la noche.

Seguramente me había seguido como un perro que busca al que le dió comida. Por Dios, que terrible escena, estaba profundamente dormido. Seguramente hacía días que no se alimentaba y su estómago repleto lo hizo descansar.

Lo toqué suavemente, se despertó temeroso. Me miró y no reconoció a la muchacha que lo había alimentado en día anterior. Seguramente por mi peluca.

--Gabriel?

Me brindó la mirada más triste que había visto reconociendome y recordé lo que me contaban de la señora Inés, la dueña anterior del Monett. Nadie se iba de ahí sin una sopa caliente. Y mi tía Oriana, que alimentaba a todo quien pedía un pan.

No podía dejarlo ahí, solo, sufriendo la apatía de todos los que pasaron por su lado y lo ignoraron.

Le dí mi mano y lo levanté. No pesaba nada, era una pluma. Solo huesos y piel.

Lo tomé de la mano y fuimos a una tienda de ropa. Era temprano y aún no abrían.

Fuimos a comer. Pedí un plato de sopa con carne. Que se la comió como un perro hambriento. Pobre niño. Le pedí después un segundo plato sustancioso. Se lo comió sin levantar la vista.

Salimos directo a comprar ropa. Dos tenidas de pantalón, polera y unas zapatillas.

Era mucho dinero, nunca tuve que comprar ropa, mis tías me traían todo o me lo cocían en la máquina.

De ahí directo a mi pieza a bañarse y tratar de sacar la costra de mugre que lo cubría de pies a cabeza. Lo hice meterse tres veces a la ducha hasta que finalmente salió limpio.

El niño que salió de la pieza no se parecía en nada al que entró.

Gabriel se sentía raro. Miraba sus manos una y otra vez, le había cortado las uñas.

Su cuerpo estaba lleno de cicatrices nuevas y antiguas. Con mi tijera le corté su largo pelo.

Lo llevé a comer a un boliche y le hice muchas preguntas, me fue de a poquito contando de su vida.

A Gabriel lo habían abandonado, hacía mucho tiempo él calculaba que alrededor de unos tres años.No sabía su edad exacta , ni siquiera su apellido. Calculaba por las navidades, era cuando la gente más botaba comida.

 Lo habían traído en un bus y lo habían dejado en una plaza comiendo un helado. Su padre lo había dejado ahí. Lo poco que recordaba es que tenía muchos hermanos, tenía una mamá, que le pegaba bastante. Y ni que decir de los correazos del padre. Por lo que no hizo ni un intento por buscarlos. Pero lo que recordaba es que a solo él le pegaban, no se parecía en nada a ellos, todos tenían su piel oscura. Y no lo permitían dormir dentro de la casa. Era como un extraño para ellos.

Siempre se referían a él como el niño.

Lo acomodé en mi pieza y le hice una cama en el suelo, se quedó dormido, pero se despertaba llorando en la noche y llamaba a su ? No entendía. Lo escuché hablar y lo hacía en otro idioma.

¿Y si a este niño lo habían raptado? Realmente ahora así vestido, se veía muy diferente a como lo encontré.

¿Que hago? Debía llevarlo a una comisaría y dar aviso por si alguien lo buscaba.

Cuando despertó le conté lo que pensaba y que él debía ir a la policía y preguntar.

Que a lo mejor en otro lado estaba su verdadera familia y lo buscan.

--No. ¡Por favor Odette no me dejes! Sus ojos se llenaron de lágrimas y se arrojó a mis pies.

--Escucha Gabriel, puede que haya una familia buscándote. De verdad debemos intentarlo.

--Tengo miedo!

--Es que no se me ocurre que más hacer.

--Me llevarán a un hogar de niños y ahí dicen que los tratan mal y pasan hambre.

--Gabriel a mi me busca la policía, no te puedo acompañar.

--Llevame contigo por favor, te juro que no te molestaré y seré tu ayudante.

Pasé todo el día pensando. No podía dejarlo ahí y tampoco acompañarlo. Tenía razón mientras buscaban a la familia si es que había alguna, se lo llevarían a un hogar.

Tomé una decisión, lo llevaría conmigo, pero debíamos salir de esa ciudad. Y empezar en otro lado.

Tomamos el tren de la noche y pusimos distancia.

Se quedó dormido en mis piernas. Ahora empezaba otra etapa en mi vida. Ya no estaría sola.

Llegamos temprano a un pueblo costero. Era un puerto. Mis reservas monetarias habían disminuido, debía buscar trabajo.

Nos sentamos a comer en una feria. Había mucha gente. Vi más allá a un hombre lamentarse en una mesa, conversaba con sus amigos golpeaba la mesa y se quejaba., mientras los otros los consolaban. La mesera lo miraba con tristeza, cuando le sirvió una copa, pasó a tocarle tenuemente su pelo, ella sentia algo por él!. Era una muchacha muy bonita, joven y tímida.

-- Ella me está engañando!

--Tranquilo amigo. Ya volverá.

--Yo se que ella es alegre, y que a veces se pierde por unos días. Pero siempre vuelve a mi lado.

El hombre que le hablaba le temblaba la voz y no lo miraba a la cara. Ocultaba algo. El sabía dónde estaba ella.

--Como puede hacerme eso? No es justo, ella sabe que yo la amo.

El amigo se tomaba las manos y veía dolor en su mirada. No. Ella no tenía una relación con él. Estaba con otro hombre. Pero no era capaz de decírselo. Debía ser alguien conocido.

Era ahora o nunca. Tomé a Gabriel de la mano y me presenté.

--Señor, disculpe no quiere que le lea su futuro?

El hombre me miró de pies a cabeza. Y no me creyó.

--Lárgate niña, no tienes pinta de gitana pero no quiero que me pidan limosnas.

--Señor, yo no le estoy pidiendo nada. Mire, le tirare las cartas y usted no me debe dar nada. Yo tengo un Don. Déjeme ayudarlo.

Con mucha seguridad me senté en la mesa. Y senté a Gabriel un poco más allá.. Saqué de mi bolso mi mazo de cartas.

Los baraje con gran destreza. Le pedí que cortase en tres partes y que sacara una carta de cada montón.

--Señor le explicaré que significa lo que hago. Puede que no le guste mi interpretación, pero yo solo soy una intermediaria. Las cartas me muestran su pasado, su presente y su futuro.

En su vida pasada nada que hacer únicamente reconocer la equivocación en lo que vivió.

Su presente usted puede arreglarlo, pero solamente depende de usted. Y su futuro está en sus manos, usted elige si quiere cambiar o no. Yo nada más leo.

El hombre lo hizo de forma insegura sacó la primera. Un Cuatro de copas

Tomé aire y me concentré.

--Hay una mujer en su vida. No es una buena mujer. Aunque usted esté cegado.

Él golpeó la mesa. Nadie nunca se lo había dicho.

--Esa mujer le enloquece su vida. Sexualmente es una reina, pero ese aspecto no es lo principal en una relación. Ella solo está con usted por interés, solo le pide dinero, sin dar nada a cambio más que su cuerpo. En estos momentos está mirando el mar con otro hombre a su lado.

Las personas se comenzaron a juntar alrededor de la mesa. Y cuchicheaban

--No. No es verdad ella me ama.

--Hace varios días que se fué verdad?

--Saque otra carta por favor.

Rey de copas.

--Usted es el rey, un hombre bueno y enamorado, pero usted caballero es un soñador. Está idolatrando una mujer que no lo vale. Usted no está enamorado de ella. Usted ama lo que ella le vendió. El de una mujer víctima, que no lo es. Hermosa, deseable, siempre dispuesta a cumplir su labor de buena amante.

--No puede ser. Yo la rescaté de las manos de un hombre malo que la golpeaba.

Me volví y miré directo a la cara del amigo.

--Señor usted sabe con quién está ella en estos momentos. Dígaselo. No siga engañándolo, él debe saberlo.

-- ¿Ella está con vuestro jefe verdad?

El hombre me miró con asombro.

Todo estaba en silencio.

Siii! Observación y un poco de suerte.

--Joaquín , es verdad?

--Si mi amigo. Hace un tiempo que tienen esa relación, pero como él es casado no puede dejar a su esposa.

El hombre se cubrió la cara con sus manos.

--Soy un estúpido. Cómo se reirán de mí, ambos.

--Saque la última carta por favor.

As de oros

--No todo puede ser tan malo mi señor. Usted es un buen hombre, y esta es la mejor carta del mazo . Todo va a cambiar, primero que todo la dejará. Tire toda su ropa, y no la permita entrar.

Usted tiene buenas personas a su lado y además una mujer bella, de alma buena y trabajadora, que lo ama desde hace mucho tiempo. Que lo espera desde hace un tiempo y que está más cerca de lo que usted cree.

El hombre miró a todos lados y la vió de inmediato, ella no se dió cuenta estaba sirviendo.

Pero todo calzaba, Anai, era ella, siempre con una sonrisa en sus ojos tristes. Ella tenía que ser. La llevaba viendo hacía dos años y nunca vio algún interés en él.

--Niña eres maravillosa, realmente tienes un Don.

--No se preocupe señor me alegro de haberle servido, ahora me tengo que ir.

Hice un ademán de levantarme.

--Señorita yo quiero que me vea la suerte.

--Nooo. Yo estaba antes.

--Todos saben que yo estaba primero que ustedes.

--Yo necesito que me atienda la Niña de las cartas.

--Callense!, déjenme pagar.

--No señor, yo no cobro, por un Don no se puede cobrar.

--Solo puedo aceptar una pequeña donación para mí y mi hermanito.

El hombre sacó un fajo de dinero y lo repartió. Me dió la mitad.

--Me has salvado y no solo eso. Me has abierto los ojos.

Atendí hasta que oscureció. Gabriel ni siquiera quiso ir al baño para no separarse de mí.

La pieza tenía dos camas y me quedé dormida sin sentir nada más.

Me desperté al otro día, Gabriel dormía en el suelo, arropado con las frazadas.

Había decidido quedarme ahí. Por un tiempo. Con todo el dinero que reuní el primer día me alcanzaba para arrendar una pequeña casita frente al mar.

Lo había decidido, no abandonaría a Gabriel, pero algo me decía que a él alguien lo buscaba. No quería encariñarme del muchachito de los ojos azules. Pero era imposible no quererlo.

Solo quería dejar de sentir miedo de que la ley me encontrara.

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