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La celebración, un torbellino de risas y alegría, se fue desvaneciendo lentamente, dejando tras de sí un halo de satisfacción y un ligero cosquilleo de nervios. Nos acercamos al vigilante, la pregunta en nuestros labios: "¿Cuándo empiezan las clases?".

Él, con una sonrisa amable, nos respondió: "Mañana es el primer día". Las palabras resonaron en el aire, llenas de un significado profundo. Rin y yo nos miramos, nuestros ojos reflejando la misma emoción, la misma expectativa.

Un nuevo capítulo en nuestras vidas estaba a punto de comenzar, y la emoción era palpable, como una corriente eléctrica que recorría nuestros cuerpos. No podíamos esperar para ver qué nos deparaba el futuro, qué aventuras y desafíos nos esperaban en este nuevo camino.

Satisfechos con las respuestas del vigilante, decidimos que era hora de regresar a casa. Con la mente llena de información sobre matrículas, horarios y demás detalles, un ligero cansancio se apoderó de nosotros.

"Vaya que emoción, mañana empezamos", exclamó Rin, su voz llena de entusiasmo. "Sí, así es. Será todo un desafío, ¿verdad?", le respondí, sin dejar de lado un toque de inquietud.

La incertidumbre del futuro se mezclaba con la emoción de lo nuevo, creando una extraña sensación de mariposas en el estómago.

Y así, mientras caminábamos de regreso, el camino se llenó de nuestras risas y conversaciones, cada palabra una muestra del amor que nos unía, un amor que nos acompañaría en este nuevo viaje.

El camino de regreso se acortó con la alegría de nuestras conversaciones. Justo cuando estábamos a punto de llegar a nuestras casas, Rin se detuvo, una sonrisa traviesa en sus labios.

"¿Te parece si más tarde nos encontramos en la colina?", me preguntó, sus ojos brillando con una luz especial.

"Claro, me encantaría", respondí sin dudarlo, mi corazón latiendo un poco más rápido. Con esa promesa tácita, cada uno se dirigió a su hogar, la imagen de la colina y la cita que nos esperaba, como un faro en la distancia, guiando nuestros pasos.

La puerta de casa se abrió, y allí estaba mi madre, con una expresión de expectación en su rostro. "¿Y qué tal? ¿Entraste?", preguntó, su voz llena de ansiedad. Con una sonrisa de satisfacción, le respondí: "¡Sí, mamá! ¡Ingresé!".

En ese instante, un torrente de alegría la invadió, y me envolvió en un abrazo cálido y fuerte, llenándome de besos. "¡Ay, mi niño! ¡Te pondrá tan contento tu papá!", exclamó, sus ojos brillando con orgullo.

"Claro que sí, mamá", le respondí, mi corazón rebosante de felicidad. La mañana transcurrió en una nube de alegría, contándole a mi madre cada detalle de la prueba y de la celebración con Rina.

Y en la hora del almuerzo, con la mesa llena de aromas deliciosos, compartí con ella la emoción de este nuevo comienzo, el sabor dulce de la victoria y la promesa de un futuro lleno de posibilidades.

El almuerzo terminó con la satisfacción de un estómago lleno y el corazón aún más. Ayudé a mi madre con la limpieza, un gesto que le alegró el día, y en cuanto terminé, me dirigí a mi habitación con la agilidad de un rayo.

El encuentro en la colina me esperaba, y no podía perder ni un minuto. Me cambié rápidamente, con la mente llena de imágenes de Rin, y con el corazón latiendo con una mezcla de nervios y emoción, salí de casa.

El camino hacia la colina se recorrió en un abrir y cerrar de ojos, y al llegar, la vi allí, esperándome con una sonrisa que iluminó mi día.

"Hola, amor", le dije, con un ligero temblor en la voz. La emoción de verla me había dejado un poco nervioso. "Hola, amor", respondió, sus mejillas sonrojadas, un detalle que me encantaba.

La sonrisa que se dibujó en su rostro me llenó de alegría. Nos sentamos en la colina, con la vista panorámica de la ciudad a nuestros pies, y comenzamos a charlar sobre el futuro.

"¿Cómo crees que nos irá ahora que hemos ingresado?", pregunté, sintiendo una mezcla de entusiasmo e incertidumbre. Rin, con su característica seguridad, me respondió: "Seguro que nos irá genial. Ya veremos cómo nos organizamos con las clases, pero juntas, podremos con todo".

Sus palabras me inspiraron confianza, y en ese momento, supe que esta nueva etapa, con ella a mi lado, sería una aventura inolvidable.

De pronto, Rin se puso seria. Sus ojos, que antes brillaban con alegría, ahora reflejaban una determinación profunda.

"Quiero que hagamos una promesa", dijo, su voz suave pero firme. "Una promesa", repetí, intrigado. "¿Qué promesa haremos?", pregunté, sintiendo una punzada de curiosidad.

..."Que a partir de ahora caminaremos de la mano en nuestros sueños, lucharemos juntas y llegaremos lejos."...

¿Me lo prometes?, dijo, mirándome fijamente. "Claro que sí, te lo prometo", respondí, con la voz llena de convicción.

"Estudiaremos, nos esforzaremos y seguiremos adelante, siempre juntas", añadí, sintiendo una oleada de emoción recorrer mi cuerpo. Y en ese instante, sellada con un beso apasionado, nuestra promesa se convirtió en un pacto de amor y determinación.

Un pacto que nos acompañaría en la aventura que se avecinaba, una aventura que, juntos, estábamos listos para enfrentar.

En ese momento, una oleada de nostalgia me invadió. Recordé el pasado, cuando por miedo a perder lo que tenía, dejé de lado mis estudios y mis sueños.

Un error que me había perseguido durante mucho tiempo. Pero ahora, con Rin a mi lado, todo era diferente. El amor que sentía por ella era una fuerza poderosa, una fuerza que me impulsaba a luchar por mis sueños, a no dejar que el miedo me paralizara.

"No la defraudaré", pensé con determinación. "Caminaré a su lado, la apoyaré en cada paso, y juntos, alcanzaremos todo lo que nos propongamos". El beso que nos dimos, un sello de nuestra promesa, fue un símbolo de este nuevo comienzo, un comienzo lleno de esperanza, amor y determinación.

El sol comenzó a descender, pintando el cielo con tonalidades de naranja y rosa. Pero nosotros, sumergidos en nuestra propia burbuja de felicidad, no nos dimos cuenta del paso del tiempo.

La colina, antes un simple lugar de encuentro, se había convertido en un espacio sagrado, un símbolo de nuestro amor, un testigo silencioso de nuestra promesa.

Y mientras la noche se acercaba, y las estrellas comenzaban a brillar en el cielo, sentí una profunda satisfacción. "Voy por todo", pensé, con una convicción inquebrantable. "Voy por todo, por mis sueños, por Rin, por nuestro futuro".