Ethan ya lo había perdido casi todo: sus pacientes, su reputación y la fe en la gente. Todo por una acusación que jura era mentira. Cuando aceptaron mantenerlo en la clínica bajo una condición —tratar a un paciente que nadie más quería—, tragó su orgullo y aceptó. El nombre en el expediente: Kael Drummond.
Luchador profesional. Incontrolable. Violento. Y con el hombro izquierdo casi inutilizable.
Kael no confía en nadie. Creció quebrando a otros antes de que lo quebraran a él. Su cuerpo es su arma, y ahora le está fallando. Lo último que quiere es un terapeuta metiéndose en sus límites.
Pero entre sesiones forzadas, provocaciones silenciosas y cicatrices que no son solo óseas, Ethan y Kael se enfrentan… y se reconocen. El dolor es todo lo que conocen. Quizás también sea donde empiecen a sentir algo que nunca habían tenido: cariño.
NovelToon tiene autorización de Moxonligh para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Capítulo 9
[Martes por la noche | Apartamento de Kael, habitación oscura, tensión en el aire]
La habitación estaba en penumbra. Solo la luz de la calle se filtraba por las rendijas de la cortina, rayando la pared con un brillo amarillento. Kael estaba de pie, apoyado en la puerta cerrada, con los brazos cruzados. Ethan, a unos pasos delante, parado, con el corazón latiendo con fuerza.
—¿Estás seguro? —preguntó Ethan, con la voz baja, como si hablar alto rompiera el momento.
Kael descruzó los brazos y dio un paso adelante.
—No. Pero tengo ganas. Y, por primera vez, eso parece más importante que tener el control.
Ethan asintió. Lentamente, se quitó la chaqueta. Kael miró, no con prisa, sino con una intensidad que quemaba.
Se acercó. Despacio.
Se detuvo justo delante de él. Estaba tan cerca que Ethan sentía la respiración cálida de Kael tocar su piel.
—¿Puedo? —preguntó Kael, sin ironía, sin provocación.
Ethan levantó la mano y la apoyó en su pecho.
—Ya me estás tocando —respondió—. Solo falta juntar.
[Los primeros toques, sin miedo por primera vez]
Kael apoyó la frente en la de Ethan, con los ojos cerrados.
La habitación estaba en silencio, iluminada solo por la suave luz de la calle filtrada por la cortina. La respiración de Ethan era leve, pero su corazón latía fuerte, acelerado, no de miedo, sino de anticipación.
Sus manos, grandes, fuertes, se posaron primero en los hombros de Ethan, bajando lentamente por los brazos hasta alcanzar la cintura. Cada dedo parecía explorar con cuidado, como si memorizara aquel cuerpo por instinto.
Kael estaba allí, mirándolo como si el mundo entero cupiera en aquel instante. Había cariño en sus ojos, pero también deseo. Un deseo antiguo, guardado, cuidado con paciencia.
Ethan extendió la mano, y Kael la tomó con firmeza.
—¿Estás seguro? —preguntó, nuevamente solo para asegurarse, con la voz baja, ronca de emoción.
—Sí. —Ethan sonrió, un poco tembloroso—. Es contigo. Tiene que ser contigo.
Ethan llevó las manos hasta el rostro de Kael. Pasó los pulgares por las sienes, por la línea de la mandíbula marcada. Luego bajó despacio por su cuello, hasta sentir el pecho subir y bajar a un ritmo más rápido.
Kael juntó sus labios con los de él, pero aún no lo besó. Se quedó allí, parado, respirando juntos. Sus narices se rozaron. El aire entre ellos era cálido.
Entonces, finalmente, el beso sucedió. Kael se acercó despacio, y el beso que siguió fue diferente a todos los demás. No había prisa. Había entrega. Los labios se encontraron con ternura al principio, y luego ganaron intensidad conforme los cuerpos se calentaban. Las lenguas se tocaron, tímidas y después atrevidas, provocando suspiros, gemidos suaves.
Lento. Profundo. Ninguna prisa. Ningún miedo. Era como si el mundo estuviera en pausa, solo existía aquello: boca contra boca, toque contra piel, respiración mezclada.
Kael empujó suavemente a Ethan hacia atrás en la cama, cubriendo su cuerpo con el propio, sosteniendo el peso con los brazos mientras los ojos recorrían cada detalle de él, aún sujetándolo por la cintura. Los cuerpos se encontraron. Calientes. Desnudos en el afecto que nacía.
—Eres tan bonito así, de cerca. Tan real.
Ethan se sonrojó, rió, y Kael lo besó de nuevo, en la barbilla, en el cuello, en el hombro.
—Voy a cuidarte —susurró entre los besos—. Avísame si cualquier cosa es demasiado, ¿sí?
Ethan asintió, con los ojos ya llenos de lágrimas de tanta emoción.
Kael comenzó a desnudarlo despacio, pieza por pieza, como quien desenvuelve un regalo raro. Cada pedazo de piel revelada recibía un beso, una caricia, una respiración cálida. El cuerpo de Ethan temblaba levemente, pero él no retrocedía. Al contrario: se abría más a cada toque, como una flor expuesta al calor adecuado.
[La entrega, toque por toque]
Pronto estaban ambos desnudos, los cuerpos tocándose con un calor nuevo, electrizante. Ethan pasaba las manos por la espalda de Kael, por los muslos, sintiendo la piel erizarse, explorando sin prisa. Kael gemía bajito a cada toque, como si el simple cariño fuera más intenso que cualquier placer.
Kael pasó la mano por la espalda de Ethan, despacio, sintiendo la textura de la piel, el calor del toque. Besó su cuello, la clavícula, bajando hasta el hombro, con paciencia. Casi reverencia.
—Eres tan... vivo —susurró Kael contra su piel—. Y tengo tanto miedo de estropear esto.
Ethan lo miró, con los ojos llorosos sin que se diera cuenta.
—Entonces toca como si fuera la primera vez que algo vale la pena.
Kael obedeció.
Las caricias se convirtieron en roces lentos. Los besos bajaron por el pecho, por la barriga. Ethan jadeaba alto, con los dedos entrelazados en las sábanas, las caderas respondiendo involuntariamente. Cuando Kael lo chupó por primera vez, Ethan soltó un gemido agudo, con todo el cuerpo temblando. Las manos se deslizaban por el pecho de Ethan, por las costillas, por los lados de la cadera. Cada toque arrancaba un suspiro. Un escalofrío.
—Dios mío… Kael…
Kael lo miró desde abajo, con la boca ocupada, los ojos llenos de adoración. Lo hizo todo despacio, con cariño, como quien aprende al otro con la lengua y los labios. Ethan se deshacía debajo de él, gimiendo, temblando, jadeando como nunca antes. Y cuando Kael subió de nuevo, sus ojos lo decían todo:
Quiero tenerte. Pero quiero que sea especial. Solo si tú quieres.
Ethan sujetó su rostro, lo besó con dulzura, y susurró:
—Lo quiero. Hazme tuyo
Kael respiró hondo, con los ojos llorosos ahora. Pasó un tiempo preparándose, con toques, besos y palabras bajas entre una caricia y otra. Quería que Ethan se sintiera seguro, deseado, amado.
Ethan retribuía. Pasaba los dedos por el abdomen firme de Kael, luego subía hasta el cuello, donde el pulso latía fuerte. Besó allí. Después el hombro, el centro del pecho, la esquina de la boca.
Cuando finalmente entró, el mundo pareció detenerse.
Encajaban. No solo en los movimientos. Sino en el espacio que llenaban uno en el otro.
Ethan se aferró a él, con todo el cuerpo reaccionando a la sensación nueva, de dolor leve, pero principalmente de ser llenado, de estar entero. Kael lo besó despacio, deteniéndose para susurrar:
—Respira conmigo. Siénteme. Estoy aquí.
En la cama, entre sábanas arrugadas y respiraciones jadeantes, se tocaron como quien ha sobrevivido a muchas cosas. Como quien se reconoce en el otro por primera vez.
No hubo prisa. Ni palabras innecesarias.
Solo el sonido del cuerpo contra cuerpo. Y todo lo que estaban tratando de decir desde la primera mirada.
Y Ethan sintió. Sintió el cuerpo de Kael moverse con cuidado, con firmeza y reverencia. Los movimientos eran lentos, profundos, como si Kael quisiera marcar su nombre dentro de él sin causar dolor, solo placer, solo pertenencia.
Los dos gemían bajito, con los cuerpos sudados, las manos apretando la piel del otro. Cada estocada venía seguida de un beso. Cada gemido era respondido con un "estoy aquí", "eres hermoso", "mi amor". Era como un ritual, un bautismo entre sábanas.
Cuando llegaron al clímax, fue juntos. Ethan se corrió primero, con un grito ahogado contra el hombro de Kael, con todo el cuerpo arqueándose. Kael vino justo después, gimiendo alto, apretándolo fuerte, derramándose dentro de él con un susurro ronco:
—Ethan…
[Después | Piel pegada, silencio lleno de sentido]
Después, se quedaron allí, abrazados. El silencio volvió. Pero ahora era un silencio lleno de significado
Kael estaba acostado de lado, con el brazo envolviendo a Ethan por la cintura. Su pecho pegado a la espalda del otro. Aún sudaban. Aún temblaban.
Kael besaba su frente, sus hombros, murmuraba cosas que Ethan ni siquiera conseguía oír bien, porque su corazón estaba latiendo demasiado fuerte.
Ethan tiró de la mano de Kael hasta juntarla con su propio pecho, como si quisiera asegurarse de que no lo soltaría.
—¿Estás bien? —preguntó Kael, bajito.
—Nunca he estado tan bien. —Ethan sonrió, con los ojos aún húmedos.
—Esto fue... diferente —murmuró Ethan, casi sin voz.
—Fue todo —respondió Kael—. Y, al mismo tiempo, solo el comienzo.
Y Kael lo atrajo hacia sí, como si pudiera protegerlo del mundo entero. Por primera vez, se habían amado de verdad. Y sabían que, de allí en adelante, no había vuelta atrás
Solo había el camino que eligieron juntos. Piel, alma y corazón.
Se quedaron allí. Sin prometer nada. Sin hablar de mañana.
Pero con todo el cuerpo diciendo:
“Tócame así una vez más y tal vez nunca más quiera soltar”.