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Dominio

Dominio

Status: Terminada
Genre:Yaoi / Doctor / Amor eterno
Popularitas:506
Nilai: 5
nombre de autor: Moxonligh

Ethan ya lo había perdido casi todo: sus pacientes, su reputación y la fe en la gente. Todo por una acusación que jura era mentira. Cuando aceptaron mantenerlo en la clínica bajo una condición —tratar a un paciente que nadie más quería—, tragó su orgullo y aceptó. El nombre en el expediente: Kael Drummond.
Luchador profesional. Incontrolable. Violento. Y con el hombro izquierdo casi inutilizable.
Kael no confía en nadie. Creció quebrando a otros antes de que lo quebraran a él. Su cuerpo es su arma, y ahora le está fallando. Lo último que quiere es un terapeuta metiéndose en sus límites.
Pero entre sesiones forzadas, provocaciones silenciosas y cicatrices que no son solo óseas, Ethan y Kael se enfrentan… y se reconocen. El dolor es todo lo que conocen. Quizás también sea donde empiecen a sentir algo que nunca habían tenido: cariño.

NovelToon tiene autorización de Moxonligh para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capítulo 12

[Miércoles, 23:30 | Apartamento de Kael]

Kael estaba parado en medio de la habitación. La mano cerrada en el celular. Los ojos fijos en la pantalla, como si aquello fuera una bomba a punto de explotar.

Ethan lo observaba con atención. En silencio. Él sabía que ese tipo de dolor no se enfrenta con preguntas. Se enfrenta con presencia.

—Fue él, ¿verdad? —preguntó Ethan, por fin. Bajo.

Kael no respondió. Solo asintió con la cabeza. Después tiró el celular en la cama como si quemara.

—Él no puede hacerme nada. No más. —Dijo, como quien intenta convencerse a sí mismo—. Soy otra persona ahora.

—Pero él sabe dónde te golpea —respondió Ethan.

Kael se sentó en el borde de la cama, encorvado, los codos en las rodillas. La respiración acelerada.

—Él me enseñó a vencer. Pero también me enseñó que el dolor era el precio. Que debía callar y soportar.

Ethan se acercó, agachándose frente a él.

—Él abusó de ti, Kael.

Kael cerró los ojos. Apretó.

—Lo sé. Pero oír eso de ti… me quiebra de nuevo.

—Y yo estoy aquí. Para ayudarte a juntar cada pedazo. Aunque sangres de nuevo en el proceso.

Kael levantó la cabeza. El rostro mojado. Por primera vez, no disimuló.

—Tengo rabia por aún tener miedo. Por aún sentir en el cuerpo su mano. La voz. Las reglas.

Ethan tocó su rodilla, firme.

—No necesitas ser fuerte ahora. Solo necesitas ser honesto.

Kael lo encaró.

—Entonces escucha: quiero ir allá. Mirarlo a la cara. Mostrar que él no me controla más.

Ethan respiró hondo.

—Yo voy contigo.

—No quiero involucrarte en esto.

—Ya estoy involucrado. Y si él se mete contigo, se mete conmigo.

[Jueves, fin de la tarde | Lugar marcado]

La dirección era un bar viejo en la zona industrial. Disfrazado, como todo lo que aquel hombre hacía. Kael estacionó el coche en silencio. Estaba sudando. Las manos temblaban, pero sujetaban firme el volante.

—No necesitamos hacer esto —dijo Ethan.

—Necesito. O él sigue ganando.

Entraron.

La mesa al fondo. Un hombre de traje, barba bien hecha, sonrisa de quien cree que aún manda.

—Kael —dijo él, abriendo los brazos como si encontrara a un viejo amigo—. Mira cómo has crecido.

Kael se detuvo a dos pasos.

—Crecí lo suficiente para no bajar la cabeza.

—¿Pero aún recuerdas lo que pasa cuando desobedeces?

Kael rechinó los dientes. Ethan se acercó y se colocó a su lado.

—Él no está solo. Y tú no tienes más ningún control aquí.

El hombre lo analizó, ojos fríos.

—¿Y quién eres tú? ¿El nuevo dueño?

Kael avanzó un paso, el puño cerrado.

—Él es quien me hace querer seguir vivo. Cosa que tú nunca conseguiste.

El hombre rió. Irónico.

—Sigues emocional. Sigues predecible.

Ethan sacó el celular del bolsillo y apuntó, sin miedo.

—Sigues idiota. Esta conversación está grabada. Cualquier cosa que digas o intentes, será tu caída. ¿Tu nombre aún significa algo en este medio? Vamos a ver cuánto aguanta cuando se filtre quién eres realmente.

Silencio.

El hombre se recostó en la silla.

—Eres listo, muchacho.

Kael respondió, firme:

—Yo era débil. Ahora solo estoy con la rabia correcta. Y con alguien a mi lado.

Y le dio la espalda. Salió sin mirar atrás. Ethan junto.

[En el coche, después del enfrentamiento]

Kael conducía sin hablar. El cuerpo temblaba. Pero los ojos... estaban limpios. Por primera vez, sin miedo.

Paró el coche en el arcén. Respiró hondo. Se giró hacia Ethan.

—Te necesité hoy más de lo que jamás necesité a alguien. Y eso me aterra.

—Yo también estoy asustado. Pero estoy aquí. Entero.

Kael sujetó su mano con fuerza.

—¿Me prometes que, si un día vuelvo a perderme, me tiras de vuelta?

Ethan apoyó la frente en la suya.

—Prometo. Pero con una condición.

—¿Cuál?

—Que no te olvides de todo lo que sobreviviste. Porque solo quien pasó por el infierno sabe valorar a quien sujeta la mano en el camino de vuelta.

Kael cerró los ojos.

—Estoy volviendo. Por ti. Contigo.

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