En el lujoso mundo de los negocios, donde el poder y la codicia son la regla, surge una historia de amor llena de traiciones, celos y secretos ocultos. "Sombras de Pasión" narra la vida de Sofía Valente, una joven mujer independiente y decidida, que lucha por cumplir sus sueños en un mundo controlado por hombres de hierro. A lo largo de la novela, su vida se entrelazará con la de Gabriel Ríos, un empresario frío, calculador y exitoso, cuya única pasión parece ser el dinero y el control.
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Capítulo 2: Jugando con Fuego
El sonido de los tacones de Sofía resonaba en el frío mármol de la oficina de Gabriel, un eco que parecía alargarse con cada paso que daba. El aire estaba cargado de tensión, como si las sombras de la ciudad que se colaban por las enormes ventanas se hubieran infiltrado en cada rincón de la habitación. Los ojos de Gabriel seguían fijos en ella, calculadores, pero había algo en su mirada que era difícil de descifrar.
—Sofía —dijo finalmente, con su voz grave y controlada. No era una bienvenida, sino un simple reconocimiento.
Ella mantuvo la compostura, a pesar de la avalancha de pensamientos que recorrían su mente. Sabía que Gabriel Ríos era un hombre impredecible, pero hoy, más que nunca, se sentía como si estuviera caminando sobre una cuerda floja.
—Gabriel —respondió con firmeza, su tono suave pero con la fuerza de quien no se deja intimidar. Sus ojos se encontraron, y un frío casi palpable recorrió el aire. Sus mundos chocaban, y ambos lo sabían.
Gabriel dio un paso hacia ella, su presencia imponente. Sofía se forzó a mantener la calma, a no dejarse arrastrar por la intensidad de su mirada. No podía permitírselo. Su futuro dependía de esta reunión, pero no solo de los números y contratos que estaban sobre la mesa, sino de algo mucho más profundo. Algo que ambos guardaban bajo la superficie.
—Victoria me ha hablado mucho de ti —continuó él, sin cambiar su expresión. —Y, por supuesto, de tu… proyecto.
Sofía frunció el ceño. Aquellas palabras no le sonaban bien. Victoria. El nombre le provocaba una mezcla de desdén y desconfianza. Sabía que su examiga no perdería oportunidad para intentar involucrar a Gabriel en su propio beneficio.
—Es más que un proyecto, Gabriel. Es el futuro de Valente. Si no conseguimos la inversión que necesitamos, todo esto podría desaparecer —dijo, señalando los papeles esparcidos sobre la mesa. —Lo que estamos construyendo es más grande que ambos.
Gabriel se detuvo, cruzando los brazos con aire pensativo. Sabía lo que Sofía quería. Ella necesitaba un respaldo económico sólido, pero no solo eso. Ella quería su confianza, algo que él no ofrecía fácilmente.
—No todo es dinero, Sofía —dijo, mirando sus manos, como si las palabras no le pertenecieran. —Hay cosas que no puedes comprar.
Ella lo miró fijamente, sus labios se apretaron en una línea delgada. Esa frase había sonado demasiado personal. Sofía no necesitaba que le dieran lecciones sobre el valor de las cosas. Había crecido en un mundo donde el dinero era la única moneda de cambio. No había tiempo para sentimentalismos.
—No te estoy pidiendo que me des tu corazón, Gabriel. Estoy pidiendo una oportunidad. Una inversión que pueda ayudar a mi marca a despegar. Y para eso, necesitamos un acuerdo —dijo, con la voz más dura que había usado en toda la conversación.
Un silencio se hizo presente entre ellos. Gabriel se acercó un poco más, su sombra oscura proyectándose sobre ella.
—El dinero tiene un precio, Sofía. Y no hablo solo de números.
Sus palabras caían sobre ella como una advertencia. La tensión entre los dos se volvía cada vez más palpable. Sofía lo miraba, sintiendo que todo estaba a punto de colapsar. No era solo una negociación. No era solo dinero. Algo más se movía bajo la superficie. Algo que ambos temían.
—Sabes que no me estoy refiriendo a lo que piensas, Gabriel. Estoy aquí por una inversión. Nada más —respondió, su voz temblando ligeramente, a pesar de sus esfuerzos por mantener la compostura.
En ese momento, la puerta se abrió con suavidad, y Lucas Montoya entró en la oficina. Su presencia, en contraste con la tensión que flotaba en el aire, parecía casi un alivio.
—Perdón por la interrupción —dijo Lucas, con una sonrisa que intentaba calmar la situación. —Pero los documentos están listos.
Gabriel asintió sin mirar a Lucas, su mirada fija en Sofía.
—Lo revisaremos juntos —dijo, su tono más suave, casi como si intentara calmar el fuego que había prendido en la sala.
Sofía respiró profundamente. No podía dejar que Gabriel la desestabilizara. No hoy. Tomó uno de los papeles y comenzó a revisarlo. Sentía los ojos de Gabriel sobre ella, pero no se atrevió a mirar atrás. El peso de sus palabras aún rondaba su mente.
El acuerdo que ella necesitaba parecía estar al alcance, pero Gabriel no era fácil de convencer. Sabía que todo tenía un costo mayor. Su inversión no sería simplemente un cheque en blanco. ¿Qué quería realmente a cambio?
Esa noche, Sofía no pudo dormir.
La imagen de Gabriel seguía persiguiéndola, su frialdad, su dominio. El hombre que parecía tenerlo todo, que jugaba con las reglas del mundo empresarial sin preocuparse por las emociones. Y, sin embargo, algo en su mirada, un atisbo de vulnerabilidad, había despertado en Sofía una duda inquietante. ¿Qué escondía detrás de esa fachada de poder?
El silencio de su apartamento se rompió solo por el sonido de su respiración. En la oscuridad, Sofía se levantó de la cama, encendiendo la luz de su escritorio. Allí, en su computadora, estaban los documentos de la reunión. El acuerdo. Las cifras.
Pero no eran solo números. Era su futuro.
En medio de la oscuridad, sus dedos comenzaron a teclear, revisando los detalles una vez más, buscando algo que había pasado por alto. Sabía que había más de lo que parecía a simple vista.
Una notificación apareció en su pantalla. Un mensaje de texto. De Gabriel.
**"Espero que hayas entendido el precio que estamos jugando. Nos vemos mañana para ultimar los detalles."**
Las palabras eran claras, frías, calculadas. No había espacio para la duda.
Sofía se recostó en su silla, cerrando los ojos. Sentía como si estuviera atrapada en una partida de ajedrez. Pero esta vez, no era solo una cuestión de negocios.
Era personal.
**La pregunta era: ¿estaba dispuesta a pagar el precio?