La Mujer De Ovarios

La semana previa al inicio de clases había terminado. Durante esos días, Lorena me llevó a recorrer Barcelona. Era un lugar magnífico: calles llenas de vida, luces vibrantes, un ambiente cosmopolita que parecía nunca dormir. Barcelona me pareció un país dentro de una ciudad, con rincones mágicos y una historia que podía respirarse en cada esquina. Lorena, por su parte, parecía un chicle pegado a mí, siguiéndome a todos lados como si fuera mi sombra.

Entre los lugares que visitamos, me llevó a Barceloneta, una zona famosa por sus mariscos y playas urbanas. Era perfecto: la mezcla de sabores del mar y la brisa marina era un deleite. Ella sabía cómo complacerme, especialmente porque amaba los mariscos y nadar. Pasamos horas en la playa, y aunque me sentía cómoda, no podía ignorar las miradas curiosas de la gente a nuestro alrededor. Algunas intentaron acercarse a Lorena, pero su actitud fría y altiva las alejaba de inmediato.

—Carecen de riquezas —decía con desprecio cada vez que alguien se animaba a hablarle.

—Es irónico, ¿no crees? —respondí entre risas—. Tu novia es completamente pobre.

—Eres pobre, pero linda —me contestaba sin más.

Aquella reacción me parecía tan absurda que no podía evitar reírme. Por otro lado, algunas mujeres intentaban hablarme a mí, pero Lorena no lo permitía. Sus ojos almendrados fulminaban a cualquiera que se acercara, y hasta optaba por cubrirme con una toalla el bikini que ella misma había elegido para mí. Me resultaba gracioso verla tan celosa, porque en realidad no me importaban esas miradas ni los intentos de conversación.

Por las noches, Lorena buscaba pretextos para dormir conmigo. Tocaba a mi puerta con insistencia.

—¿Dormimos juntas hoy? —preguntaba con descaro.

—No —respondía cortante. Pero no se rendía, y al poco rato abría la puerta y se sentaba en mi cama.

Finalmente, me hartaba y recurría a mi carta de escape.

—Si duermes aquí, entonces yo dormiré en un hotel. Así que te vas tú o me voy yo.

—Está bien —cedía, aunque podía notar su frustración.

Durante esa semana, Lorena también se ocupó de buscar un auto. Eligió un Mercedes rojo carmesí que me pareció precioso.

—Escogí algo más económico esta vez, por si me golpeo con algo —se burló mientras me mostraba el vehículo. Su tendencia a presumir de su riqueza comenzaba a molestarme, pero no decía nada. Al final del día, mientras me llevara y trajera, todo lo demás era irrelevante.

Cuando empezaron las clases, Lorena se dedicó a sus estudios de abogacía, mientras yo escogí negocios. Nuestros edificios estaban separados, algo que agradecí profundamente.

—Nos vemos al mediodía. Comeremos juntas, así que iré por ti —me dijo mientras me besaba en los labios frente a todos, dejándome completamente incómoda.

Al entrar al salón, noté que muchos estudiantes eran extranjeros como yo. Decidí sentarme al fondo para observar todo desde lejos. Justo cuando estaba por acomodarme, una voz al lado mío interrumpió mis pensamientos.

—¿Tú eres la novia de la chica que me arrojó agua en la cabeza? —preguntó una joven con ojos muy parecidos a los de Elizabeth.

Se presentó como Alessia, a quien recordaba del bar. Conversamos un poco y me reí al disculparme por el comportamiento de Lorena, describiéndola como "una completa loca". Alessia era agradable, y durante la clase, noté cómo me miraba de reojo. Cada vez que nuestras miradas se encontraban, ella sonreía tímidamente, lo cual me parecía lindo.

Al terminar la clase, me invitó a almorzar. Preferí aceptar, queriendo escapar por un rato de Lorena. Caminamos hasta un restaurante cerca del campus y pedí una pizza mientras ella optó por una ensalada. Durante la comida, descubrí que venía de una familia adinerada y estaba destinada a heredar un negocio de bolsos de lujo. Su humildad, a pesar de su origen, me resultó refrescante.

—Eres muy linda. ¿Eres modelo? —le pregunté con curiosidad.

—¡No! —respondió riéndose y sonrojándose—. Aunque a veces ayudo a mi familia, pero no tengo tiempo para modelar.

Le conté mi propia historia: de dónde venía, el trabajo de mis padres, y cómo mi estilo de vida actual era un préstamo temporal gracias a Lorena. No parecía molestarle en lo más mínimo.

La conversación fluyó hasta que mi teléfono comenzó a vibrar sin parar. Era Lorena.

—¿Qué diablos quieres? —le contesté molesta mientras me alejaba de la mesa.

—¿Dónde estás? Dijimos que almorzaríamos juntas —respondió con un tono serio.

—Ya te dije que no me interesa. Haz lo que quieras. Estoy ocupada —colgué sin darle oportunidad de responder.

Después del almuerzo, Alessia me llevó en su convertible azul a pasear. Apagué el teléfono para evitar las insistentes llamadas de Lorena. Decidimos ir al cine, donde terminamos viéndonos envueltas en un inesperado beso. Sus labios sabían a cerezas y su mirada azul me recordaba a alguien que había amado mucho tiempo atrás.

Cuando regresamos a mi departamento, me despedí de Cristina con otro beso suave, pero al darme la vuelta, encontré a Lorena esperándome.

—¡Te besaste con ella! —exclamó furiosa.

—¿Y? Te lo he dicho mil veces: no me interesas. ¿Qué no entiendes? —le respondí, cansada de sus escenas.

—ella es bonita es linda tiene unos ojos hermosos. Azules es rica qué más da,— replique en un tono más sereno jactándome de la belleza de mi amiga.

—Así que prefieres a ella porque es rica, quieres decir que saltarás de mujer en mujer hasta conseguir una más rica que yo, —su voz sonaba aún molesta.

—Eso pudiera hacerlo si yo quisiera, ¿Tu haci lo deseas?—, le respondí en un tono con superioridad para que ella misma reflexionará de lo que acaba de decir

—déjalo así no importa. ¡Vámonos!— simplemente dijo eso y jaló de mi mano sutilmente.

Era un hecho de que ahora ya no era tan agresiva como antes podía controlarla un poco más podía tener una mujer rica si yo quisiera, pero necesitaba que fuera Lorena porque de alguna manera mi rencor hacia ella me hacía más grande y claro necesitaba posicionarse en México gracias a su padre.