Baile Con El Diablo

Una Gira Hacia la Libertad

Los días siguientes se convirtieron en un torbellino de actuaciones y eventos a los que Volkov me obligaba a asistir. Viajamos de ciudad en ciudad, y en cada lugar debía esforzarme por mantener la compostura y la gracia que Volkov exigía de mí.

A pesar de la desesperación que me consumía, logré mantener la apariencia de una bailarina talentosa y feliz. Sabía que cualquier indicio de debilidad o descontento sería castigado por Volkov.

Durante las giras, tuve la oportunidad de conocer a otros artistas y bailarines. Me sorprendió la calidez y el compañerismo que encontré en ellos, algo que había sido ajeno a mi vida desde que Volkov me había arrebatado mi libertad.

Uno de los bailarines que más me impresionó fue Konstantin, un joven talentoso y lleno de pasión por la danza. Nos hicimos amigos rápidamente, y en él encontré un oasis de consuelo en medio de mi tormenta personal.

"Eres una bailarina increíble, Sarah", me dijo Konstantin, durante uno de los ensayos. "Siempre te admiro cuando estás en el escenario."

Yo le sonreí, agradecida por sus palabras, pero con el corazón oprimido por la realidad de mi situación.

"Gracias, Konstantin", respondí, con voz suave. "Tú también eres un bailarín maravilloso."

Él me miró con preocupación, como si pudiera percibir la tristeza detrás de mi sonrisa.

"¿Estás bien, Sarah?" preguntó, con suavidad. "Pareces... Distante, a veces."

Tragué saliva, sintiendo que el miedo me paralizaba. No podía confiar en nadie, ni siquiera en aquel amable y talentoso joven.

"Estoy bien, no te preocupes", mentí, forzando una sonrisa. "Solo son los nervios de las actuaciones, ya sabes."

Konstantin me observó en silencio por unos instantes, pero finalmente asintió, sin presionar más el tema.

"De acuerdo", dijo, con una sonrisa reconfortante. "Sabes que puedes contar conmigo si necesitas hablar, ¿verdad?"

Asentí, sintiéndome agradecida y, al mismo tiempo, aterrada. ¿Qué pasaría si Volkov se enteraba de mi amistad con Konstantin?

Durante la gira, también conocí a una bailarina llamada Ava, cuya gracia y técnica me dejaron fascinada. A diferencia de Konstantin, Ava era más reservada y distante, pero aun así logramos entablar una conexión.

"Eres realmente impresionante, Sarah", me dijo Ava, después de una de las actuaciones. "Nunca he visto a nadie bailar con tanta elegancia y pasión."

Yo la miré, sorprendida por su sincero elogio.

"Gracias, Ava", respondí, con timidez. "Tú también eres una bailarina maravillosa."

Ella asintió, con una leve sonrisa en sus labios.

"Sabes, me gustaría que pudiéramos ser amigas", dijo, con suavidad. "Siento que hay algo especial en ti, Sarah."

Sentí que el pánico se apoderaba de mí. ¿Cómo podría confiar en nadie, cuando Volkov vigilaba cada uno de mis pasos?

"Yo... Me encantaría", respondí, con voz temblorosa. "Pero... Tengo que ser honesta contigo, Natalia. Mi vida no es tan sencilla como parece."

Ella me miró con atención, sin presionar.

"Entiendo", dijo, con comprensión. "Cuando estés lista para hablar, estaré aquí para escucharte."

Asentí, sintiéndome agradecida y, al mismo tiempo, aterrada. ¿Qué pasaría si Volkov se enteraba de mi amistad con Natalia?

A medida que la gira avanzaba, mi relación con Konstantin y Ava se fue fortaleciendo. Ellos se convirtieron en mi única fuente de consuelo y apoyo en medio de aquella pesadilla.

Hubo momentos en los que logré olvidar, aunque fuera por breves instantes, la realidad de mi situación. Compartía risas y sueños con mis nuevos amigos, permitiéndome soñar con una vida más allá de las garras de Volkov.

Pero la sombra de mi captor siempre estaba presente, acechando y vigilando cada uno de mis movimientos. Volkov no me quitaba los ojos de encima, y yo vivía con el constante temor de que descubriera mi amistad con Konstantin y Natalia.

Un día, durante los ensayos, Volkov se acercó a mí, con una expresión severa en su rostro.

"Sarah, necesito hablar contigo", dijo, en un tono que me heló la sangre.

Tragué saliva, sintiendo que el miedo me invadía.

"Sí, señor Volkov", respondí, con voz temblorosa, siguiéndolo fuera del salón de ensayos.

Una vez a solas, Volkov me miró con ojos entrecerrados.

"He notado que te has estado acercando demasiado a algunos de tus compañeros", dijo, en un tono acusador. "Espero que no hayas olvidado mis advertencias, Sarah."

Sentí que el corazón me latía con fuerza.

"No, señor Volkov, yo no he olvidado nada", respondí, con desesperación. "Mis compañeros son solo... Amigos."

Volkov soltó una risa amarga.

"¿Amigos?" se burló. "Tú no tienes amigos, Sarah. Tienes solo a mí."

Abrí la boca para protestar, pero Volkov me interrumpió.

"Escúchame bien", dijo, con tono amenazante. "Si vuelvo a verte fraternizando con esos bailarines, te juro que lo lamentarás."

Sentí que las lágrimas ardían en mis ojos, pero me negué a dejarlas caer.

"Sí, señor Volkov", murmuré, derrotada.

Él me observó por un momento, con una expresión satisfecha.

"Bien. Ahora vuelve al ensayo y concéntrate en tu trabajo", ordenó. "No me decepciones."

Sin decir una palabra más, me alejé, sintiendo que el peso del mundo caía sobre mis hombros. ¿Cómo podría mantener mi amistad con Konstantin y Ava en secreto, cuando Volkov me vigilaba tan de cerca?

Durante el resto de la gira, me vi obligada a mantener las distancias con mis nuevos amigos, evitando cualquier tipo de acercamiento o complicidad. Podía ver la confusión y la preocupación en sus miradas, pero no podía arriesgarme a revelar la verdad.

Finalmente, la gira llegó a su fin, y regresamos a la lujosa villa de Volkov. Tan pronto como cruzamos las puertas, Volkov me arrastró a mi habitación, su agarre en mi brazo más firme que nunca.

"Bien hecho, Sarah", dijo, con una sonrisa perversa.