Los Ecos De Dorian O'Brien

Syra despertó temprano a la mañana siguiente, todavía agitada por los sucesos de la noche anterior. Su mente estaba llena de preguntas, pero sabía que tenía que seguir adelante. Con un suspiro, se levantó y se dirigió hacia el diario de Dorian.

Mientras hojeaba las páginas, sus ojos se posaron en un antiguo mapa que Dorian había dibujado. El mapa mostraba la mansión y sus alrededores, y un símbolo en particular llamó su atención. Había un pequeño dibujo de un cofre, ubicado cerca del cobertizo en el patio trasero.

Intrigada, Syra decidió investigar. Se puso su abrigo y salió al frío aire matutino. El patio estaba tranquilo, solo los sonidos de los pájaros rompían el silencio. Siguiendo el mapa, se dirigió hacia el cobertizo.

Al llegar, se puso a buscar en la zona que el mapa indicaba. Después de un rato, sus dedos tocaron algo duro y frío bajo la tierra. Con un poco de esfuerzo, logró desenterrar un pequeño cofre de madera antigua.

El corazón de Syra latía con emoción mientras abría el cofre. ¿Qué secretos guardaría? ¿Sería esto parte de la magia de Dorian, o tal vez una pista para entender al hombre encapuchado?

Justo cuando Syra estaba a punto de abrir el cofre, un aullido rompió el silencio. Un lobo, grande y feroz, emergió de entre los arbustos y corrió hacia ella. Antes de que pudiera reaccionar, el lobo la derribó y tomó el cofre en su hocico.

"¡Oye, regresa aquí!" Syra gritó, levantándose rápidamente y comenzando a perseguir al lobo. "¡Eso no es tuyo, maldito ladrón peludo!"

Corrió tras el lobo, su corazón latiendo con adrenalina. La persecución la llevó a través del patio y hacia el bosque, pero el lobo era rápido y ágil, y Syra luchaba por mantener el ritmo.

"¡Devuélveme eso, estúpido lobo!" Syra gritó, su voz resonando en el bosque. Pero el lobo solo continuó corriendo, desapareciendo entre los árboles con el preciado cofre.

Syra se detuvo, jadeando y frustrada. Había perdido el cofre, pero no estaba dispuesta a rendirse tan fácilmente. Determinada, Syra se adentró en el bosque, dispuesta a recuperar lo que era suyo.

Una semana había pasado desde que el lobo se llevó el cofre, y el paisaje había cambiado drásticamente. El verano había dejado paso al otoño, y las hojas cubrían el suelo del bosque con colores cálidos y vibrantes.

Syra había pasado días buscando al lobo, pero sin éxito. Sin embargo, un día, mientras paseaba por el bosque al atardecer, su mirada se posó en una trampa de cazadores. Y allí, atrapado en ella, estaba el lobo.

El corazón de Syra se llenó de compasión al ver al lobo herido. Su pata sangraba profusamente y el animal parecía haber perdido la esperanza, resignado a su destino. Sin pensarlo dos veces, Syra se acercó al lobo y comenzó a hablarle suavemente.

"Hey, amigo, no te rindas", susurró Syra, su voz llena de empatía. "Estoy aquí para ayudarte. Vamos a sacarte de esta trampa, ¿de acuerdo?"

El lobo levantó su mirada hacia Syra, sus ojos reflejando dolor y desconfianza. Pero a medida que ella continuaba hablándole con ternura, el lobo pareció relajarse un poco, como si entendiera sus palabras.

Con cuidado, Syra liberó al lobo de la trampa, evitando lastimarse en el proceso. La pata del lobo seguía sangrando, y Syra sabía que necesitaba ayuda urgente. Sin embargo, antes de buscar ayuda, decidió hacer algo inusual: se sentó junto al lobo y comenzó a hablarle como si fuera un amigo.

"Has pasado por mucho, ¿verdad?" dijo Syra, acariciando suavemente el pelaje del lobo. "No te preocupes, te cuidaré. Juntos encontraremos una solución para tu pata herida."

El lobo la miró con gratitud en sus ojos, y en ese momento, Syra sintió una conexión especial con él.

Al ver la pata sangrante del lobo, Syra sabía que debía hacer algo para detener la hemorragia y aliviar su sufrimiento. Sin pensarlo dos veces, sacó la navaja que había tomado prestada de su padre y cortó cuidadosamente un trozo de su vestido.

Con manos temblorosas pero decididas, Syra improvisó un vendaje con el trozo de tela rasgada. Mientras envolvía la pata del lobo, el animal aulló de dolor, lo que hizo que el corazón de Syra se encogiera. Sin embargo, no se dejó intimidar y continuó con su tarea, hablándole al lobo con dulzura y tranquilidad.

"Lo siento, amigo", murmuró Syra, su voz llena de compasión. "Sé que esto duele, pero es necesario para ayudarte a sanar. Pronto te sentirás mejor, lo prometo."

A medida que Syra continuaba cuidando de la herida del lobo, sus palabras parecían tener un efecto calmante en el animal. Poco a poco, el aullido de dolor se transformó en un suspiro resignado. El lobo parecía comprender que Syra solo quería ayudar, y confió en ella para aliviar su sufrimiento.

Syra continuó hablando con el lobo mientras terminaba de curar su pata. Le contó historias, le habló de su amistad con Dorian y compartió sus sueños y esperanzas. El lobo escuchaba atentamente, como si entendiera cada palabra.

Con el vendaje finalizado, Syra se sentó junto al lobo, acariciando suavemente su pelaje. "Estamos juntos en esto, ¿sabes?", le dijo con una sonrisa reconfortante. "Vamos a superar cualquier obstáculo que se cruce en nuestro camino."

El lobo la miró con ojos llenos de gratitud, y en ese momento, Syra supo que habían forjado un vínculo especial. Juntos, enfrentarían los desafíos que se avecinaban y descubrirían los secretos que el destino les tenía reservados.