Cuando el hermano mayor de Reachel, Elliot, desaparece en un trágico accidente, ella deberá tomar la presidencia de la empresa familiar, pero esta viene con una condición, casarse. El mejor amigo de su hermano, Santos, le ofrece casarse con ella para ayudarla, pero hay un problema, ella lo ha amado desde niña.
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AUDITORES.
...Reachel:...
Estábamos en una de las delegaciones civiles poniendo la denuncia en contra de mi hermano, el abogado se encontraba con nosotras.
Afortunadamente pude alcanzar a ami madre. Ella ya iba de salida cuando yo llegue a casa de Elena.
Santos no había querido soltarme y yo tampoco quería dejar de estar con el, pero en alguien tenia que caber la cordura.
Me aterré al saber los hechos de lo que paso en la discusión de mi madre con Franco.
El la había tomado del cuello y casi la mata, obviamentee procederíamos también penalmente.
¿Como se atreví a tocar a mi madre?
Ya había caído demasiado bajo. Eso nunca había pasado, siempre a pesar de su carácter había tenido cierto respeto por ella, pero al parecer lo había perdido.
Mi madre narraba los hechos la con lágrimas en los ojos, era obvio que le dolía en lo que su hijo se había convertido.
Estuvieron discutiendo por que ella le reclamó, por todos los fraudes es que había querido cometer en la empresa, le Dijó que mi padre tenía razón y que nunca debia ser presidente.
Hasta ahora mi madre, siempre creyó que Franco merecía el puesto al igual que Elliot. Nunca hizo distinciones en ninguno, pero Franco a decidido tomar un mal camino.
Acompañé a mi madre de regreso a casa de Elena.
— Elena ¿Puedo hablar contigo un momento?
— Claro ¿Te parece si vamos al jardín?— Asenti y la seguí, entiendo que el jardin de la casa de mi hermano le encantaba a mi cuñada, era realmente hermoso. — ¿En que puedo ayudarte?
— ¿Sabes cómo hacía Elliot, para mantener a Franco controlado?
Ella negó con la cabeza. — Supongo que tu hermano, le imponía castigos, la verdad Elliot no hablaba mucho de eso, pero supongo que el ser el dueño de casi todo lo que dejo tu padre, podia manipularlo en cierto modo. — Ella me eveluó. — ¿Te esta dando problemas no es así?
— Si, la verdad es que yo nunca tuve que lidiar con sus acciones, solo con sus palabras y sus “bromas”.
— Solo puedo aconsejarte que busques la manera de tener algo en contra de el, era lo que Elliot estaba haciendo. Franco juega sucio, así que tendrás que hacerlo también.
— De acuerdo, Gracias.
— ¿Como vas con Santos? — Me preguntó.
— Tenias razón, siente lo mismo por mi.
— Te lo dije, solo ustedes no se habían dado cuenta ya lo que sentían el uno por el otro.
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Cuando llegué a la empresa, le pedí los pendientes a Gema.
— Señora debo comentarle algo que sucedió. — Me dijó Gema cuando tomé asiento.
— ¿Que pasó?
— El señor Bolat la estuvo esperando, el señor Santos se lo encontró aquí dentro, no se que fue lo que se dijeron, pero el señor Santos, comenzó a golpear al señor Bolat, lo tenía tomado por el cueyo, tuvo que entrar seguridad, por que el señor Santos estaba fuera de si.
Fruncí el seño sorprendida ¿Que rayos había pasado en mi ausencia?
Me levante nuevamente y fui a la oficina a de Santos.
— Señora Reachel el señor Santos tiene una visita.
Ignore por completo a Mara y entre a la ofina.
El hombre que había aparecido en nuestra boda y qué también fue testigo estaba ahí.
Paolo era su nombre si mal no recuerdo.
— Ya se que estás molesta. — Dijó cuando me vio entrar por la puerta.
— Yo ya me iba. — El hombre con Santos se levantó. Abrochó su saco y se marchó.
— ¿Que te paso? ¿Por que hiciste una locura como esa de golpear al señor Bolat?
— Reachel ni siquiera me has dejado explicarte y ya estás enojada conmigo.
— Ayer te agarraste a golpes con Franco y ahora con Bolat.
— Es la desesperación Reachel, me frustra no tener nada encontra de ellos, tu hermano nos tiene amenazados y tomados por el cueyo, y encíma viene este vejete a querer hacerse el socorredor con tigo.
— Solo trata de ayudar.
— ¿Ayudar? El hombre está enamorado de ti. — Soltó.
— ¿Qué?
— Lo que escuchaste.
— Es una locura Santos.
— No es una locura ¡Por Dios! Me doy cuenta como te mira y hasta como te habla. El hombre te desea y está enfermo. — Dijó con desagrado.
— No voy a soportar escénitas de celos, solo por que hemos estado juntos. — Advertí furiosa.
— ¡Oh! Quisiera que fueran sólo mis celos, pero yo se lo que el hombre quiere.
— El es como mi padre Santos.
— Y yo era como tu hermano.
Arqueé mi cejas— ¿Tu crees que yo? — Pregunté indignada.
— Obviamente se que tu no Reachel, pero el si.
— Estas loco, no pienso seguir discutiendo.
Camine a la salida, Santos me siguió a pasos agigantados.
Me impidió que abriera la puerta posando la palma de su mano sobre ella.
— Dejame salir. — Exigí.
— No hasta que te calmes y escuches lo que tengo para decirte. Es importante.
— Ahora no, estoy molesta y sabes lo impulsiva que puedo ser.
Quise quitarlo de la puerta, pero era inútil era muy fuerte.
Comenzó a tratar de controlar mis manos. — Suéltame, ya suel… — Estampó sus labios contra los míos, rodeó mi cuerpo con sus brazos de manera que me dejó pricioneras tanto mis manos, como mi cabeza.
Empezó abrirse paso en mi boca y termine sediendo cuando sentí su lengua rosarme. ¿Acaso ya no podría resistirme a esto?
Me tomo con tal posesión, como si anoche o justo hoy en la mañana no hubiésemos hecho nada, como si fuese el aire que necesita para respirar, o la medicina que ocupa para vivir, me besó como si su vida dependiera de ello, me estaba reclamando como suya, y lo era, en cuerpo y alma.
Relajó su agarre, pero eso no nos detuvo, de manera desesperada comence a sacarle el saco y a desabotonar su camisa.
Sus músculos quedaron expuestos, esa piel bronceada que me volvía loca.
Brinqué y me sostuvó, me llevo al escritorio, comenzó a tirar todo lo que había en el.
Me coloco sobre el escritorio, estábamos en la oficina, con mil pendientes y en este instante me importaba poco.
Bajo el cierre en la párte trasera de mi vestido, sentí sus caricias en mi espalda y sentí como mi bra se aflojó en un segundo, bajo mi vestido y aventó mi sostén dejando expuestos mis senos para atrapar uno con su boca.
Se inco para comenzar dejar besos sobre mis piernas hasta que llego a mi lencería.
Con los dientes las tomó y las atrajo hacia el, haciendo que estas se deslizaran por mis piernas.
Terminó por quitármelas, y nuevamente fue depositando besos por todo mi entrepierna hasta llegar a mi intimidad.
No pude evitar gemir fuertemente cuando lo sentí ahí, me mordí el labio tratando de cayar, estábamos en la oficina y nos podían oír.
El tomo uno de mis senos con una de sus manos para acariciarlo, mientras que con la otra me tenia sujeta de la cadera, mis piernas se sostenían de sus hombros y mis manos se un dieron en su cabello, deseosa por más.
No podia ver bien lo que hacía debido a mi falda, pero lo que si era seguro, era lo rico que se estaba sintiendo.
No pude más y colapse sujetando su mano en mi pecho e inclinado mi cabeza hacia atrás, dando paso al mar de sensaciones placenteras.
Se puso de pie, y desabrochó su cinturón. No dejo caer por completo sus pantalones, solo lo suficiente para dejar su virilidad al aire.
Se introdujo de una, no empezó lento esta vez ,si no que sus embestidas fueron fuertes y rápidas desde el principio.
Como si estuviera declarando que él estaba ganando, demostrándome que era el quien tenía el control.
Por lo regular a mi me gustaba controlar todo, pero me importaría muy poco dejarle el control en esta párte si siempre se iba a sentir así de bien.
Tenía uno de mis senos en su boca mientras sus embestidas desenfrenadas continuaban dentro de mi.
Los sonidos gruturales de su garganta hicieron eco en la oficina, mientras yo perdía el poco razocinio que quedaba en mi.
Nuestras respiraciones eran pesadas, se acomodó los pantalones y yo el vestido.
Se acercó a mi y me besó en la frente.
— Se que tienes cierto cariño hacia ese hombre, pero por favor no confies demasiado en el, te doy mi palabra de que no son celos, si no preocupación, no comas a solas, ni tampoco lo veas demasiado, por favor. Soy un hombre y puedo darme cuenta cuando alguien tiene dobles intenciones. — Me pidió, de modo dulce.
Pude notar una preocupación sincera en sus ojos.
— Está bien. — Accedí.
Me pusé de pie, el me ayudó a subir el cierre de mi vestido, hizo mi cabello aun lado y me beso el cueyo.
— Si sigues así, nunca saldremos de aquí. — Jadeé.
— Tienes razón. — Dijó apartándose.
Fue por su camisa y se la puso.
Salí de la oficina.
Avegonzada creyendo que todo mundo sabía lo que había pasado ahí dentro.
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Al día siguiente, me sentia cansada, mi esposo sin duda parecia no tener suficiente.
— Puedes firmar este, es bueno.
— Oh! El proyecto que Bolat me dijó que firmará. — Dijé tomando la carpeta.
Santos me miro fijamente. — ¿Quieres hablar nuevamente de ese hombre? para colocarte sobre el escritorio y hacerte lo que está pasando por mi mente ahora.
Todo mi cuerpo se estremeció ante la idea. Cerre la boca y ya no lo mencione mas. Fírme los papeles.
— Jefa. — Entró Gema por la puerta, afuera hay un grupo de hombres que dicen ser Auditores.
Dirigí mi vista a Santos, quien se levantó alterado.
— Santos ¿Que significa? — Pregunté asustada.
— Debieron haberse dado cuenta de alguna irregularidad o algo que les hiciera sospechar, que las construcciones no son seguras o que incluso hemos estado realizando movimientos fraudulentos.— Mi esposo caminaba de un lado al otro. — Gema distraerlos un momento por favor.
— Si señor. — Ella se retiró.
— Esto seguramentee es obra de tu hermano.
— ¿Por que estas tan preocupado? ¿Todo se ha hecho bien no es así?
— Si pero, ellos prácticamente van a las empresas a corroborrar lo que ya saben, rara vez es auditar de verdad. Si están aquí es por que prácticamente ya nos van a clausurar.
— No, no no no. Eso no puede pasar.
— Tranquila vamos a recibirlos y veremos qué sucede.