Rafaela es una Reina que no acepta un "NO" por respuesta ante su mandato. Heredó el Reino a temprana edad y con puño de acero decidió gobernar cada rincón y a cada uno de sus súbditos. Ante una trampa impuesta por su mano derecha se ve obligada a requerir la ayuda de los Reinos vecinos entre ellos, el próximo Rey de Moon Blanc llamado Adrián.
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Capítulo 16 : Un nuevo secreto II
Apenas Adrián salió y cerró la puerta la Reina confronta al médico.
— … ¿Por qué tres meses?... —preguntó bajando la voz.
El médico dudaba si decirle o no la verdad. Sin más remedio se acercó a la Reina. — Disculpe majestad pero… Está embarazada…
— Si eso ya lo sé, la enfermera me lo comento hoy… Mejor especifica por que los tres meses.
El médico suspiró. — Tengo pocos conocimientos en el área pues las mujeres por lo general son las que más estudian estos temas… Pero… Una vez que una mujer se embaraza, debe cuidarse más… Los tres meses son de riesgo… Y si está esperando un heredero con más razón debería tomar los cuidados necesarios, le avisaré al personal para que cuide de usted, pero le recomiendo quedarse en cama, el reposo es lo primordial.
La Reina se quedó en silencio viéndolo detenidamente. — Entiendo… No digas nada de esto, a nadie, sin mi autorización, ¿entiendes?... Aún no es el momento… Solo dile a Anna y al cocinero sobre mi estado actual y necesito que vengas cada mes a comprobar cómo avanza mi embarazo.
— Una cosa más su majestad, creo que debería decirle de su estado actual al Rey… Él es su compañero de vida… Solo tómelo como mi consejo…
— … Entiendo… Tal vez cuando pasen los tres meses… Por ahora… No se lo diré…
El médico asintió y se apresuró para salir. Adrián esperaba afuera de los aposentos de la Reina. Suspiro de alivio, se acercó para ver más de cerca que la puerta estaba algo entreabierta, al mirar hacia dentro vio a la reina descansando. Se quedó quieto un momento y luego terminó de cerrar la puerta sin causar ruido. Camino por el pasillo largo y silencioso, con la expresión firme pero ahora con una nueva tarea en sus manos.
En la tarde Anna iba siempre que podía a acompañar a la Reina mientras que Adrián organizaba el papeleo en el estudio de la Reina. Encontró lo que más guardaba, la carta que su madre le dejó la cual leyó varias veces sin entender lo que sucedía y luego, una de las cartas de Alice. Al tomarla solo podía pensar en lo mal que actuó anteriormente… Guardó la carta y prosiguió a organizar las demás cartas, y noto que eran muchas cartas.
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La noche llegó nuevamente, la Reina se había levantado para ir al baño, sentía náuseas, se sentía mal, y solo podía pensar en eso. Tanto era el malestar que sentía hambre y náuseas al mismo tiempo. “¿Estar embarazada significa esto?”. Adrián ya había terminado con parte de las cartas que la Reina tenía en el estudio, y mientras caminaba por los pasillos pudo ver como una de las sirvientas corría frenéticamente, de inmediato sintió que algo no estaba bien y en efecto era la Reina, estaba en el piso, parece como si se hubiera desmayado. Rápidamente todos llegaron para salvaguardar la vida de la Reina.
Al llegar la Reina solo podía respirar agitadamente hasta que sintió a Adrián cargarla, en ese momento ya nada más importó pues aún qué se sentía mal, y su rostro lo demostraba, se sintió mejor cuando pudo ver, a la persona que más quería en el mundo. Adrián se sentó en la cama mientras recostaba a la Reina suavemente. Los sirvientes se calmaron apenas vieron que Rafaela lentamente se relajaba, de cena le trajeron un caldo de papa para que su estómago no lo devolviera.
Adrián viéndola de esta manera, recuerda que algo parecido le sucedía a su madre, pero como estaba pequeño no recuerda la mayoría de las cosas, solo la gentil sonrisa de su madre.
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A la mañana siguiente, dejó durmiendo a la Reina, el caldo de papa surtió efecto en ella. Fue vestido por su mayordomo, y de manera diligente se dirigió sin hacer ruido al salón de reuniones. Al llegar al salón de reuniones, los consejeros y ministros empezaron a murmurar, ya que estaban esperando a la Reina como de costumbre pero en cambio, Adrian tomó su lugar.
El Rey tomó asiento al lado derecho del asiento de la Reina… No era la primera vez que se sentaba en ese lugar, pero hoy era distinto, el aire que transmite Adrián es totalmente distinto al que suele tener la Reina. Todos lo respetaban, pero no dejaban de verlo como un Rey sin experiencia.
Sobre aquella mesa, se apilaban los documentos, cartas y pergaminos… Todos ellos eran informes de las cosechas, estas ya habían terminado, también habían registros incoherentes de las arcas reales, y muchas solicitudes de ayuda de los pueblos fronterizos y cartas con sellos de distintos colores. Una de las sirvientas se acercó trayendo una de las cartas con un sello muy característico, al ver la carta la pequeña sonrisa que tenía se esfumó.
Al tomar la carta la abrió con disimulo mientras los consejeros y ministros hablaban entre sí. En aquella carta, de caligrafía suave y elegante que lo conmovía… Alice le escribió:
“Hola mi querido Adrián… Mi más grande amor….
He estado enviando cartas pero entiendo que estas ocupado y se que me pediste que no te escribiera, desde que me viste cerca de la Reina…
Por eso te he enviado un pequeño detalle, es de mi parte y de la Reina, porque aquello que llamas amor jamás ha existido entre tu y ella…
Simplemente te está utilizando, confía en mis palabras pues solo eres un príncipe consorte… A mi lado serías Rey legítimo, mi Reino siempre te abrirá las puertas, ahí solo te ven como lo que eres, un príncipe… Sin título… Eso me hace sentir triste…
Te esperaré…”
Adrián apretó los labios, al terminar de leer aquella carta… La dobló y la guardó discretamente en uno de sus bolsillos suspirando. “¿Como que soy un príncipe consorte?”. Todas esas preguntas rondaban en la mente de Adrián.
— Majestad. —dijo uno de los ministros, sacándolo de sus pensamientos. — Discúlpeme, necesitamos su aprobación para enviar recursos a una de las aldeas del norte, de lo contrario pasarán hambre este invierno.
Adrián respiró profundo y respondió con firmeza, intentando dejar a un lado los pensamientos tras leer esa carta. — Apruebo la petición. Enviaremos provisiones y me aseguraré de que los guardias escolten el cargamento. No habrá retrasos. También necesito saber si otras aldeas o pueblos dentro del territorio de Belmont están en la misma situación.
El salón murmuró en aprobación y se llevó a cabo. Las dudas y preguntas no dejaban la cabeza de Adrián… Las sospechas de que la Reina ocultaba algo eran más que grandes y tarde o temprano, él lo iba a descubrir.