Una mujer de mediana edad que de repente se da cuenta que lo ha perdido todo, momentos de tristeza que se mezclan con alegrias del pasado.
Un futuro incierto, un nuevo comienzo y la vida que hará de las suyas en el camino.
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El silencio después de la tormenta
La casa estaba en silencio. No ese silencio apacible que se disfruta después de un día agotador, sino uno denso… cargado de ausencias que aún no han ocurrido, pero que ya se sienten.
Los gemelos se habían ido a sus habitaciones después de cenar. No insistí. Sabía que necesitaban tiempo, espacio, su propio ritmo para digerirlo todo. Como lo necesitaba yo.
Después de hablar con ellos, Charles se fue, no se adonde, imagino que a un hotel, a la casa de algún amigo o quizás a la casa de esa mujer. Porque aunque él me hubiera dicho que le dijo que me dejaría solamente para evitar un escándalo, en el fondo ambos sabíamos que si había arriesgado veinte años de matrimonio por una aventura, era porque esa aventura pesaba más que su amor por mi.
Me serví una taza de té que dejé enfriar sin tocar. Caminé por la casa con esa taza en la mano, como si fuera un amuleto, un ancla a la realidad, caminé buscando respuestas en los rincones, en los marcos de fotos, en los pequeños objetos que alguna vez contaron la historia de una familia feliz.
Porque antes de que esta tormenta se desatara eramos una familia feliz. Lo fuimos. En la risa, en los cumpleaños, en los llantos compartidos a la madrugada, en las vacaciones donde todo parecía perfecto.
¿En qué momento se quebró todo? No lo sé.
¿Cuándo dejó de ser suficiente? Tampoco lo imagino.
Me senté en el sillón y miré hacia el pasillo que daba a las habitaciones de los chicos. Saber que Alex se iría con su padre me dolía más de lo que jamás pensé que podría dolerme. No se lo dije, no lo mostré ni voy a mostrarlo. Porque esto no es una competencia. Ellos deben ser libres para elegir, sin culpas, sin condicionamientos.
Pero no puedo negar que igual duele y mucho.
Se siente como una punzada en el pecho cada vez que imagino que en unos días su cuarto estará vacío.
Sus cosas van a terminar en cajas.
Su risa en otra casa.
Y Luana… Luana que se queda conmigo, pero sé que también se está partiendo en dos. Porque su hermano es su todo. Porque nacieron juntos, crecieron como uno solo, y ahora se separan como si el universo estuviera tirando de ellos en direcciones distintas.
No sé si hice lo correcto.
No sé si lo que decidí fue lo mejor para todos.
Solo sé que ya no podía seguir mintiéndo, no podía sostener algo que con el tiempo iba a empeorar, porque... ¿quién me asegura que Charles volverá a ser me leal? ¿quién me asegura que aunque él dejes esa mujer, ella no va a insistir hasta que esté nuevamente con ella?
Charles traicionó algo más que mi confianza. Traicionó la base sobre la que construimos esta vida. Y por más que me duela, por más que aún haya recuerdos que me conmuevan, no voy a vivir atrapada en una farsa, ni voy a arrastrar a mis hijos a vivir en una familia feliz de mentira.
Esa noche me acosté tarde. No podía dormir.
Fui hasta la puerta de Luana, la entreabrí con cuidado.
Estaba con Alex, ambos abrazados como cuando eran pequeños y tenían miedo a las tormentas, a pesar de que insistíamos en que durmieran con nosotros, ellos preferían dormir así.
Dormían pegados, como si su propio amor de hermanos fuera la barrera contra el miedo, contra todo el dolor.
Y entonces no aguanté más y lloré.
Lo hice en silencio, con una mano cubriéndome la boca.
Porque a veces ser fuerte también es permitirse romperse un poco.
Me volví a mi habitación, la cual estaba vacía.
La cama fría.
Y por primera vez en mucho tiempo, sentí que era el comienzo de algo nuevo.
Doloroso, sí. Pero mío.
Luego de que Charles se mudara...
El silencio de la casa era distinto ahora. Más frío. Más real.
Alex se había ido con Charles hacía unas horas. Luana trataba de mantenerse ocupada, pero yo conocía esa mirada perdida, ese gesto callado. Era la misma que veía cuando yo misma me miraba en el espejo.
Cuando escuché el timbre supe perfectamente quién era. Mi hermana había prometido llegar temprano, ya le había contado como estaban las cosas aquí, y bueno, ella decidió venir como respaldo emocional.
Alma entró sin esperar invitación, como siempre.
—¿Cómo estás? —preguntó al abrazarme, apretando fuerte.
—Bien —mentí con una sonrisa que se desvaneció antes de llegar a mis ojos.
Nos sentamos en la cocina. Puse agua para el café, agradeciendo tener algo que hacer con las manos.
—¿Alex ya se fue?
—Sí. Lo acompañé hasta el auto. Charles se lo llevó hace unas horas —Tragué saliva—Luana no quiso bajar, ni despedirse.
Alma asintió, y durante un momento no dijo nada. Me dejó respirar.
—¿Y ahora qué vas a hacer? —preguntó finalmente, sabiendo que necesitaba hablarlo.
Me encogí de hombros, pero esta vez no mentí.
—Empezar de nuevo, supongo.
—¿Cómo?
—Voy a buscar trabajo. No puedo quedarme estancada. Los ahorros no son eternos. Y tampoco quiero depender de Charles. Esta casa es lo único que pedí quedarme, por los chicos, por no sacarlos de su entorno. Pero todo lo demás… lo voy a construir sola.
Alma me miró con orgullo. Ese que no necesitaba palabras.
—Te voy a ayudar en lo que necesites. Lo sabes, ¿no?
—Lo sé. Gracias. Pero necesito hacerlo por mí. Necesito volver a sentirme útil, capaz, viva.
Tomé aire.
—No quiero seguir en pausa. Me pasé demasiado tiempo apagándome sin saberlo. Y aunque ahora todo me duela, aunque tenga miedo… también tengo esperanza.
Alma me abrazó en silencio.
—Eres la mujer más valiente que conozco.
Y en ese instante supe que, aunque el camino fuera incierto, no estaba sola.
Luana tenía razón cuando me dijo anoche que, por más rota que me sintiera, ella y Alex siempre me verían como su ejemplo.
Y si ellos iban a mirarme así, entonces tenía que estar a la altura.
Tenía que ser el mejor ejemplo que ellos pudieran tener.
Seguiré leyendo
Gracias @Angel @azul