Hace dieciocho años, el reino de Eldoria fue consumido por la traición y la guerra. En medio del caos, mientras el Rey Gustavo luchaba una batalla perdida contra su ambiciosa hermanastra, la Reina Roxana se vio obligada a huir. Con el corazón roto y un adiós desgarrador a su amado, confió el futuro de su linaje a tres pequeñas vidas: sus hijas trillizas, recién nacidas y destinadas a heredar el trono.
Hoy, esas princesas viven una existencia humilde y oculta bajo los nombres de Nyx, Ignis y Luna. Tras la reciente pérdida de su madre, estas jóvenes campesinas se enfrentan solas a la dureza de la vida, sin saber que la sangre real corre por sus venas ni que cada una posee un don mágico latente: el control de las Sombras, el Fuego y la luz, respectivamente.
Pero el destino tiene otros planes. La llegada de un misterioso anciano, portador de secretos ancestrales y verdades olvidadas, irrumpirá en sus vidas, desvelando la usurpación de su reino y profecías...
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La danza de la profecia entre sombras
Ha pasado una semana desde que han intensificado la seguridad de la caverna, una semana de entrenamiento intenso, de interacciones sutiles y de una creciente interconexión entre ellos.
La expedición al Bosque Sombrío, aunque planeada con un objetivo claro, se sentía ahora como una prueba mucho más profunda, un reflejo de las dinámicas que se habían estado forjando en la oscuridad.
La conexión entre Luna y Orión se había intensificado, sólida como la roca pero delicada como la luz que emanaba de ella. Desde aquella noche en que sus manos se entrelazaron, desatando la primera profecía de la Luna Oscura, una corriente eléctrica recorría el aire cada vez que sus miradas se encontraban. Era un lenguaje silencioso, un reflejo de sentimientos mutuos que solo ellos podían descifrar. La sorpresa y el asombro de ver a Orión, el hombre serio y reservado, unirse a la tímida e inocente Luna, era algo que muchos comentaban en susurros, pero que para ellos era la única verdad.
Ignis, por otro lado, seguía siendo un torbellino de energía y determinación. Su personalidad fuerte y su enfoque en la preparación para la batalla eclipsaban cualquier pensamiento romántico. Para ella, el romance era un lujo que no podía permitirse en ese momento, un desvío de su propósito. Su interacción con Lyra era de respeto mutuo y camaradería en el campo de batalla, pero nada más.
Nyx y Corvus, sin embargo, habían forjado un vínculo distinto, uno que florecía en la penumbra de la noche. Corvus, ajeno a la verdadera naturaleza de Nyx, la veía como una guerrera más, una compañera en la lucha. Cada noche, la ayudaba a perfeccionar su defensa personal, compartiendo no solo técnicas, sino también fragmentos de sus vidas, risas y miradas que se prolongaban más de lo necesario. Él todavía creía que su lucha era contra las pesadillas, y la presión de ser una guerrera. Lo que no sabía era que la incapacidad de Nyx para controlar sus poderes era una batalla interna, una resistencia a emerger por completo, quizás por miedo, quizás por algo más profundo.
Y ahora, en el corazón del Bosque Sombrío, la tensión acumulada durante esa semana estallaba.
La bestia, un depredador de escamas oscuras y ojos llameantes, se lanzó contra ellas. Ignis, con la audacia que la caracterizaba, desató su furia ígnea, mientras Luna, a pesar de su timidez, se veía obligada a invocar la luz para defenderse.
Fue en ese instante, cuando la bestia arremetió con una fuerza brutal contra Nyx, que todo se desmoronó. La golpeó, arrojándola a un lado, y en ese momento de vulnerabilidad extrema, la sombra que atormentaba a Nyx se desató. No era un control, sino un desbordamiento, una manifestación de poder incontrolado que la envolvía.
Los demás estaban inmersos en sus propias luchas. Kaelen y Lyra se defendían de las criaturas de la oscuridad que emergían del bosque, mientras que Luna, superada momentáneamente por la ferocidad del ataque, se encontraba en peligro. Orión, al ver la fragilidad de Luna, se lanzó a su rescate, interponiéndose entre ella y una amenazante sombra.
Nadie vio lo que sucedió con Corvus.
En medio del caos, mientras la sombra de Nyx se retorcía y se expandía, una fuerza desconocida, una urgencia visceral, se apoderó de Corvus. No reconoció la magnitud de lo que estaba a punto de desatar, solo sabía que debía llegar a Nyx. Extendió sus manos, no para atacar, sino para atraer.
De él emanó una oscuridad diferente, una que no buscaba destruir, sino calmar. Era una resonancia con el poder de Nyx, un eco sombrío que se mezclaba con el suyo propio, creando una densa cortina de energía que ocultaba su acción.
De repente, un crujido sordo provino de su bolsillo. El cristal, el amuleto que lo protegía de la influencia de la serenidad, había cedido ante la intensidad de su propio poder desatado por el auxilio hacia Nyx. Por un instante, el pánico amenazó con paralizarlo, pero la urgencia de ayudar a Nyx seguía siendo mayor.
Ignorándolo, continuó luchando, canalizando esa fuerza desconocida hacia ella.
Nyx, sintiendo cómo la presión opresiva sobre ella comenzaba a ceder, y cómo la sombra que la asfixiaba era atraída hacia Corvus, levantó la vista. Sus ojos, aún llenos de terror, se encontraron con los de él. En ese breve instante, entre el caos y la batalla, sintió un alivio profundo. En ese momento de conexión, sus manos se encontraron y se entrelazaron.
De sus manos unidas surgió una sombra primordial, una masa oscura y densa que se expandió con una velocidad vertiginosa. Era una fuerza protectora, un escudo de energía oscura que envolvió a todos, neutralizando la ferocidad de las bestias y disipando la agresividad del bosque.
Y entonces, sucedió.
Mientras sus manos se unían, no solo surgió la sombra protectora que amortiguó la furia de las bestias, sino que una melodía etérea, casi inaudible, pareció emanar de sus almas.
Era el canto de los eclipses, una profecía antigua susurrada en los anales de la historia, una que hablaba de dos sombras destinadas a danzar juntas en el momento más oscuro.
La profecía decía: "Cuando la Sombra que todo lo consume y la Sombra que todo lo oculta se encuentren en el umbral de la desesperación, sus cantos se unirán en un coro de olvido. No para desatar la destrucción, sino para tejer un velo de paz, un respiro para el mundo asediado. En su unión, la noche más profunda cederá ante una aurora de comprensión, y los corazones que laten en la oscuridad encontrarán su reflejo más puro en el otro."
Era un canto de armonía, no de guerra. Un recordatorio de que incluso en la oscuridad más densa, la conexión y la comprensión mutua podían crear una luz inesperada. Era la promesa de que sus sombras, tan diferentes y a la vez tan resonantes, no estaban destinadas a la soledad, sino a una danza cósmica que traería equilibrio.
Así, la sombra primordial que nació de ellos no solo protegió, sino que también resonó con esa melodía silenciosa, un eco del destino cumplido.
Se soltaron de las manos, conscientes de la poderosa fuerza que había surgido de su contacto, de esa melodía secreta que solo ellos dos habían compartido, la promesa de un entendimiento más allá de las palabras...