La última bocanada de aire se le escapó a Elena en una exhalación tan vacía como los últimos dos años de su matrimonio. No fue una muerte dramática; fue un apagón silencioso en medio de una carretera nevada, una pausa abrupta en su huida sin rumbo. A sus veinte años, acababa de descubrir la traición de su esposo, el hombre que juró amarla en una iglesia llena de lirios, y la única escapatoria que encontró fue meterse en su viejo auto con una maleta y el corazón roto. Había conducido hasta que el mundo se convirtió en una neblina gris, buscando un lugar donde el eco de la mentira no pudiera alcanzarla. Encontrándose con la nada absoluta viendo su cuerpo inerte en medio de la oscuridad.
¿Qué pasará con Elena? ¿Cuál será su destino? Es momento de empezar a leer y descubrir los designios que le tiene preparado la vida.
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Capitulo X Debut estratégico
Tres días después del inicio del entrenamiento intensivo, Elena se preparaba para su primer gran evento social: una recepción en la casa del Marqués de Beaumont. Durante setenta y dos horas, la Señora Hudson había sido implacable, bombardeándola con lecciones de genealogía, reglas de precedencia, y el arte sutil de la conversación superficial. Elena absorbía todo, re-categorizando la información como si fuera un paquete de software de alta prioridad.
Alistair la esperaba en el salón principal, vestido con la impecable frialdad de su rango. Cuando Elena apareció, incluso él tuvo que disimular un gesto de sorpresa.
La Señora Hudson había hecho su trabajo. Elena llevaba un vestido de noche color burdeos oscuro, el color del vino añejo, de seda pesada y con un corte alto en el cuello que, al no llevar corsé, le otorgaba una elegancia fluida y un aire de autoridad moderna que contrastaba con los volantes y encajes de la época. Su cabello rubio oscuro estaba recogido en un peinado sencillo que enmarcaba sus ojos miel, ahora brillantes y alertas.
—Se ve… digna, Lady Elena —dijo Alistair, la aprobación forzada en su voz.
—Gracias, Conde. Estoy lista para ejecutar el plan —respondió ella, usando una terminología que, para Alistair, seguía siendo extraña, pero al menos no era una ofensa pública.
Al llegar a la recepción, el contraste con la debacle del mercado fue evidente. Elena se movió por el salón con la cabeza alta, recordando las instrucciones de la Señora Hudson sobre el "deslizamiento" aristocrático. Hizo las reverencias correctas, sin extender la mano a nadie. Se limitó a sonreír y a responder con frases cortas y neutras sobre la belleza de las flores.
Alistair se mantuvo a su lado, susurraba el nombre de los invitados y la función que desempeñaban, dándose cuenta de que, por primera vez, su esposa no era una molestia, sino una presencia cautelosa.
El clímax llegó con la entrada de la Baronesa Valeska. Era una mujer despampanante, de cabello rubio brillante y una sonrisa demasiado artificial, que hizo su entrada con el dramatismo de una reina destronada. Se dirigió directamente a Alistair, ignorando a Elena por completo.
—Alistair, querido, me alegra verte. Espero que las molestias en tu hogar no te impidan disfrutar de la temporada —dijo Valeska, pasando un dedo enguantado por el brazo de él. La insinuación sobre el "estado mental" de Elena era clara.
Alistair, fiel a su frialdad, intentó separarse. —Gracias por tu preocupación, Baronesa.
Elena intervino, con una sonrisa amplia y sin pizca de hostilidad, tal como la Señora Hudson le había aconsejado. Los nobles no pelean; simplemente dominan.
—Baronesa Valeska, qué placer. El Conde estaba justamente comentándome el interés que usted tiene en nuestro bienestar familiar —dijo Elena, entrelazando su brazo sutilmente con el de Alistair, marcando su territorio con una sonrisa serena.
Valeska se quedó congelada, pues esperaba la mirada de odio o la torpeza que la antigua Elena siempre le ofrecía.
—Mi querida Condesa —respondió Valeska, recuperándose y lanzando su golpe—. Se rumorea que el accidente ha afectado su razonamiento. Espero que el Conde pueda mantener la paciencia con los… efectos secundarios.
Elena no se ofendió. Vio el ataque como una oportunidad de marketing.
—¡Oh, el Doctor Finch me ha asegurado que estoy mejorando! Lo único que el golpe arruinó fue mi memoria para el rencor —respondió Elena con una risa elegante. Luego, bajó la voz, con un tono de conspiración que atrajo la atención de los nobles cercanos—. De hecho, Alistair y yo hemos decidido que esta amnesia es una gran ventaja.
Ella miró a Alistair con una intensidad de poseída, pero llena de afecto.
—El conde me dijo que la otra yo lo odiaba, Baronesa. Y yo, al no recordar por qué, solo puedo ver a un hombre increíblemente guapo, honorable y un pilar para el reino. ¿Cómo podría alguien odiar eso? El accidente me permitió un borrón y cuenta nueva... ¡y estoy muy feliz con el resultado de la reevaluación!
Ella había utilizado su "locura" para hacer una declaración pública de amor y admiración. La humillación se había transformado en un cumplido audaz.
La Baronesa Valeska se quedó sin habla, la sonrisa congelada. No podía atacar a una mujer que acababa de decir, frente a toda la corte, que su esposo era perfecto y que ella estaba feliz de haberlo redescubierto. Alistair, por su parte, sintió un calor inusual en el cuello. La audacia de Elena era impresionante.
—En fin, Baronesa, espero que usted y sus intereses estén tan estables como los nuestros. Debemos ir a saludar a la Duquesa. El futuro del reino nos llama —concluyó Elena, dándole un apretón de complicidad al brazo de Alistair y tirando suavemente de él para continuar su camino.
Mientras se alejaban, Alistair no pudo evitar susurrarle.
—¿"Reevaluación", Elena? ¿"Borrón y cuenta nueva"? Su amnesia suena peligrosamente similar a una declaración de guerra contra la Baronesa.
Elena le sonrió con su sonrisa de empresaria triunfadora.
—Conde, acabo de reposicionar la marca de nuestro matrimonio. No fue una guerra, fue una negociación brillante. Ahora, ¿quién es la mujer del vestido feo que está murmurando sobre política?
Alistair la miró, una mezcla de exasperación y una nueva fascinación bailando en sus ojos grises. La Condesa era una locura, pero por primera vez, no era aburrida.
Por su parte Elena no estaba dispuesta a pasar por el mismo infierno de su vida anterior por lo que decidió mantener a su ahora esposo pegado a ella y que este finalmente la amara.