Genio Frío En Un Infierno De No-Muertos

Mariko, Yuji y su hermano menor, Sota, habían sido vecinos antes del apocalipsis. Yuji perdió a sus padres cuando era muy joven. Entonces su tío le dejo quedarse en su casa a él y a su hermano.

 Yuji y Mariko se conocieron cuando él empezó a trabajar en la tienda de conveniencia donde ella compraba sus víveres. Yuji siempre venía con Sota, quien rápidamente se encariñó con Mariko debido a su amabilidad y paciencia. Cuando el mundo empezó a desmoronarse, Yuji perdió a su tío, entonces decidió quedarse con Mariko y Sota para protegerlos.

Un día, mientras buscaban refugio, se encontraron con un grupo de hombres armados que se identificaron como miembros de los Viper. Viendo una oportunidad de protección y recursos, Yuji y Mariko aceptaron unirse a ellos. No pasó mucho tiempo antes de que el líder de los Viper, un hombre despiadado y calculador llamado Ryo, los llamara a una reunión.

—Necesito que se infiltren en un refugio cercano —les dijo Ryo, su mirada fija en ellos—. Están bien armados y abastecidos. Una vez dentro, deben señalar su ubicación y ayudarnos a saquear el lugar.

Yuji y Mariko asintieron, aunque la inquietud se instaló en sus corazones. No tenían otra opción si querían sobrevivir.

Mientras se dirigían hacia el refugio señalado, se encontraron con una horda de zombies. Con las armas que les habían proporcionado los Viper, comenzaron a defenderse. Yuji disparaba con precisión, mientras Mariko mantenía a Sota cerca, protegiéndolo con su propia vida.

—¡Hay demasiados! —gritó Mariko, mirando a Yuji con desesperación.

Yuji evaluó la situación rápidamente y tomó una decisión difícil.

—No voy a arriesgar la vida de Sota —dijo, su voz firme—. Debemos escapar.

Con Sota firmemente agarrado de la mano de Mariko, comenzaron a correr. Atravesaron calles desiertas y esquivaron obstáculos, buscando desesperadamente un lugar seguro. Finalmente, encontraron una casa y, sin pensarlo dos veces, se metieron dentro y cerraron la puerta tras ellos.

Dentro de la casa, se movieron cautelosamente, buscando cualquier signo de peligro. Afortunadamente, parecía estar vacía. Se acomodaron en la sala de estar, tratando de recuperar el aliento. Pero su tranquilidad fue interrumpida cuando un hombre apareció de la nada, apuntándoles con una pistola.

—¿Quiénes son ustedes? —gruñó el hombre, su voz llena de desconfianza.

Yuji levantó las manos en señal de paz, tratando de calmar la situación.

—Solo estamos buscando refugio. No queremos problemas.

El hombre bajó la vista y notó una cadena que colgaba del cuello de Yuji, una cadena que él reconocía como suya.

—¡Esa cadena es mía! —exclamó, y sin previo aviso, disparó.

El disparo alcanzó a Yuji en el brazo, haciendo que cayera al suelo con un grito de dolor. Mariko, en un acto de desesperación, tomó su propia pistola y le disparó al hombre en el pecho. Él cayó hacia atrás, herido de muerte.

Sota, aterrorizado, se escondió detrás de Mariko, sus pequeños ojos llenos de miedo. Mariko estaba temblando, la adrenalina corriendo por sus venas. Se arrodilló junto a Yuji, que apretaba los dientes para soportar el dolor.

—Tenemos que irnos —dijo Yuji con voz entrecortada—. El sonido de los disparos atraerá a los zombies.

Con Mariko ayudando a Yuji a levantarse y sosteniendo a Sota con la otra mano, salieron de la casa tan rápido como pudieron. El sonido de los gemidos y gruñidos de los zombies se hacía cada vez más fuerte. Corrieron hasta que sus pulmones ardieron y sus piernas apenas pudieron sostenerlos.

Horas más tarde, exhaustos y desesperados, se encontraron con un refugio fortificado. La esperanza renació en sus corazones cuando vieron que estaba habitado. Fueron recibidos por el grupo de Ayanokouji, quienes, aunque cautelosos, les permitieron entrar después de asegurarse de que no eran una amenaza inmediata.

Mariko y Yuji explicaron brevemente su situación, omitiendo su conexión con los Viper para no levantar sospechas. Fueron asignados a una habitación donde Yuji pudo descansar y recibir tratamiento para su herida.

Esa noche, mientras Yuji descansaba, Mariko se sentó junto a él, vigilando su sueño. Sota dormía cerca, acurrucado bajo una manta. Mariko se preguntaba cómo habían llegado a este punto, cómo su vida había cambiado tan drásticamente en tan poco tiempo. Miró a Yuji, agradecida por su valentía y determinación, pero también temerosa por lo que vendría.

—Tenemos que ser fuertes, Mariko —dijo Yuji en voz baja, despertándose momentáneamente—. Por Sota. No podemos rendirnos ahora.

Mariko asintió, aunque las lágrimas llenaban sus ojos. Sabía que tenía razón, pero la carga de la supervivencia pesaba mucho sobre sus hombros.

La llegada al refugio de Ayanokouji les ofreció un respiro, pero también trajo consigo nuevos desafíos. Yuji y Mariko, conscientes de que su secreto con los Viper podría salir a la luz en cualquier momento, decidieron mantenerse alerta y ganarse la confianza del grupo. Sabían que necesitarían toda la ayuda posible para sobrevivir en este nuevo y peligroso mundo, y que cada día sería una lucha por mantener a salvo a Sota y a ellos mismos.

En una sala oscura y mal ventilada, el líder de los Viper, Ryo, estaba sentado en una silla de cuero gastada, observando un mapa lleno de marcas y anotaciones. Su mano derecha, Hirata, un hombre fornido y con una cicatriz en la mejilla, entró en la habitación y cerró la puerta tras de sí. Se acercó a Ryo, con una expresión de preocupación en su rostro.

—Ryo, necesito hablar contigo sobre algo —comenzó Hirata, con voz firme.

Ryo levantó la mirada lentamente, fijando sus ojos fríos en su subordinado.

—¿Qué sucede, Hirata?

Hirata se aclaró la garganta antes de continuar.

—Quería preguntarte por qué mandaste a Yuji y Mariko, junto con el niño, a infiltrarse en esa casa y robar suministros. No hubiese sido mejor mandar a personas más capacitadas para esa misión?

Ryo esbozó una sonrisa fría, y se recostó en su silla, entrelazando los dedos sobre su pecho.

—Yuji y Mariko eran un estorbo —respondió con desprecio—. No me importa si mueren o no. En realidad, la misión que les di era una mentira. Claramente, no la van a lograr.

Hirata frunció el ceño, sorprendido por la respuesta de Ryo.

—¿Entonces, cuál es el verdadero propósito? —preguntó, tratando de entender las intenciones de su líder.

Ryo se inclinó hacia adelante, su mirada intensa.

—Les mandé para otra cosa —dijo en tono misterioso.

Hirata esperó, su curiosidad y confusión crecían. Finalmente, no pudo contenerse y preguntó:

—¿Para qué, exactamente?

Ryo sonrió de nuevo, una sonrisa que no alcanzó sus ojos.

—Solo quería información de sus miembros del grupo, y si ahí se encuentra la persona que estoy buscando, me darán un buena recompensa.

Hirata se quedó en silencio, asimilando las palabras de Ryo. Comprendió que su líder siempre tenía un motivo oculto, y que todo lo que hacía era parte de un plan más grande y complejo.

—¿Y si no es la persona que buscas? —preguntó finalmente Hirata, buscando claridad.

Ryo se encogió de hombros, indiferente.

—Entonces habremos eliminado un par de bocas inútiles de alimentar. De cualquier manera, es un beneficio para nosotros.

Hirata asintió lentamente, aunque no estaba del todo convencido de la ética de la decisión, sabía que cuestionar a Ryo no era prudente. Conociendo a su líder, cualquier oposición podría tener consecuencias graves.

—Entendido —dijo Hirata, tratando de sonar seguro—. Haré lo que sea necesario para apoyar tu plan.

Ryo asintió, complacido con la sumisión de su mano derecha.

—Muy bien, Hirata. Mantén los ojos y oídos abiertos. Si recibimos noticias de su infiltración, quiero saberlo de inmediato.

Hiroshi se levantó y se dirigió hacia la puerta, pero antes de salir, se volvió una vez más hacia Ryo.

—Y si resulta ser la persona que buscas… ¿qué haremos entonces?

Ryo miró fijamente a Hirata, su mirada se volvió aún más dura.

—Entonces, cobraremos nuestra recompensa . Y nos aseguraremos de que nadie se interponga en nuestro camino.

Con eso, Hirata salió de la habitación, dejando a Ryo solo con sus pensamientos. Sabía que el líder de los Viper era implacable y que cualquier misión tenía múltiples capas de intención. Mientras se alejaba, Hirata no pudo evitar sentir una mezcla de respeto y temor hacia el hombre que lideraba el grupo con mano de hierro y mente maestra.

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Días atrás en las oscuras calles de la ciudad, una persona encapuchado caminaba tranquilamente, moviéndose con una mezcla de gracia y letalidad. El ambiente estaba plagado de la desolación y el caos que habían dejado los zombies en su despertar. Los cadáveres ambulantes se arrastraban sin rumbo, pero la persona no mostraba temor alguno. Con cada paso, desenfundaba su cuchillo o pistola y eliminaba a cualquier zombie que se interponía en su camino, su precisión y frialdad eran impresionantes.

Mientras avanzaba, el sonido de sus botas resonaba contra el pavimento roto. La noche era su aliada, escondiéndola en sombras y permitiéndole moverse sin ser detectada. Sus pensamientos se mantenían claros y enfocados en su misión.

En una esquina oscura, se encontró con una figura solitaria. Era un hombre robusto, de aspecto rudo, que parecía estar buscando algo entre los escombros. Sus ojos se encontraron y sin perder tiempo, sacó una fotografía de su bolsillo.

“¿Conoces a este tipo?” preguntó la persona su voz fría y sin emoción. Le mostró la foto, que revelaba la imagen de un joven de aspecto serio y calculador

El hombre miró la fotografía con interés, luego levantó la vista hacia el“¿Por qué preguntas?”

“Si lo encuentras,” “me avisas de inmediato. Te garantizo que recibirás una buena recompensa por la información.” Sus ojos no parpadearon, mostrando una determinación inquebrantable.

El hombre asintió lentamente, guardando la imagen en su bolsillo. “¿Qué tipo de recompensa estamos hablando?”

“Más que suficiente para sobrevivir cómodamente en este mundo,” respondió con una sonrisa casi imperceptible. “Y puede que incluso recibas protección adicional.”

El hombre evaluó al encapuchado por un momento antes de aceptar la oferta. “Está bien, lo buscaré. Si lo veo, te lo haré saber.”

“Perfecto,” dijo la persona encapuchada dándole un pequeño dispositivo de comunicación. “Úsalo para contactarme directamente. No intentes jugar conmigo; te estarías jugando la vida.”

El hombre tomó el dispositivo y asintió, entendiendo la seriedad en las palabras. Sin decir más, el encapuchado continuó su camino, dejando al hombre con la foto y la promesa de una recompensa.

Con cada paso, el silencio de la noche era interrumpido solo por los ocasionales gemidos de los zombies, que no eran más que obstáculos menores en su misión.

Con una mezcla de frialdad y precisión, continuó eliminando cualquier amenaza mientras buscaba completar su misión.