habla de la vida y los desafíos de un chico gay el cuál se desarrolla en medio de un país latinoamericano
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Las 7 plagas de egipto
El nuevo curso trajo consigo nuevos rostros y nuevas dinámicas en el grupo de séptimo 1. Entre los compañeros de clase había uno que destacaba especialmente por su aspecto y actitud. Marcos, con su cabello perfectamente peinado y su sonrisa radiante, era considerado por muchos como el chico más guapo del salón. Confiado y carismático, Marcos se convirtió rápidamente en el centro de atención, y sus palabras y acciones marcaban la pauta del comportamiento del grupo.
Desde el primer día, Matías había notado la presencia dominante de Marcos. No obstante, trataba de mantenerse al margen, concentrándose en sus estudios y evitando cualquier confrontación. Sin embargo, la actitud distante de Matías no pasó desapercibida para Marcos, quien pronto comenzó a fijarse en él con una mirada crítica.
Un día, durante el recreo, Marcos y su grupo de amigos estaban charlando y riendo cuando Marcos decidió que era el momento de entretenerse a costa de Matías. "Oye, chicos," dijo en voz alta para que todos pudieran escuchar, "¿se han dado cuenta de que Matías es como las siete plagas de Egipto?"
El grupo se rió, curioso por la explicación. "¿Cómo así, Marcos?" preguntó uno de sus amigos.
Marcos, disfrutando de la atención, empezó a enumerar las "plagas" que según él describían a Matías. "Primero, es gordo," dijo señalando a Matías con desdén. "Segundo, es gay. Tercero, es feo. Cuarto, es negro. Quinto, es pobre. Sexto, es amanerado. Y séptimo... es bizco."
Las risas explotaron alrededor del grupo, y pronto el apodo de "Las Siete Plagas" se extendió por todo el salón. Cada vez que Matías pasaba cerca, escuchaba susurros y risas a sus espaldas. "¡Cuidado, vienen las Siete Plagas!" solían decir, provocando carcajadas y miradas burlonas.
El apodo se convirtió en un estigma que Matías no podía sacudirse. En cada clase, en cada actividad, sentía el peso de las miradas y los comentarios maliciosos. Los estudiantes imitaban sus gestos y exageraban sus características, transformando su vida escolar en un auténtico infierno.
En una ocasión, durante la clase de educación física, Matías fue el último en ser elegido para formar parte de un equipo de fútbol. Mientras esperaba en la línea, escuchó a Marcos susurrar a sus amigos: "Nadie quiere en su equipo a una de las Siete Plagas. Sería una maldición." Las risas que siguieron lo hicieron sentirse más pequeño y avergonzado que nunca.
La humillación diaria empezó a afectar gravemente a Matías. Se volvió más retraído y evitaba interactuar con sus compañeros siempre que podía. La tristeza y la desesperación se apoderaron de él, y cada día en la escuela se convertía en una batalla emocional. Los pocos momentos de tranquilidad que encontraba eran opacados por la constante amenaza de las burlas y los insultos.
En casa, las cosas no mejoraban. Su padre continuaba con sus críticas implacables, reforzando el sentimiento de inutilidad que Matías sentía. "¿Por qué no puedes ser como los otros chicos? Eres una vergüenza," le repetía su padre, haciendo que las palabras hirientes de sus compañeros parecieran eco de su propia familia.
Un día, Matías no pudo soportarlo más. Después de un comentario particularmente cruel de Marcos frente a toda la clase, salió corriendo del aula y se refugió en el baño. Allí, en la soledad del cubículo, dejó escapar las lágrimas que había estado conteniendo. Sentía que no tenía escapatoria, que no había lugar donde pudiera ser él mismo sin ser juzgado o ridiculizado.
Fue en ese momento de desesperación cuando encontró una pequeña chispa de esperanza. Mientras se secaba las lágrimas, recordó una historia que había leído sobre un joven que, a pesar de todas las adversidades, había encontrado la fuerza para luchar y cambiar su destino. Matías decidió que, aunque el camino fuera difícil, no podía permitir que las palabras de los demás definieran quién era. Tenía que encontrar su propia voz y valorarse a sí mismo, aunque nadie más lo hiciera.
La decisión no fue fácil, y los días siguientes continuaron siendo un desafío. Pero poco a poco, Matías empezó a buscar pequeñas formas de resistir y afirmarse. Se concentró en sus estudios, encontrando en ellos un refugio y una manera de demostrar su valía. Empezó a leer libros sobre personas que habían superado grandes dificultades, buscando inspiración y fortaleza en sus historias.
Un día, durante una presentación en clase, Matías sorprendió a todos al levantar la mano para ofrecerse voluntario. Aunque su voz temblaba al principio, habló con claridad y confianza sobre un tema que le apasionaba. Sus compañeros, acostumbrados a verlo retraído y silencioso, quedaron asombrados por su determinación.
Marcos, por supuesto, no perdió la oportunidad de intentar derribarlo. "Miren, las Siete Plagas también sabe hablar," dijo con sarcasmo. Pero esta vez, las risas no fueron tan fuertes ni tan numerosas. Algunos de los compañeros de Matías empezaron a ver más allá del apodo y a reconocer su esfuerzo y valentía.
Con el tiempo, Matías encontró pequeños aliados entre sus compañeros. Aunque no se convirtió en el chico más popular ni en el centro de atención, descubrió que había personas dispuestas a conocerlo y a valorarlo por lo que realmente era. Entre ellos estaba Ana, una chica tranquila y estudiosa que compartía su amor por los libros, y Luis, un compañero que también había sufrido burlas y entendía el dolor de ser excluido.
Ana y Luis se convirtieron en el soporte que Matías necesitaba. Juntos, empezaron a pasar más tiempo estudiando y compartiendo intereses comunes. A pesar de las dificultades, Matías encontró en ellos una fuente de apoyo y amistad sincera. Ana solía decirle: "No dejes que te definan, Matías. Eres mucho más que sus palabras."
A medida que su confianza crecía, Matías decidió enfrentar a Marcos de una manera diferente. En lugar de responder con ira o tristeza, comenzó a ignorar sus comentarios y a centrarse en lo que realmente importaba. Cada vez que Marcos intentaba ridiculizarlo, Matías simplemente seguía con su día, mostrando que las palabras de Marcos no tenían poder sobre él.
Un día, durante una clase de historia, la profesora asignó un proyecto grupal. Para sorpresa de todos, Matías levantó la mano y pidió trabajar con Marcos y sus amigos. La profesora, intrigada por su valentía, aceptó la solicitud. Durante el proyecto, Matías mostró su conocimiento y habilidades, dejando claro que no necesitaba la aprobación de Marcos para sobresalir.
Aunque Marcos continuó con sus burlas, algo cambió en la dinámica del grupo. Los compañeros de Matías empezaron a ver su verdadera fortaleza y determinación. Las risas y los susurros comenzaron a disminuir, y aunque el apodo de "Las Siete Plagas" no desapareció por completo, su impacto se redujo considerablemente.
En casa, Matías también decidió enfrentar a su padre de una manera diferente. En lugar de dejar que sus críticas lo aplastaran, empezó a buscar momentos de conversación sincera. Aunque las respuestas de su padre seguían siendo duras, Matías encontró formas de expresar sus sentimientos y su deseo de ser aceptado por quien era. Poco a poco, estas conversaciones empezaron a abrir pequeñas brechas en el muro de indiferencia que su padre había construido.
El camino de Matías no fue fácil, y cada día seguía siendo un desafío. Sin embargo, había aprendido una lección valiosa: su valor no dependía de la opinión de los demás, sino de su propia percepción de sí mismo. A pesar de las dificultades, continuó adelante, buscando fuerza en su interior y en las pocas personas que lo apoyaban sinceramente.
estoy en secundaria y me va un poco mejor pero sigo con las inseguridades autoestima baja y ataques de ansiedad,la vergüenza y el pánico social,en fin,te comprendo