La Venganza De Alaia

Nayana, con una taza de té de hierbas en la mano, entró en la habitación. El aroma a tinta vieja y pergamino llenaba el aire, una fragancia peculiar que, para ella, significaba oportunidad. Anastasia había dispuesto los volúmenes sobre la gran mesa de lectura, organizados meticulosamente por fecha y tipo de registro. Había libros de ingresos portuarios, registros de impuestos sobre las cosechas, minutas de las reuniones del consejo ducal, y los informes trimestrales de Cataleya. Un tesoro de información, o una trampa, dependiendo de cómo se mirará, si ella lograba hacer en un solo día lo que a Cataleya le había llevado meses, estaba segura que Finnian depositaria su confianza en ella.

Abrió el primer libro, un pesado volumen de ingresos portuarios, la caligrafía era limpia al principio, luego se volvía más errática, y finalmente, reconociblemente la de Cataleya: apresurada, con trazos inseguros y números que se desviaban de la línea. Nayana ya había detectado inconsistencias superficiales, pero ahora, con acceso a los registros completos, la magnitud de la incompetencia de Cataleya, o algo peor, comenzó a revelarse.

Las primeras horas pasaron en silencio, solo roto por el crujido del pergamino y el suave murmullo de Nayana repasando las cifras. Utilizó sus propias tablas y cálculos, comparando los ingresos declarados con las tarifas conocidas por los bienes que pasaban por los puertos del ducado. No tardó en encontrar discrepancias flagrantes. Grandes cargamentos de seda que mostraban tarifas de importación mínimas, cargamentos de vino de las Tierras del Sol que apenas registraban impuestos. Era como si parte de la mercancía estuviera siendo desviada o, peor aún, que los impuestos cobrados no estuvieran llegando a las arcas ducales.

Nayana pasó a los informes trimestrales de Cataleya, comparándolos con los libros de origen. Los errores eran aún más evidentes allí. Cálculos mal hechos, sumas incorrectas, y una total falta de transparencia en ciertas partidas de "gastos varios". Cataleya no solo era descuidada; era, a todas luces, inepta para la tarea que Finnian le había confiado. O, quizás, estaba encubriendo algo.

Al mediodía, Nayana se permitió un breve descanso. Sus ojos ardían y su cabeza palpitaba, pero la emoción del descubrimiento la mantenía en vilo. Había marcado docenas de anomalías, creando un informe preliminar mental que superaba con creces las "inconsistencias" que le había mencionado a Finnian. Esto era un agujero en la bolsa del ducado, y un golpe directo a la supuesta eficiencia de Finnian.

Después de un breve respiro, volvió a sumergirse en los documentos, esta vez enfocándose en las partidas de gastos, buscando patrones de despilfarro o malversación.

Fue al revisar los registros de los últimos seis meses cuando un nombre saltó a la vista con recurrencia inusual en las partidas de "mantenimiento y mejoras de la propiedad ducal": una compañía constructora llamada "Piedra Firme". Los pagos eran exorbitantes y frecuentes, pero Nayana no recordaba haber visto obras de tal envergadura en el ducado. El rastro la llevó a una serie de transacciones con un banco menor en una de las ciudades fronterizas, un banco conocido por su discreción. Allí, los pagos se desviaban a cuentas sin nombres claros. Esto no era negligencia; era una operación a gran escala.

A medida que el sol comenzaba a descender, tiñendo el despacho de un tono naranja rojizo, Nayana había compilado un informe detallado. No solo las anomalías superficiales, sino un patrón de desvío de fondos. Había organizado sus hallazgos en categorías claras, con fechas, cifras exactas y las referencias a los libros originales. Era una acusación devastadora contra Cataleya, y una prueba innegable de la profunda vulnerabilidad financiera de Finnian.

Se levantó, estirando los músculos doloridos. Sus manos estaban manchadas de tinta, pero su mente estaba aguda y su corazón, extrañamente ligero. Había encontrado lo que buscaba, y más. Esta no era solo una oportunidad para humillar a Cataleya; era una fisura en el mismo fundamento del poder de Finnian.

- Anastasia, entra por favor.

- ¿Qué necesita mi lady?

- Prepara mi mejor atuendo, debemos ir a visitar de nuevo al Duque, pide que preparen el carruaje, no hay tiempo que perder, tenemos a Cataleya en nuestras manos, esto resulto demasiado sencillo, no se si fue muy descuidada a propósito, o hay un motivo mas grande, pronto lo descubriremos…

- Cree que necesitaremos mas guardias.

- Si, no sabemos que nos espera.

La noche había llegado Nayana, vestida con un elegante traje de terciopelo verde oscuro que realzaba el color de sus ojos y la hacía parecer una esmeralda en movimiento, se dirigió nuevamente al ducado. Sus guardias, silenciosos y resolutos, la acompañaban, mientras Anastasia caminaba un paso detrás, llevando un fino maletín de cuero que contenía el informe de Nayana.

El mayordomo la recibió en la entrada.

- Lady Nayana, el Duque la espera en el gran salón, por favor acompáñeme.

El mayordomo la condujo a través de los amplios pasillos, el sonido de sus pasos suaves y medidos. Al llegar al gran salón, Finnian estaba de pie junto a una chimenea crepitante, no había más presencia que la de él y un par de guardias discretamente ubicados en las esquinas.

- Lady Nayana - saludó Finnian, su voz tranquila y medida, pero con un brillo de expectación en sus ojos oscuros -. Me alegra que haya regresado. ¿Cómo le ha ido con mi... papeleo?

- Duque. El papeleo ha sido... revelador – hizo una reverencia -. He preparado un informe preliminar, como me solicitó - indicó a Anastasia, quien se acercó y le entregó el maletín, Nayana lo tomó y se lo ofreció directamente a Finnian -. Es un análisis conciso de lo que he encontrado en los libros mayores y los informes trimestrales de Lady Cataleya.

Finnian tomó el maletín, lo abrió y sacó el grueso legajo de pergaminos recién escritos por Nayana. Sus ojos escanearon las primeras páginas, y su expresión comenzó a endurecerse con cada línea. Los números claros de Nayana, las fechas precisas y las anotaciones concisas contrastaban brutalmente con el desorden de las cuentas de Cataleya.

Nayana observó a Finnian, permitiendo que la verdad se le revelara por sí misma. No había emoción en su rostro, solo el frío cálculo que ella conocía tan bien. Él pasaba las páginas, sus labios apretados, el atisbo de una vena pulsando en su sien. Los errores no eran solo errores. Eran desvíos, malversaciones sistemáticas. El nombre de "Piedra Firme" apareció en el informe, junto con las sumas exorbitantes y las rutas de los pagos a cuentas dudosas.

- ¿Fugas de capital a través de una compañía constructora fantasma? - murmuró Finnian, su voz apenas audible, pero el tono era gélido, lleno de una ira contenida -. ¿Y las arcas portuarias subestimadas en casi... un veinticinco por ciento?

- Duque, los detalles están ahí. Mi análisis preliminar sugiere un patrón de malversación que ha estado costando al ducado una suma considerable y no es solo un descuido.

Finnian cerró el informe con un golpe seco, el sonido resonando en el salón. Su mirada se levantó para encontrarse con la de Nayana, no con ira dirigida a ella, sino con una mezcla de shock y una terrible comprensión. El honor y la eficiencia eran los pilares de su gobierno. Y Cataleya, la mujer a la que había confiado tanto, había resultado ser un agujero negro que drenaba sus recursos y socavaba su reputación.

- Esto es mucho más grave de lo que me hizo creer su 'curiosidad' en el despacho.

- Duque, solo le presenté las anomalías superficiales en ese momento. Una investigación exhaustiva, como le mencioné, revelaría la verdadera magnitud del problema, todavía hay mucho que investigar.

Finnian se volvió hacia la chimenea, su espalda tensa. La lealtad, para él, era un activo; la incompetencia, una debilidad que no toleraba y la incompetencia de Cataleya, ahora revelada con tal claridad por Nayana, era una traición imperdonable. Las palabras de Nayana sobre "dignidad" y "representación del hogar" resonaron con una nueva y amarga verdad.

- Ha demostrado ser... más valiosa de lo que podría haber imaginado. Lo que ha descubierto tendrá serias consecuencias.

- Lo sé, si necesita que lo siga ayudando no dude en decírmelo.

- Quisiera su ayuda, pero temo que esto la pondría en peligro.