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∆ Un Alpha En Un Juego De Poder ∆

∆ Un Alpha En Un Juego De Poder ∆

Status: En proceso
Genre:Traiciones y engaños / Pareja destinada / Amor eterno / Amor en la guerra / Familias enemistadas / Batalla por el trono
Popularitas:908
Nilai: 5
nombre de autor: pastelito

En un reino de poder y pasión, donde la lealtad se compra y se vende, y el amor es un lujo peligroso...
Zared, un joven alfa valiente y astuto, emerge como el salvador de Astrum después de una batalla épica contra el enemigo.
Su victoria lo convierte en el general de la Brigada de Caballeros Negros y lo pone en el centro de una compleja red de intrigas y alianzas en la corte real.
Con un corazón lleno de dolor por la pérdida de su amigo y hermano de armas, Lyrien, Zared se ve obligado a navegar las aguas turbulentas de la política y sus propios deseos.
En la fiesta de mayoría de edad de los príncipes del reino, Zared se encuentra face a face con sus futuros rivales y posibles amantes: los príncipes Cassian y Ryker, lobos con piel de oveja que esconden secretos y pasiones detrás de sus sonrisas encantadoras.

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Capitulo 15

Al llegar al castillo, Zared observó que el ambiente era un poco raro. En el momento en que quiso subir las escaleras, fue detenido y recibido por el secretario del rey, Víctor.

—Conde Kied, ¿qué pudo hacer por usted? —dijo Víctor.

—Estoy buscando al rey, sabe dónde está —preguntó Zared.

—En este momento, el rey no se encuentra disponible —respondió Víctor.

—Víctor, me conoce y sabe que nada me impedirá ver al rey, así que por el bien de su rostro, que es su punto bueno, será mejor que me diga dónde se encuentra el rey —dijo Zared.

—Ya lo dije —replicó Víctor. El beta levantó la mirada, pero al ver los ojos del alfa, por instinto retrocedió.

—Está en su oficina con la reina —dijo Víctor.

—Gracias —agradeció Zared.

Zared subió las escaleras, pero antes de que sus pies tocaran el escalón, el beta lo detuvo.

—Debe tener cuidado, el rey no se encuentra de buen humor; al parecer, la reina hizo un par de cosas a sus espaldas —advirtió Víctor.

—Lo sé, ya era momento de que se diera cuenta —dijo Zared.

El alfa se fue, dejando desconcertado al beta. Mientras que caminaba por los pasillos, pudo sentir cierta fragancia, no eran feromonas para atraer a un alfa, sino más bien, una de miedo.

Al estar al frente de la puerta de la oficina del rey, el alfa le dio dos toques para hacer saber su presencia. Del otro lado se podía escuchar el llanto de la reina. Arrugó la nariz al sentir ese pestilente olor de feromonas ajenas.

—¡Dije que no quiero interrupciones!! —gritó el rey.

Zared ignoró la advertencia del rey y entró a su oficina. Al abrir las puertas, el alfa vio el rostro de la reina, estaba cubierto de lágrimas.

—Vengo a hablar con usted, majestad —dijo Zared.

—¡Ahora no es el momento, Zared!! —gritó el rey.

Con furia, el rey Sebastián lanzó el florero de la mesa contra Zared. Al darse cuenta de lo que había hecho, ya era demasiado tarde.

El ambiente iba de mal a peor y la paciencia de Zared se estaba acabando. El alfa tomó el florero y lo colocó en el lugar donde permanecía, Zared miró al rey y luego se sentó y seco la cara con un pañuelo.

—Ahora ya entiendo por qué se lleva bien con su esposa —dijo Zared.

Zared respiró profundo y se cruzó de piernas, estaba comenzando a hartarse de las personas que lo rodeaban.

—Su majestad, dígame algo: ¿quién lo puso en ese lugar? —preguntó Zared.

—Tu padre —dijo el rey—. Me ayudó cuando mi tío quiso robar la corona y quitarme el lugar como heredero.

—Y perdió la vida para que usted fuera el heredero —continuó Zared—. ¿Y quién se aseguró de que permaneciera allí y de que el enemigo no invadiera el reino?

—Tú —dijo Sebastián, en un tono más calmado.

—Fuimos mi padre y yo quienes aseguramos su posición como rey —afirmó Zared—. Así que al menos merecemos respeto y que esto que acaba de hacer no vuelva a ocurrir, si no me olvidaré de que es mi suegro y el amigo de mi padre.

—¿Acaso estás dispuesto a hacer una revolución contra mí, Zared? —preguntó el rey.

La reina, que observaba la situación, permanecía en silencio al ver la tensión que había entre ambos alfas dominantes.

Zared solo permaneció sereno y tranquilo ante la amenaza del rey. Sebastián guardó silencio al oír lo que su general le decía.

—Estaría dispuesto —dijo Zared—, y usted más que nadie sabe que cuando me propongo algo, lo cumplo; así que si no quiere que su cabeza ruede por el suelo, será mejor que nunca más, en lo que le queda de vida, vuelva a golpearme sin motivos. ¿Entendido?

—Ja, eres igual que tu padre —dijo el rey—. Él no tenía miedo de rebelarse contra sus superiores cuando las cosas estaban mal. También lo dejaré pasar porque esta vez fue mi culpa.

El ambiente se calmó, pero la tensión aún permanecía allí, aunque la ignoraran.

—Ophelia —la reina levantó su cabeza al ser nombrada—

—¿Sí? —respondió.

—Vuelve a tus aposentos y, como castigo, se te prohibirá comprarte joyas y armar fiestas de té. Estarás encerrada en este castillo hasta que te comportes como debes —sentenció el rey.

—Sí, su majestad —respondió Ophelia.

Zared solo permaneció sentado, observando los ojos de la mujer; no se parecían en nada a sus hijos. En cambio, el rey sí, y una sonrisa se formó en Zared al recordarlo. Era hora de que demostrara por qué se convirtió en un líder.

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