Quiero a mi novio, pero últimamente discutimos mucho y ya no sé que hacer. Ha metido a su ex novia a su casa pero él asegura que no pasa nada entre ellos. Mi sexto sentido me dice que algo va mal, aunque no tengo pruebas. Hace poco conocí a un niño y no paramos de tener infortunios. ¡Ahora soy su tutora! ¿Por qué no puedo sacarlo de mi mente?
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De regreso a casa
De pronto, un mensaje de texto llegó a mi celular.
Abrí el buzón de mensajes. Era Daniel.
"Pequeña Helen, Lilly se ha puesto fatal desde hace un rato. Pero no te preocupes, la llevaré a casa. Dile al los demás que se vayan"
—¿Por qué pones esa cara?—indagó Leo.
—Lilly ha tenido un percance. Daniel la llevará a casa.
—¿Qué? ¿Y que le pasó? ¿En dónde están ahora?—saltó Iván con preocupación.
—No lo sé. Ya le he preguntado, pero no responde los mensajes.
—Tenenos que hacer algo.
—No hay algo que puedas hacer, hermano. La mejor decisión que podemos tomar es irnos y esperar a que no sea nada grave. Es muy tarde y va a ser peligroso para nosotros regresar a casa.
—Creo que Leo tiene razón. Además, estoy segura de que mi madre me matará si llego después de la hora que le avisé. Voy a estar pendiente de todo. Apenas lea que la ha dejado en su casa y se ha puesto bien, te notificaré
—Debería ser yo quien esté con ella. Daniel no está capacitado para este tipo de cosas...
Todos nos fuimos del lugar minutos antes de que el evento terminara. Había un silencio sepulcrar. Por mucho que quisiera romper el hielo, no había nada qué decir. Iván se le notaba bastante preocupado. Yo también lo estaba. Lilly no era persona de enfermarse o sentirse mal con frecuencia. Confiaba en Daniel y esperaba que la llevara a casa a salvo.
En medio de mis pensamientos, se me escapó una ligera risa que atrajo la atención de los hermanos. Ya podía imaginar a Daniel entrando a ese barrio maldito en el que ella vivía. Él era de una familia bastante acomodada y era muy poco probable que alguna vez haya pisado un lugar como ese.
Tenía un auto muy elegante, barato, pero bien cuidado, así que él era el más indicado para acompañarla. En el peor de los casos, se lo robarían.
Llegó el momento en el que teníamos que despedirnos, pues debíamos tomar direcciones opuestas. Pero antes de que pudiera decir algo, Leo rompió el silencio.
—Ni hablar. No pretenderás ir sola a esta hora. Te acompañaré.
—Pero no es necesario, en serio. Además yo vivo más o menos lejos de tu casa y te puede pasar algo de regreso y no quiero sentirme culpable después.
—¿Has terminado? No te hice una pregunta, te informé. Iván, dame las llaves de la casa. No tardaré mucho. Llama a papá y dile que te abra.—ordenó antes de separarnos de él.
Estaba un poco apenada y preocupada por lo que pudiera pasarle a Leo luego de que me dejara en casa. Él era todavía un muchacho y alguien con malas intenciones podía hacerle daño.
—Deja de poner cara de cucaracha esparramada. No me va a pasar nada—era como si pudiera leer mis pensamientos. No le respondí por la sorpresa de la coincidencia—De seguro el montón de pasteles le cayeron mal a tu amiga. Por eso se habrá enfermado—Continuó tratando de aligerar la situación—Ahora que recuerdo...la primera vez que nos vimos tu estabas en la parada de bus que lleva hacia el cerro. ¿Ella vive allí?
—Sí, ahí—Una risa, digna de escuchar, me cautivó.
—Joder. Pobre Daniel. Debe tener las pelotas en el cuello en estos momentos—Su risa me contagió.
—Lo mismo pensé hace un rato—hice una pausa tratando de controlar la risa contagiada—Qué bonito ríes. Si lo hicieras más a menudo, no tendrían tan mal concepto de ti—tardó un poco en responder.
—¿Tú crees? Quizás la próxima vez intente decirle a la gorda de castellano, "ja, ja, ja. Vieja fastidiosa, no me da la gana de prestar atención a su clase porque es una completa porquería" Tal vez se lo tome mejor que la última vez—Era obvio que estaba siendo sarcástico.
—De vez en cuando no está mal tomarse en serio las cosas...no fue un chiste lo que dije.
—Siempre soy serio. Solo que...no sé. Contigo de dan ganas de molestarte y burlarme de ti. Y ya ves, hasta la risa me haces mostrar e incluso que hable de más.
—No se por qué no te creo. Juraría que eras muy popular en el colegio y tenías bastantes amigos con quienes te divertías. Cuando fui a raptarte, tus amigas no paraban de verme.
—Oh...tiene sentido. Puede que si sea popular, pero no precisamente de la manera en la que tu crees. Estoy tachado como el "mala conducta" de la institución. Tengo amigos, sí. Pero la mayoría cree que soy una especie de cáncer o yo que sé. Lo más seguro que es ellas pensaran qué estabas loca o mucho peor como para buscarme a mí. Sinceramente las más extrañas en todo esto son ellas. No me hablan pero tampoco dejan de mirarme. Eric dice que es porque les parezco "lindo"
—Uh, jujuju. "Lindo"—me burlé
—Calla.
—¿Quién es Eric?
—Mi mejor amigo.
—Oh. ¿Desde siempre?
—Ajá. Va al club conmigo. Se ha quedado en la casa y hemos salido de viaje juntos.
—Me sorprende que aún no lo conozca.
—Pero él si te conoce. Le he hablado de ti y también te vio cuando fuiste—su confesión me dejó bastante intrigada.
—¿Y qué le has dicho? Apuesto que pura pestes de mí.
—No lo voy a negar. Pero también le dije que me agradabas. A pesar de lo tirana que eres—lo empujé ante sus palabras de manera juguetona
—Ah, parece que ya llegamos—informé con una pisca de decepción en mis palabras. Nos detuvimos frente a la casa.
—Wow—escapó de los labios de Leo al contemplar mi hogar—No sabía que eras como Daniel.
—No te dejes llevar. Si fuera como él no usaría el bus. A mamá le gusta asi solo para llamar la atención de los demás. Bueno, hasta aquí nos trajo el río. Gracias por la compañía. Oh, casi lo olvido, tu chaqueta—me dispuse a quitármela.
—Me la das después, no tengo prisa. Y...—se empezó a comportar un poco tímido. De pronto sacó algo de su bolsillo y me lo extendió—Toma.
—¿Tú móvil?—pregunté confundida.
—Tú número. ¡Pero no pienses mal! Es para avisarte cuando llegue a casa...a ver si así quitas la cara larga—sonreí ante la ingenuidad de sus palabras.
—Seguro—respondí aceptando el celular y añadí mi contacto—Para la próxima, consigue una excusa un poco más creible—dije entregándolo de nuevo. Di media vuelta para abrir la puerta de mi casa—Estaré despierta hasta que me envies un mensaje, si no lo haces porque se te ha olvidado, te juro que él lunes te obligaré a hacer cincuenta ejercicios de matemáticas para que me recompenses las horas de trasnocho. Descansa, Leo Alonso.
Con eso cerré la puerta a mis espaldas, dejando un suspiro en el aire. Me sentía muy bien después de la pequeña charla.
Leo, por otra parte, también se sentía lleno de energía. Incluso tenía una curiosa sonrisa en el rostro que ni él mismo notaba. Una vez que se aseguró que yo estaba en casa, corrió a todo dar de vuelta a casa.