Vidas Paralelas

Kate

No puedo decir que sea fácil confiar en Austin nuevamente. Después de tantas decepciones, de tantas promesas rotas y excusas absurdas sobre emergencias en el hospital, se ha convertido en un constante vaivén de emociones. Me gusta verlo esforzarse por ser el hombre y padre cariñoso que siempre prometió ser, pero me resulta complicado no caer en la trampa de la desconfianza. Sofi y yo hemos aprendido a vivir con su ausencia, y ahora eso se siente como una especie de rutina, casi normal.

Hoy, estoy rodeada de mis estudiantes en una galería de arte. Hemos hecho un recorrido para apreciar las obras de fotógrafos aficionados, y creo que no hay mejor manera de mostrarles el poder del arte que dejándolos ver cómo lo cotidiano puede transformarse en algo mágico. A medida que recorremos las imágenes, me detengo frente a una foto que llamó mi atención; es una imagen de un grupo de ancianas haciendo yoga en Central Park. Me pierdo en ellos, sintiendo una conexión con esas mujeres que parecen haber encontrado una paz que anhelo.

—¡Señorita Prince! ¡Señorita Prince! ¿Es usted? —Me llama Jenni, una de mis alumnas, sacándome de mis pensamientos.

—Disculpa, querida, no te escuché. ¿Qué me decías?  —Le contesté, aún distraída.

—Mire, esta foto... —me señala—. Es una pareja al atardecer. ¿No la tomó usted? Mire aquí, dice Katherine Reynold.

El apellido me golpeó como un rayo. Katherine Reynold, como antes, como aquella época en la que Austin y yo éramos solo nosotros. Mi corazón se acelera al recordar aquellos días de locura y amor; cómo bailábamos en el mirador, cómo me besaba entre risas. Pero ese recuerdo se ahoga en un torrente de dudas.

— Sí, así es —le contestó asombrada

—Es usted muy buena fotógrafa —Me dice Jenni contemplando la imagen al igual que yo.

—Continúen explorando —los exhorto a que sigan el recorrido al pequeño grupo que se ha formado y me increpan con todo tipo de preguntas mientras yo me quedo allí un momento, sintiéndome atraída sin querer hacia la nostalgia.

Una notificación parpadea en mi teléfono. Es un mensaje de Austin: "No puedo esperar para nuestra cita de esta noche". Una mezcla de emoción y sospecha me atraviesa mientras leo. Él siempre se esfuerza así, pero sé que hay un trasfondo oscuro en su comportamiento, un hilo de secretos que parece estar siempre presente en nuestra vida.

—Yo tampoco puedo esperar —le respondo, apretando los dientes, sabiendo que la intriga y la desconfianza se apoderan de mí.

Más tarde, mientras me preparo para salir, me encuentro frente al espejo, contemplando el vestido rojo que guardé por años, atrapado en un rincón del armario. Retiro la etiqueta, y me lo pongo. Se ajusta perfectamente. Mis zapatos Louis Vuitton, regalo de Austin, brillan en la luz. Me suelto el cabello y me maquillo de tal forma que la sensación de renacer me embriaga.

Cuando llega, lo recibo con una sonrisa. Su beso es ligero, pero me escarba en el alma.

—Te ves increíble —susurra, y siento como si la chispa de una pequeña llama purificadora se encendiera entre nosotros.

Mientras cenamos, la conversación fluye más fácilmente de lo que esperaba. Austin habla de su día en el hospital, y yo le cuento sobre mis alumnos y la exposición. Le menciono cómo me gustaría retomar la fotografía, algo que siempre amé, pero él se apura a recordarme que solo abandoné por el embarazo y que Sofí ya no es un bebé.

—Solo piénsalo, Kate. Creo que sería una gran idea.

—Tal vez... será un reto, sin duda —digo, sintiendo que algo se despeja en mi mente.

Después de una espléndida cena, la atmósfera se torna más ligera, hasta que me lanza una invitación que me hace dudar.

—¿Te parece si subimos a una de las habitaciones del hotel? Creo que es un lugar perfecto para continuar esta velada.

Mis instintos me gritan que le diga que no, pero la intriga de recuperar lo que alguna vez tuvimos me arrastra a decir que sí. Sin embargo, al salir, nos encontramos con una mujer que me resulta familiar. Su actitud es descarada y sus ojos brillan con un aire de complicidad.

—Austin, cariño —le dice, acercándose demasiado, abrazándolo con confianza. El aire se congela a mi alrededor.

—¿Quién es? —pregunto, mi voz temblando mientras la incomodidad brota de mi pecho.

—Oh, Kate. Me encanta verte también —dice, mientras me besa muy cerca de la boca y con actitud provocadora,  el aire se espesa a mi alrededor. —Sabes, siempre pensé que ustedes hacen una extraordinaria pareja.— continúa mientras toma un mechón de mi cabello en un gesto que se siente demasiado familiar. Mis músculos se tensan mientras sigo sin saber si sugiere algo más.

Me safo de su contacto y miró a Austin, quién tiene cara de pocas palabras —¿La conoces?  —interrogó.

—Oh, sí. Kate, cariño de la gala benéfica, Ella es Sasha Bellamy, hija de nuestro principal benefactor, recuerdo habértela presentado —responde "No recuerdo que me la presentara"

Austin está claramente incómodo, su rostro muestra una mezcla de sorpresa y desconcierto. Continúa parloteando sobre la noche de la gala, mientras pasa su mano y me toma por la cintura, nuestra interlocutora nos mira de forma suspicaz y divertida.

—Esta es una noche tan maravillosa, Kate— continúa ella, y sus ojos se encuentran con los de Austin. —No puedo creer que volvamos a cruzarnos.

—No me acuerdo de ti, le digo, tratando de mantener la calma mientras ella coquetea sin recato, desplegando una confianza que me desarma.

Esa mujer, con su sonrisa como un puñal y su mirada que juega con el fuego, se ha convertido en la prueba de que los secretos que han estado flotando entre nosotros pueden ser más oscuros de lo que imaginaba. Ahora, de pie ante ella, solo puedo preguntarme qué tan lejos habrá llegado Austin en su búsqueda de algo que parece perdido entre las sombras.