El centenario del Torneo de las Cuatro Tierras ha llegado antes de lo esperado. Para conmemorar los cien años desde la creación del brutal torneo, los Padres de la Patria han decidido adelantar el evento, ignorando las reglas tradicionales y usando esta ocasión para demostrar su poder y someter aún más a las Nueve Ciudades.
Nolan, el mejor amigo de Nora, ha sido elegido para representar a Altum, enfrentando los peligros de las traicioneras tierras artificiales: hielo, desierto, sabana y bosque. Nora, consciente del destino que le espera a Nolan, no está dispuesta a permitir que se repita la misma tragedia. Junto a la rebelión, buscará acabar con los Padres de la Patria y poner fin a la dictadura de las Cuatro Tierras.
El reloj avanza, el torneo está a punto de comenzar, y esta vez, el objetivo de Nora no es solo salvar a Nolan, sino destruir de una vez por todas el yugo que ha esclavizado a las nueve cuidades
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Los corazones de la rebelión
Nora se encontraba en una pequeña celda iluminada solo por una tenue luz amarillenta que colgaba del techo. El aire olía a humedad y metal oxidado. Llevaba horas allí, sin noticias de lo que estaba ocurriendo afuera. La habían separado del resto de los seleccionados tan pronto llegaron los oficiales, y ahora estaba atrapada en una habitación apenas más grande que un armario. Sentía la desesperación arañarle el pecho. Justo cuando empezaba a pensar que la situación no podía empeorar, se abrió una puerta al fondo del pasillo.
Los pasos resonaban con un eco metálico y, al alzar la vista, Nora vio a un oficial empujar a alguien a su celda. La figura tambaleante cayó al suelo y, para sorpresa de Nora, se trataba de su hermano, Eli. Su rostro estaba cubierto de suciedad, y una delgada línea de sangre corría desde su ceja hasta su mandíbula. Al verlo, un torrente de emociones atravesó a Nora: alivio, culpa, miedo.
—Eli... ¿qué haces aquí? —dijo ella, con la voz rota.
Eli alzó la mirada hacia su hermana menor. Sus ojos estaban llenos de cansancio, pero también de determinación. Trató de levantarse del suelo, usando la pared como apoyo, y logró ponerse de pie con un esfuerzo evidente.
—A mí también me atraparon —respondió Eli, jadeando ligeramente—. Los oficiales me encontraron en el refugio, dijeron que sabían que estabas aquí... Y yo... bueno, no iba a dejar que te llevaran sola.
—¡No deberías haber venido! —exclamó Nora, su voz cargada de una mezcla de furia y preocupación—. Ahora estás atrapado aquí conmigo. Los padres de la patria no van a dejarnos salir con vida.
Eli le lanzó una mirada severa, con una especie de firmeza que solo un hermano mayor podría tener.
—Nora, he estado peleando por esto mucho antes de que tú siquiera pensaras en unirte a la rebelión. No iba a quedarme de brazos cruzados mientras te llevaban. Siempre he sabido los riesgos.
Antes de que Nora pudiera responder, la puerta se abrió de nuevo, esta vez de par en par, y una figura imponente entró en la celda. Era Gale Steel, uno de los Padres de la Patria. , con un rostro esculpido y una mirada penetrante, llevaba el uniforme negro y diseñado a la medida. El hombre emanaba una fría autoridad que helaba el aire de la habitación.
—Siempre es conmovedor ver a la familia reunida, ¿no es así? —dijo Gale, su voz resonando con un tono burlón mientras caminaba hacia ellos—. Sin embargo, debo decir que, en este caso, el resultado será el mismo para los dos.
Nora sintió que la ira la invadía. Dio un paso al frente, desafiando al comandante con la mirada.
—Nunca nos someteremos a sus reglas, Steel. La rebelión no ha terminado. Mientras haya personas dispuestas a luchar, ustedes nunca ganarán.
Gale esbozó una sonrisa sardónica, cruzando los brazos frente a su pecho.
—¿De verdad crees eso, Nora? —preguntó, inclinándose hacia ella como si estuviera hablando con una niña ingenua—. Los Padres de la Patria siempre ganan. Es solo cuestión de tiempo antes de que el resto de tu pequeña rebelión sea aplastada como el insecto insignificante que es.
Eli intervino, adelantándose junto a su hermana.
—Puede que ganen batallas, Gale, pero no pueden controlar los corazones y las mentes de la gente. Ya viste lo que ocurrió con Nolan. Desafió sus órdenes en plena transmisión. La gente vio lo que realmente son.
Gale soltó una carcajada seca y fría.
—Oh, Eli... Eso es lo que ustedes nunca entienden. La mayoría de la gente no quiere la libertad que ustedes defienden. Quieren seguridad. Quieren comodidad. Y eso es lo que nosotros ofrecemos. —Se volvió hacia Nora, sus ojos penetrantes clavándose en los de ella—. Nolan podrá haber tenido su momento de gloria, pero eso no cambia nada. Lo detendremos como lo hemos hecho con todos los demás. Y cuando lo capturemos, ustedes estarán allí para presenciarlo. Para ser testigos de su derrota.
El estómago de Nora se revolvió. El miedo le atenazaba el pecho, pero la determinación le quemaba las venas. Sabía que Gale tenía razón en parte; los Padres de la Patria eran expertos en manipulación, en sembrar el miedo en la gente y hacerles creer que su control era la única opción. Pero también sabía que la chispa de la rebelión ardía más fuerte que nunca, incluso en los rincones más oscuros de la sociedad.
—La diferencia entre nosotros y ustedes es que nosotros peleamos por algo real —dijo Nora, con la voz firme—. No luchamos por mantener un control enfermizo sobre la gente. Luchamos por su libertad, por la esperanza. Y eso es algo que ustedes nunca podrán destruir.
Gale la observó por un momento, y su sonrisa se desvaneció, transformándose en una expresión de fría indiferencia.
—Veremos cuánto dura esa esperanza —dijo con un tono gélido, mientras giraba sobre sus talones y se dirigía hacia la puerta—. Disfruten su tiempo juntos mientras puedan. No les queda mucho.
La puerta se cerró con un golpe seco, y el eco de los pasos de Gale se desvaneció en la distancia. Nora miró a Eli, tratando de asimilar lo que acababa de ocurrir. Ambos sabían que no podían quedarse esperando un milagro. Tenían que salir de allí, y rápido.
—Tenemos que encontrar una forma de escapar —susurró Eli, acercándose a Nora con una expresión que mezclaba preocupación y resolución—. No podemos esperar a que alguien más nos rescate. Ahora depende de nosotros.
—Estoy de acuerdo —respondió Nora, respirando profundamente para calmar sus nervios—. Pero primero, necesitamos saber dónde están los demás. Nolan, Sarah... si es que aún siguen vivos.
—Nolan hará todo lo posible para salvarnos, lo conozco. Pero no podemos depender solo de él. Si vamos a salir de esta, necesitaremos un plan —dijo Eli, apretando su mandíbula con fuerza—. Y esta vez, no vamos a cometer los mismos errores.
Nora asintió. Su mirada se endureció mientras tomaba la mano de Eli, sellando un silencioso pacto. No iban a rendirse. Los Padres de la Patria podían ser poderosos, pero no eran invencibles. Y ellos harían todo lo posible para demostrarlo.