A sus 24 años, Anaís creía tener la vida resuelta, hasta que todo le fue arrebatado de un golpe. Un trágico accidente la lleva a una segunda oportunidad, pero en el cuerpo de alguien más: una chica de 17 años que tiene todo un pasado oscuro del que escapar. Con recuerdos vívidos de su vida pasada, Anaís busca vengarse de quienes la traicionaron, pero se encuentra atrapada en una nueva familia, nuevos amigos, y un joven inesperado que despierta emociones en ella. Entre risas, desafíos y lecciones, deberá aprender que a veces la redención puede ser más poderosa que la venganza.
¿Podrá encontrar la paz en un cuerpo joven, mientras decide si destruir o reconstruir su futuro?
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Capítulo 18: La Primera Grieta
Anaís y Nicolás volvieron al departamento de Nicolás después de la fiesta. Anaís, aún con el vestido negro que había elegido estratégicamente para deslumbrar y distraer, caminaba de un lado a otro de la sala, procesando toda la información que habían obtenido. Su mente trabajaba rápido, conectando los puntos.
"Hay demasiados frentes abiertos", dijo finalmente, rompiendo el silencio. "El líder de la organización sospecha de alguien, y ahora sabemos que hay tensiones internas. Tenemos que aprovechar eso antes de que se reorganicen".
Nicolás, sentado en el sofá con una copa de vino en la mano, la observaba con una mezcla de admiración y preocupación. "¿Y cuál es el plan? No podemos arriesgarnos demasiado. Si te descubren, estás perdida".
Anaís se detuvo frente a él, con una mirada decidida. "No me van a descubrir. Vamos a alimentar esas tensiones. Si logramos que desconfíen lo suficiente unos de otros, el caos hará el trabajo por nosotros".
Nicolás asintió lentamente. "Pero necesitamos algo más concreto. Una chispa para encender ese fuego. Algo que los haga perder la cabeza".
Antes de que Anaís pudiera responder, el teléfono de Nicolás sonó. Ambos intercambiaron una mirada rápida antes de que él atendiera.
"¿Sí?" Su expresión se endureció de inmediato. "¿Qué? ¿Dónde fue eso?"
Anaís se inclinó hacia él, intentando captar lo que estaba ocurriendo. Nicolás colgó el teléfono con un gesto brusco y se levantó.
"Hubo un ataque", dijo. "Uno de los miembros clave de la organización fue asesinado esta noche, y las sospechas ya están volando. Están culpando a un traidor dentro".
Anaís sonrió con frialdad. "Parece que alguien nos está haciendo el trabajo sucio. ¿Sabes quién fue el objetivo?"
Nicolás asintió. "Un tal Ivan Grekov, cercano al líder. Su muerte está generando revuelo porque, aparentemente, tenía información que podría haber comprometido a varios".
Anaís se cruzó de brazos, pensativa. "Eso confirma nuestras sospechas. La organización no es tan sólida como quiere aparentar. Necesitamos descubrir quién está detrás de esto y si podemos usarlo a nuestro favor".
Al día siguiente, Anaís decidió tomar la iniciativa. Nicolás consiguió una reunión con uno de los contactos más confiables de la organización, alguien que no estaba en el centro del conflicto pero que conocía los movimientos internos: Elena Voronina, una exmiembro que ahora se movía en las sombras como informante.
Se encontraron en un pequeño bar en las afueras de la ciudad. Elena, una mujer de mediana edad con ojos afilados y una presencia intimidante, los recibió con un aire de sospecha.
"Escuché que han estado hurgando donde no deben", dijo, encendiendo un cigarrillo mientras se sentaba frente a ellos. "¿Qué quieren de mí?"
Anaís se inclinó hacia adelante, mostrando seguridad. "Sabemos que Grekov murió anoche. También sabemos que no fue un ataque externo. Queremos saber quién dentro de la organización está moviendo las piezas".
Elena soltó una risa amarga. "Eso es un juego peligroso, niña. ¿Qué te hace pensar que estoy dispuesta a involucrarme?"
"Porque, si lo haces, podrías asegurarte de que quienes sobrevivan te deban un favor", respondió Anaís con calma. "Además, algo me dice que no te importaría ver caer a algunos de ellos".
Elena la estudió por un momento antes de esbozar una sonrisa lenta. "Eres lista, ¿eh? Bien, puedo decirles algo, pero tendrán que pagarme por adelantado".
De vuelta en el departamento, Anaís y Nicolás revisaron la información obtenida. Elena había confirmado que el ataque contra Grekov no había sido planeado por el líder de la organización, sino por un grupo disidente que buscaba tomar el control.
"Esto nos da una ventaja", dijo Nicolás. "Si jugamos bien nuestras cartas, podemos ponernos en contacto con ese grupo disidente y utilizarlos para destruir la organización desde adentro".
Anaís sonrió, con una chispa de determinación en sus ojos. "No solo eso. Si conseguimos el control de esa facción, no habrá nada que nos detenga".
El juego se estaba volviendo cada vez más peligroso, pero Anaís estaba lista para enfrentarlo. Ahora sabía que tenía las piezas para ganar, solo debía moverlas en el momento adecuado.
"Esto recién comienza", murmuró para sí misma. "Y yo tengo todas las de ganar".