¿Qué pasa cuando tu oficina se convierte en un campo de batalla entre risas, deseo y emociones que no puedes ignorar?
Sofía Vidal nunca pensó que un simple trabajo en una revista cambiaría su vida. Pero entre reuniones caóticas, sabotajes inesperados y un jefe que parece sacado de sus fantasías más atrevidas, sus días pronto estarán llenos de sorpresas.
Martín Alcázar es un hombre de reglas. Siempre profesional, siempre en control... hasta que Sofía entra en su mundo con su torpeza encantadora y su mirada desafiante. ¿Qué sucede cuando una chispa se convierte en un incendio que nadie puede apagar?
"Entre Plumas y Deseos" es una comedia romántica llena de tensión sexual, momentos hilarantes y personajes inolvidables. Una historia donde las plumas vuelan, los corazones se tambalean y las pasiones estallan en los momentos menos esperados.
Atrévete a entrar a un mundo donde el humor y el erotismo se mezclan con los giros inesperados del amor.
NovelToon tiene autorización de Cam D. Wilder para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Reglas de Juego
Sofía apretó el nudo de la toalla con la fuerza de quien sostiene el último salvavidas en un naufragio existencial. Un gesto tan sutil que gritaba más que un discurso parlamentario. Sus nudillos se pusieron blancos, como si la toalla fuera el último bastión de su dignidad profesional.
— Vanessa —su voz era un témpano de hielo tratando de sonar diplomática—. Es casi media noche.
Vanessa entró como un tanque mediático. Ignoró la incomodidad con la misma gracia con la que un elefante baila ballet. Su mirada zigzagueó entre Martín —quien sostenía su camisa como un escudo improvisado— y Sofía, cual francotirador buscando el punto más vulnerable.
— Los documentos no pueden esperar —declaró, levantando la carpeta mojada como un trofeo de guerra.
La carpeta goteaba. Era como si la propia tormenta quisiera ser testigo de este momento épico de humillación profesional.
Martín observaba la escena con la fascinación de quien mira un accidente de tráfico. Cada movimiento, cada palabra era un partido de tenis donde él era solo la red. Un mero espectador en su propia obra de teatro del absurdo.
— ¿No podía esperar hasta mañana? —preguntó Sofía, un volcán de irritación a punto de hacer erupción.
La sonrisa de Vanessa fue tan cortante que podría haber abierto una lata de conservas a distancia. Veneno destilado, envuelto en un papel de preocupación profesional. Cada palabra era un misil teledirigido, cada sílaba un puñal envuelto en terciopelo.
— La exclusiva no espera, querida —respondió—. Y mira nada más el panorama.
"Panorama" era un eufemismo. Era más bien un campo de batalla mediático donde los cuerpos semi-desnudos eran las trincheras y la dignidad profesional, la primera víctima.
Martín, semi-cubierto, semi-expuesto, pensó fugazmente que esta era exactamente la clase de historia que nunca escribiría para un reportaje. Demasiado absurda para ser real. Demasiado real para ser una ficción.
La noche había pasado de ser una promesa de pasión a ser un capítulo de una telenovela de oficina escrita por un guionista con problemas de alcohol.
Y Vanessa, por supuesto, estaba disfrutando cada maldito segundo.
Sofía dio un paso al frente. No fue un movimiento, fue una declaración geopolítica. Su postura era el equivalente corporal de una bandera plantada en territorio conquistado. La toalla blanca, lejos de ser un vestuario improvisado, se transformó en una toga imperial. Cada pliegue, cada curva de la tela era una línea de demarcación: aquí mandaba ella.
— Pasa —dijo.
Su voz era una sinfonía perfecta: terciopelo sobre acero, seda sobre granito. No era una invitación. Era una orden vestida de cortesía. Una frase que contenía universos de significado.
Vanessa pestañeó. Por primera vez en su vida profesional, sintió que había perdido el control del guion. Sus ojos, acostumbrados a escanear y dominar espacios, se encontraron con los de Sofía: dos láseres que atravesaban cualquier estrategia defensiva.
Martín observaba como un espectador privilegiado. Reconoció algo que jamás había visto antes en Sofía: no era alguien a quien se interrumpía, sino alguien que orquestaba hasta las interrupciones. Una directora de escena vestida con una toalla.
El living se convirtió instantáneamente en un campo de batalla profesional. Pero no de esos campos llenos de trincheras y gritos, sino de esos donde las batallas se ganan con una ceja levantada, con un movimiento milimétrico.
Sofía se sentó. No se recostó, no se acomodó. Se sentó. La misma autoridad con la que se preside un consejo de administración, la misma postura con la que se dictan sentencias. La toalla era su uniforme de guerra, su piel la mejor armadura.
Vanessa desplegó los documentos. Sus manos, normalmente seguras, traicioneras, temblaban ligeramente. Cada hoja era un campo minado, cada párrafo una posible trampa. Y Sofía era quien sostenía el mapa.
No era solo una interrupción. Era un cambio de poder.
Afuera, la lluvia mordía desesperadamente los cristales.
— Son los avances del reportaje especial —comenzó Vanessa, recuperando su tono profesional—. Necesitamos tu aprobación para...
— Martín —interrumpió Sofía sin mirar a Vanessa—, ¿quieres un caté?
Era una pregunta que no admitía negativa. Martín comprendió instantáneamente: ella estaba reescribiendo las reglas del juego.
Vanessa palideció. No era un documento lo que había traído. Era una estrategia. Una prueba de poder. Y acababa de perder.
La noche prometía ser más interesante de lo que cualquiera había anticipado.
Mientras Martín preparaba el café, Sofía hojeaba los documentos con una calma que resultaba más intimidante que cualquier reacción dramática. Sus dedos pasaban las páginas con una precisión quirúrgica, cada movimiento calculado.
— Interesante —murmuró, sin mirar a Vanessa—. Pero necesitamos algunos ajustes.
Vanessa, que había llegado esperando tener la sartén por el mango, se encontraba ahora como un pez fuera del agua. Sus ojos zigzagueaban entre Sofía y Martín, buscando algún punto débil, alguna fisura en esta nueva formación de poder.
— ¿Ajustes? —preguntó, intentando mantener su tono profesional.
Sofía levantó la mirada. Una sonrisa mínima, casi imperceptible, jugó en sus labios.
— Los ajustes que crea necesarios —respondió—. Volveremos a discutirlo mañana en la redacción.
Era una frase que cerraba cualquier posibilidad de réplica inmediata. Vanessa comprendió que había venido buscando desestabilizar y había terminado siendo ella misma desestabilizada.
Martín regresó con el café, observando la escena con una mezcla de fascinación y cautela. Entre los tres flotaba algo más que tensión profesional. Una nueva geografía de relaciones acababa de dibujarse, y nadie sabía aún sus fronteras exactas.
La noche seguía lloviendo afuera. Buenos Aires seguía siendo un escenario de historias por escribir.