Bajo la lluvia es una historia de romance y pasión que surge de un encuentro inesperado. Mariana, marcada por un pasado complicado, conoce a Samuel, un hombre enigmático que despierta en ella emociones olvidadas. Sin embargo, cuando su exnovio reaparece, el amor se ve amenazado por los fantasmas del pasado. Entre secretos, deseo y decisiones, ambos deberán enfrentar lo que realmente significa arriesgarse por amor.
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cap:15
Mariana no podía dejar de pensar en la conversación con Pablo. “No eres libre. No lo serás jamás.” Las palabras de él se repetían en su mente, atrapándola, y aunque intentaba calmarse, un nudo en el estómago no dejaba que el miedo se disipara. Sabía que no podía seguir así. No podía vivir con esta sombra constante sobre su cabeza, con la amenaza de Pablo siempre presente, controlando cada uno de sus movimientos.
Decidió que debía ponerle fin, de una vez por todas. Había perdido demasiado tiempo dejándose llevar por la influencia de Pablo, y ahora, con todo lo que había vivido con Samuel, no podía seguir huyendo. No podía vivir con este constante temor y culpabilidad que la consumía. ¿Pero cómo liberarse de Pablo? ¿Y Samuel? ¿Qué pasaría con él si decidía enfrentar a Pablo?
Con una determinación nueva, Mariana se preparó para lo que sabía sería un enfrentamiento. Tenía que ser valiente, aunque su corazón latiera desbocado. La idea de perderlo todo, de enfrentarse a lo desconocido, le aterraba, pero al mismo tiempo, sentía que no podía seguir siendo su prisionera.
Tomó su teléfono y marcó el número de Samuel. Esta vez, no podía callar. Sabía que no había vuelta atrás, que necesitaba explicarle todo. Aunque no sabía si Samuel la perdonaría o si su relación se desmoronaría por completo, tenía que intentar. Samuel necesitaba saber lo que realmente estaba pasando, entender por qué había hecho lo que hizo. ¿Sería capaz de perdonarla?
El teléfono sonó varias veces, y antes de que pudiera colgar, la voz de Samuel la interrumpió.
—Mariana, ¿estás bien? —preguntó, y su tono era algo que no lograba descifrar. Había una mezcla de preocupación, desconfianza y dolor.
—No lo estoy —respondió ella, el miedo en su voz evidente—. Samuel, hay algo que necesitas saber. Algo que no te he dicho, y que no puedo seguir ocultándote. Necesito que me escuches.
Un silencio pesado llenó la línea antes de que Samuel hablara de nuevo.
—Te estoy escuchando —dijo él, su tono más bajo, aunque todavía cargado de emociones no expresadas.
—Pablo… —empezó Mariana, y su voz tembló al pronunciar su nombre—. Pablo no ha dejado de intentar controlar mi vida. Lo que pasó entre nosotros fue… complicado, pero él no me ha dejado ir. Sé que te mentí, y sé que te fallé, pero no fue por lo que tú piensas. No quiero que él siga manipulando nuestras vidas, pero no sé cómo escapar de todo esto.
Samuel permaneció en silencio al otro lado de la línea, y por un momento, Mariana temió que él la estuviera ignorando. Pero luego escuchó un suspiro profundo. Cuando habló, su voz estaba firme, pero con un dejo de tristeza.
—Mariana, me dijiste que lo habías dejado atrás. Me dijiste que ibas a ser honesta conmigo, pero parece que todo esto sigue atormentándote. No sé si puedo seguir confiando en ti si las cosas no están tan claras como pensaba. Si sigues arrastrando ese pasado, no sé qué esperar.
La respuesta de Samuel la golpeó como una bofetada. ¿Era demasiado tarde? Mariana había intentado protegerlo, había intentado evitarle el dolor de la verdad, pero al final, todo se había vuelto más complicado. Tal vez lo que temía había sucedido: Samuel ya no podía creer en ella. Todo lo que había intentado construir con él, todo lo que había querido, parecía desmoronarse en este mismo instante.
—Lo siento tanto, Samuel —dijo con el alma rota—. Nunca quise que esto nos separara. Pero Pablo está aquí, y no sé qué hacer para que me deje en paz. Ya no puedo esconderlo más. No sé cómo seguir sin ti, sin que esto nos destruya.
Hubo una larga pausa antes de que Samuel respondiera, y el silencio se convirtió en un peso insoportable para Mariana. Finalmente, él habló, y aunque su voz era suave, había una dureza que no pudo ignorar.
—No sé si pueda perdonarte por todo esto, Mariana. No sé si puedo seguir luchando si no confío en ti. Lo que está pasando me está lastimando, y no sé si tengo la fuerza para seguir.
Las palabras de Samuel la atravesaron como un cuchillo. Mariana sintió cómo la esperanza se desvanecía, cómo la conexión que había luchado tanto por reconstruir se desmoronaba lentamente. No sabía si habría algo que pudiera hacer para reparar el daño que había causado.
—Te dejo ir, Samuel. Si esto es lo que necesitas… si esto es lo mejor para ti, lo haré. No quiero que sigas atrapado en algo que te está lastimando. Pero no te confundas… yo nunca dejé de amarte. Solo espero que algún día entiendas por qué tomé esas decisiones.
Colgó el teléfono, su cuerpo tenso, y se dejó caer en el sofá, agotada. La sensación de vacío la invadió, como si algo se hubiera roto de forma irreversible. A pesar de todo lo que había dicho, algo en su interior le decía que había perdido a Samuel para siempre.
Sin embargo, el temor a lo que Pablo podría hacer seguía presente. Él no la dejaría ir tan fácilmente. No podía seguir viviendo con la angustia de que él controlara su vida, y mucho menos, de que pudiera lastimar a Samuel aún más por su culpa.
Mariana sabía que tenía que enfrentar a Pablo, pero ahora el peso de perder a Samuel, de perder a la única persona que realmente había creído en ella, la hacía sentir más vulnerable que nunca.
Con una determinación renovada, se levantó. No podía seguir huyendo. Tenía que hacerle frente a Pablo, aunque eso significara ir contra todo lo que conocía, incluso si debía enfrentarse a él sola.
Estaba preparada para luchar, por lo menos por su libertad. Pero no podía evitar preguntarse si, al final, sería suficiente. ¿Sería suficiente luchar por sí misma después de todo lo que había perdido?